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          La casa de Raúl no era espaciosa, ni cómoda, ni siquiera tenía luz. El ambiente más recargado era su zona de trabajo, donde tenía instalada una gran mesa que ocupaba parte del salón, un flexo, una silla giratoria con ruedas y, la pieza más importante, el ordenador.

 

Allí trabajaba desde su casa, en la creación de vídeo juegos para una multinacional. También era el lugar donde se informaba de qué pasaba en el mundo. En ese mismo rincón se relacionaba con la gente a través de las redes sociales.

 

A través de ellas veía perfiles de mujeres que le gustaban, pero con las que nunca concretaba citas y, también las usaba para contactar con amigos a los que no veía desde hacía varios años. Por un programa de software podía acceder a realizar video llamadas con su familia, que vivía fuera de la ciudad.

 

Hacía la compra en las grandes superficies mediante páginas webs que se la llevaban a domicilio y, si tenía algún capricho, que solía coincidir con el sábado por la noche, se daba un pequeño homenaje llamando a un chino o a un hindú.

 

Su vida estaba perfectamente organizada, no le quedaba mucho más tiempo para nada.

 

 

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          Un buen día, en una de sus citas internautas, alguien le recomendó un nuevo programa de ordenador, de aplicación a las redes sociales, que se llamaba: “La casa a tu medida”.

 

Se lo descargó en cuestión de unos minutos, leyó las instrucciones y empezó a jugar de inmediato. El sábado se lo tomaba libre de todo compromiso laboral y era un buen plan junto a su menú especial, ésta vez de un mexicano.

 

El entretenimiento constaba de tres fases en las que animaban a construir tu propio hogar según una serie de preferencias. Comprendía tres etapas:

 

La primera fase consistía en elegir el terreno, el tipo de vivienda y la decoración. Las preguntas tenían 4 respuestas posibles. La primera de ellas se refería al terreno:

 

a)      Solar en urbanización

b)      Terreno en la cima de una montaña,

c)      En la ciudad,

d)     En el campo.

 

Eligió la c, le gustaba la ciudad, se encontraba más cómodo y protegido

 

La siguiente consulta era en relación al tipo de vivienda:

a)     Chalet unifamiliar

b)     Chalet adosado

c)      Apartamento de lujo

d)     Loft

 

Tecleó sin dudarlo la d.

 

Otro tipo de cuestiones para rellenar eran respecto al mobiliario, objetos de decoración, menaje del hogar, etc.

 

En este punto Raúl se aburrió un poco y pulsó sin concentración. Ahora, eso sí, una cosa tenía muy clara, quería el ordenador mejor del mercado, el de mayor capacidad y con los mejores programas.

 

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          Una vez diseñado el espacio y el ambiente, la segunda fase consistía en crearse un perfil de usuario, tanto física como personalmente. Se presentó atractivo, sin llegar a parecer un Adonis pero con una arrolladora personalidad que no dejaba indiferente ni a mujeres ni a hombres.

 

Y ya sólo le quedaba la tercera y última etapa: Invitar a cenar a los amigos y, al igual que había hecho con él mismo, debía elegir un perfil para cada uno de los comensales con los que quería compartir la velada.

 

Su inclinación nada tuvo que ver con que fuera gente afín a él. Así, eligió todo tipo de individuos: artistas, intelectuales, gente sin recursos e hizo una mezcla muy divertida.

 

En este punto hizo una selección pues le habían contestado a la invitación unas treinta y tantas personas.

 

Ya solo quedaban las opciones relativas al menú, la disposición en la mesa de cada uno de los invitados. Todo estaba preparado de antemano, incluso los temas de conversación que se irían a tratar.

 

El sábado siguiente sería el gran día de la celebración de la cena en su nuevo hogar. Estaba excitado y esa noche no podía conciliar el sueño, le absorbía por completo el juego y en su mente muchas veces no lograba discernir la realidad con esta bonita ficción.

 

Era muy tarde, y Raúl se levantó harto de estar postrado en la cama sin poder dormir. Abrió el ordenador y tecleó el juego que tanto le estaba fascinando. Se quedó fijo y poco a poco notó cómo algo se apoderaba de él. En cuestión de segundos traspasó la pantalla del aparato con facilidad, como si una nebulosa en su cuerpo le permitiera la filtración hacia la pantalla. Fue una abducción consentida y querida.

               

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          El dueño del piso no acababa de comprender lo que había pasado en ese lugar donde todo estaba en perfecto orden, incluso el ordenador estaba encendido, y, sin embargo no había rastro de su inquilino.

 

Al preguntar al portero del edificio éste le informó de que nunca se le veía salir del inmueble, sólo veía a diferentes mensajeros llevar a su casa alimentos, paquetes, etc…

 

El casero se acordaba vagamente de su fisonomía, le había considerado siempre un chico responsable y, desde luego, muy cumplidor con sus obligaciones en el alquiler, por eso se extrañó cuando en dos meses completos no había realizado la transferencia pertinente.

 

La intriga pudo con él y cogió la copia de las llaves del apartamento. Primero llamó a la puerta y, como vio que nadie le respondía, decidió abrir. Husmeó por todos lados, la casa estaba en orden. Le llamó la atención el despacho, el ordenador estaba encendido, desprendía mucho calor, como si llevara sin apagar muchos días. Cliqueó una vez sobre el teclado y tuvo que ponerse las gafas para contemplar algo insólito.

 

En el salón de un bonito loft su alquilado estaba sentado con varios amigos, debatían acaloradamente sobre un tema. Subió el volumen del aparato y la conversación parecía muy entretenida, una chica le pasaba el brazo por el hombro mientras las risas y la música lo inundaban todo …

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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