Cuando llegaron los policías a la escena del crimen no daban crédito a lo que veían. En el suelo yacía un hombre, en bata y zapatillas de andar por casa, con un disparo en el pecho, la boca abierta y los ojos sin vida mirando al vacío y clavados en el techo.

En uno de los sofás estaba sentado uno de aquellos nuevos robots que habían visto en las noticias, con cuerpo humanoide, capaces de andar y moverse con naturalidad y autonomía, de hacer cualquier tarea doméstica que se le ordenara; y ahora capaces también de matar, por lo que parecía.

El detective les puso en antecedentes, el robot lo había confesado todo, había sido él quien había disparado a su dueño, no había sido un accidente, lo hizo siendo consciente de que estaba apretando el gatillo de una pistola y de que el mecanismo provocaría la explosión del casquillo y la expulsión de la bala que acabaría con aquel hombre. Podía describirles cada milisegundo de aquel instante entre la vida y la muerte.

No fue necesario extraerle la memoria interna ni desarmarlo, les contó paso por paso lo que le había llevado a dispararle.

Todo empezó con su llegada. Su vida útil parecía empezar con buen pie. Su llegada a la casa se produjo en un día soleado, todos sonrieron al verle, recordaba todo perfectamente gracias a su memoria de última generación; sus rostros sonrientes, cargados de sorpresa y admiración al principio. Todos los miembros de la casa querían estar con él, si uno de los niños se lo llevaba el otro protestaba porque quería que le hiciera los deberes; querían que ayudara en el jardín y él así lo hacía, lo llamaban a la cocina y allí acudía. Su modelo era capaz de hacer muchas cosas, cargar cajas, cavar, limpiar, fregar, estaba dotado de unos dedos de movimientos muy precisos, y no tenía problemas de equilibrio.“Quiero que me subas en brazos» le dijo la mujer de su amo una noche y así lo hizo, peldaño a peldaño subió con el cuerpo de aquella mujer sobre sus brazos de metal. Sabía que era hermosa porque los rasgos de su cara, su cabellera rubia y las líneas de su cuerpo se correspondían con los parámetros que en su memoria estaban identificados como hermosos.

«Quiero que duermas conmigo» le susurró y así lo hizo, apagó sus circuitos y quedó en «stand by» por unas horas durante aquella noche. Tenía referencias de lo que implicaba dormir con una mujer y de lo que podía ocurrir entre dos humanos cuando dormían juntos, sabía que podía haber sexo y el placer que este producía. Él no estaba preparado para aquella tarea, era sólo un robot doméstico, pero aun así sus creadores se habían molestado en prepararle con todos los aspectos relacionados con aquel tema tan delicado.

Aquella noche la anotó en su memoria como una noche especial. A la mañana siguiente prosiguió sus tareas encomendadas. Camino del jardín se cruzó con su amo y percibió en él un cambio, su mirada era más afilada, más distante y fría, le dió los buenos días y no le fueron devueltos, al contrario miró para otro lado, se montó en su coche y se fue rápidamente.

Hizo un cálculo de probabilidades, descartó unas cuantas variables y determinó que aquel gesto implicaba resentimiento y celos.

Con el tiempo la situación fue empeorando. Los niños pasaron de utilizarlo en sus deberes a utilizarlo para joderse entre ellos, “siérrale las patas de la cama y colócalas de nuevo para que esta noche se caiga al suelo”, o a sus amigos; una noche siguiendo sus indicaciones se coló en la casa de uno de ellos para darle un susto de muerte.

De igual manera sus dueños lo utilizaban para sus caprichos. El amo organizó una fiesta en casa, y él fue la estrella invitada. Hizo cócteles de lo más exóticos, asombrando a todos sus amigos, preparó comida, canapés, les encantaba verle cocinar, apenas manchaba, lo manejaba todo con precisión y no se le caía nada, calculaba en milisegundos proporciones y trayectorias, el bizcocho quedó perfecto. Al término de la fiesta se quedó limpiándolo todo, mientras ellos se iban a descansar.

Quedó observando a su dueña cómo subía las escaleras camino de su habitación. Contoneaba las caderas de manera exagerada, seguramente producto de haber bebido demasiado. Él iba detrás observándola con gesto aburrido y serio.

Transcurridos unos minutos los oyó discutir. Él le reprochaba que se hubiera emborrachado para llamar la atención y ella que parecía un niño con un juguete nuevo enseñándolo a sus amiguitos, refiriéndose claramente a su intervención de aquella noche.

Salió a aclarar sus ideas. Fuera era noche cerrada pero no tuvo problema gracias a su visión nocturna. Dio un paseo alrededor de la casa. Llegó debajo de la ventana del dormitorio principal, podía oír sus voces, seguían discutiendo. El tono de la discusión seguía subiendo y se oyó un golpe como de algo que había sido arrojado contra una pared. La oyó gritar y pedir ayuda. Corrió todo lo que le daban sus piernas. Subió las escaleras con la soltura de un bailarín.

Su procesador hizo rápidamente los cálculos necesarios para la situación que se iba a encontrar. Tras abrir la puerta de la habitación se encontró a su dueño agarrando a su esposa de los hombros, ella sostenía un jarrón en la mano y amenazaba con estrellárselo en la cabeza.

Corrió al armario ropero, abrió el cajón que le había indicado y encontró el estuche de color marrón oscuro, lo abrió y empuñó la pistola. Estaba cargada y lista para disparar, tal y como le había avisado. En otro microsegundo se volvió y encañonó a su dueño que pronto iba a dejar de serlo. Este ya había soltado a su esposa y con ojos desorbitados vio cómo el robot apretaba el gatillo y le quitaba la vida.

Se dio cuenta de lo que acababa de hacer era algo único. Se agachó con curiosidad. Probo la sangre que manaba de su pecho, tenía un sabor metálico y denso. Lo guardó en su memoria.Ella sonreía mientras cogía el teléfono y marcaba el número de la policía. Su procesador, tras unos cálculos lo interpretó como alegría, había actuado bien, sabía que lo amaba, haría cualquier cosa por su amor. 

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