Chico tiene 16 años, es el menor de tres hermanos. Su padre es médico y su madre asesora bioinformática. Estudia en un instituto público por deseo expreso de su madre pues su padre hubiera preferido una academia privada. Conoce a Chica desde hace unos años, desde que entró en el instituto para ser exactos. Aunque lo cierto es que nunca habían intercambiado más de tres frases seguidas. Pero la madre de Chica falleció hace unos meses y ella tuvo que mudarse con su padre a un piso más pequeño. Así que, cosas de la vida, ahora hacen juntos parte del camino de vuelta a casa.
Chico estaba acostumbrado a ir y venir en metro: se colocaba las lentillas LCD que le habían regalado hacía un par de años por su cumpleaños, y se ausentaba del mundo sumergido en la lectura de algún libro. Le encantaba aquello, los devoraba. Tenía cerca de un millón almacenados en la memoria. Pero libros de verdad, de los de antes, aquellos en los que solo encontrabas palabras y tú eras el encargado de ponerle cara a sus protagonistas. Sin embargo ahora viaja con Chica y ella no tiene lentillas. Si las hubiera tenido podrían enseñarse uno al otro lo que habían hecho ese día o ver juntos algún vídeo mientras viajaban. Pero no las tenía y eso había hecho que Chico comenzase a dejar las suyas en el cajón de su mesita.
Ahora charlan y Chica le cuenta alguno de los documentales holográficos de la clase de historia o que últimamente no ve mucho a sus amigas por aquello de que ahora vive bastante lejos. Otros días simplemente van en silencio, pero siguen sin mirar a la gente directamente a los ojos porque, aunque todos parecen tener la mirada perdida y ni siquiera es probable que les vean a través de sus pantallas retinales, lo cierto es que sigue siendo de mala educación.
Hoy Chica parecía triste así que Chico le ha dicho que le apetecía caminar y han ido dando un paseo.
-Me alegro de que hoy no hayamos cogido el metro. A mi también me apetecía caminar.- Dice Chica.- Bueno, en realidad lo que no me apetecía era meterme en casa.
-¿Y eso?- Le pregunta Chico.
-Pues por que no. Porque siempre que llego mi padre está trabajando, y me aburre estar sola. Bueno siempre tengo los holos de mis amigas pero no es lo mismo.
-Sé lo que quieres decir. Nunca pensé que pudiera decir esto, pero estar en casa molaba más antes de que mis hermanos se fueran a la universidad.-Dice Chico sonriendo, y gira la esquina de la calle, ha elegido un camino más largo porque les acercaba a los Jardines del Instituto de Biotecnología.
-Me encantaría poder tumbarme allí a contemplar las nubes.- Chica se ha agarrado a la verja con la mirada perdida en la colorida inmensidad que se extendía más allá.
-¿Y qué te lo impide?
Chica lo mira sin comprender.
-Podemos colarnos.
-¿Estás loco? No podemos colarnos.
-Sí claro, que sí.-
Chico la agarra por la cintura y ella suelta un gritito cuando la eleva hasta sujetarse a la parte superior de la valla, el resto es fácil y en menos de un minuto saltan, entre risas al otro lado. Sin embargo en cuanto los pies tocan el suelo, sus brazaletes multimedia cambian el fondo de pantalla y comienzan a emitir un mensaje de alerta con grandes letras rojas:
¡Atención!
“Se le informa de que usted no tiene permiso para acceder a esta área”
-Te lo había dicho, ¡entrar aquí está prohibido!- susurra Chica a pesar de que no hay nadie por allí. Y su expresión, es de autentico terror, lo que hace que Chico esté encantado pues le embarga aquella sensación que todos tenemos cuando estamos apunto de desvelar un maravilloso secreto.
-Tranquila.- Dice- Dame la mano.-
-¿Qué dices? ¡Yo me voy!
Chico coge de la mano a Chica. Tecla un código alfanumérico en el terminal y al instante el mensaje desaparece y queda reemplazado por el fondo de pantalla de la muchacha, una foto en la que aparece con su madre.
-¡Guau, vaya pasada! ¡Tienes un código de acceso!
-Es guay ¿eh? –Dice Chico asintiendo. Se había quedado mirando la foto de la madre de Chica pero por suerte ella no lo ha notado, no quería que se pusiera triste de nuevo.- Lo he copiado del brazalete de mi madre.- Dice.
Los dos muchachos se adentran en el jardín artificial. Allí como en el resto de la ciudad todo rastro de naturaleza ha desaparecido, sustituida, mejorada. Chica se ha quitado las zapatillas y corre por el césped hacia un pequeño riachuelo que cruza el lugar de lado a lado. Las finas briznas de hierba detectan la presencia de sus pies descalzos y varían su estructura para ofrecer la máxima esponjosidad. Chica está radiante.
-¡Ven quiero enseñarte algo!-Le dice Chico llamándola desde lo alto de la colina.
Chica se queda boquiabierta cuando llega a su lado y ve el maravilloso campo de flores que se extiende más allá. Son parecidas a los tulipanes, pero emiten luces de todos los colores, pues la superficie de sus pétalos está cubierta de NanoLEDS. El lugar brilla tenuemente como un gigantesco y caótico arco iris.
-¿Por qué brillan así?- Pregunta Chica, que se ha arrodillado para contemplar una pequeña florecilla de luz violeta. Ésta, se retuerce entre los dedos de la muchacha, como queriendo escaparse. –Es suave.- Dice Chica sonriendo.
-Brillan para atraer a los insectos. Imitan a las flores reales. Generan un sucedáneo de néctar, para alimentarlos y mantener el ecosistema. Y a la vez recogen la luz del sol para transformarla en energía.-
Chico contempla a Chica, su melena oscura que reposa con suavidad sobre sus hombros, sus manos iluminadas por la leve luz violeta que emite la flor mecánica. Y sus ojos que son de un color marrón profundo con unas pequeñas e irregulares manchitas negras.
– ¿No es lo más precioso que has visto nunca?- Dice Chica.
-Sí, si que lo es.-Responde Chico.
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