Esta es la historia de un hombre… o de una mujer (dependía de su nick) que hablaba con decenas de personas a diario sin conocerlas; que tenía íntimos e íntimas en todas partes del mundo, con las que se besaba y abrazaba sin tocarse tantas veces que mandar ese gesto de cariño era parte de la firma digital, arrebatándole cualquier calidez que en origen pudiera pretender; que había recorrido innumerables museos y salas de arte sin pisar una a través de sus tours virtuales; que se sanaba cual autodidacta navegando por blogs, webs especializadas, foros, chats, cursos, talleres…; que practicaba sexo cada semana con cuerpos esculturales de teclas rápidas, onomatopeyas vibrantes y vídeos excitantes; que recopilaba fotos en álbumes digitales de amigos y familiares a los que ni recordaba cuándo había visto por última vez, pero cuyas imágenes le conmovían y le hacían esforzarse por rememorar, a duras penas, esos momentos capturados en lugares de vegetación exuberante, en terrazas de verano, en aquel viaje de estudios y esa pinta a los diez años…<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />
¿Salir? Tenía cubiertas todas las necesidades básicas, más las profesionales y las de ocio: compra a domicilio, trabajaba desde casa y, en su tablet, smartphone, ultrabook y en su Mac de mesa, veía películas en red o escuchaba música almacenada en su disco externo de varios terabytes, de los que realmente no conocía todo su contenido.
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Víctor me interrumpió, por fin, al volver a la conversación que habíamos empezado desde hacía un rato y que había abandonado para atender otras en varios de sus dispositivos que tan cercano a la gente le permitía estar…:
– ¿Estás tonto? ¿A qué viene esto?
– ¿He dicho algo que no sea cierto? –contesté-.
– Pues… Espera un segundo, anda, que estoy hablando también con Ángela.
– ¿Esa que te tiene loco y a la que no conoces?
– Te pasas de listo, ¡hemos hablado mil veces por Skype, que vives en el Cuaternario! Además de otras cosas que no te detallaré porque soy un caballero –respondió Víctor mientras reía con picardía-.
– Sí, lo sé, me lo cuentas todo…
– Venga, Pablo, déjate de chorradas y termina de contarme tú lo de la chica esa.
– Vale, ya casi acabo. Pero me parece que no me has prestado mucha atención.
– Que sí, que sí, que estabas a punto de hacerme una confesión importante…
– Lo que trataba de decirte es que… yo soy Ángela…, pero también soy Pablo, Miguel, una vez fui tu hermana Bea y también algunos compañeros de trabajo. Siempre era yo.
– Pero qué dices, eso es imposible, es una locura… ¡Es mentira!… Porque es mentira, ¿no? ¡Dime la verdad!
– ¿Por qué te sorprende tanto? ¿Acaso tú te llamas Víctor?
– No…
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