En definitiva, nos une y nos distrae de la esencia más pura del ser humano.
Cuando tienes familia al otro lado del charco es un lujo disponer de nuevas tecnologías para poder comunicarte con ellos, pero cuando tu pareja es un «friki» de las tecnologías, hay que poner límites si quieres que permanezca a tu lado y no sólo de cuerpo presente.
Antes, puramente, el amor era ciego. Ahora, inevitablemente, desconfías del whatsApp.
Ver una peli en casa, con anuncios, era la mar de divertido. Nos daba tiempo a besarnos para ir a la cama y seguir jugando. Casi nunca terminábamos las pelis o creábamos nuestra propia peli y luego veíamos el final. Ahora en los anuncios, todo ha cambiado, juega a matar marcianos o a dar de comer a cerdos y a vacas de una granja que se ha creado; pero tranquila, que si eres tú quien mira el móvil, porque te ha llegado un e-mail, sobre qué te deparará el destino esta semana. ¡Es que no prestas atención y te pasas el día marujeando con tus amigas y vete a saber con quién más! Y si por algún casual, decides hacer un comentario con respecto a él y su inseparable aparato… ¡Es cuestión de vida o muerte, si las acelgas se pochan y las vacas no pueden comer, sus granjeros se arruinan!
Sabes, en ocasiones me alegro de haber retomado contacto, gracias a las redes sociales, con gente que ya no «existía» en mi vida, pero también pienso: si ya no existían, ¿por qué han de existir ahora? ¿Por qué he de conservar, en mi red social, a una persona que lo único que nos unió fue la escuela, el trabajo o una noche…? porque nunca se sabe, piensas, porque te da cosa borrarlo ahora, porque qué más da, si no molesta. Hasta que llega el día, en mi caso, que haces limpia y eliminas a unos pocos, pero muchos otros continúan y ni si quiera sabes por qué.
Cuando no tenía un chat con mis amigos, hablaba menos con ellos, pero los veía más. Antes cualquier excusa era buena para quedar, ahora nos lo contamos por chat. Y cuando quedamos, seguimos conectados al chat, porque hay dos que no han podido venir y hay que radiárselo por chat. Nos hacemos una foto, repetimos la foto, se la enviamos, nos etiquetamos, la publicamos y mostramos nuestra ubicación…
A veces me creo robot, porque nunca me he sentido tan vulnerable como ahora, como si pudiesen destaparme en cualquier momento, como si nos hubiesen robado la intimidad. Como si mi mundo dependiese de él, El Dios Tecnología.
Creemos que nos comunicamos mejor, pero en realidad, nos aleja. Antes interpretaba gestos, miradas y silencios, ahora interpreto emoticonos, puntos suspensivos, palabras mal escritas y auto correctores que corrigen cuando quieren y lo que quieren.
Ya no gasto saliva, ahora gasto teclas. Ya no miro a los ojos, ahora miro el móvil. Ya no leo cartas, ahora abro e-mails.
Verdaderamente, «todo» es más cómodo y fácil, pero personalmente, hay cosas que nunca deberían cambiar. Por eso cada noche me reencuentro contigo. Lápiz y papel en mano te escribo a ti, mi diario.
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