Nada, que no estaba, ya ha había rebuscado por todas partes, dentro del bolso, en el chaquetón, en todos los rincones del coche y seguía sin aparecer. Ya no sabía por dónde buscar, por más vueltas que le daba no recordaba donde lo podía haber dejado ni cuando lo utilicé por última vez.
Juraría que esa mañana lo había cogido antes de salir de casa para ir a trabajar pero luego no estaba segura si lo había vuelto a ver.
Lo que más pereza me daba era tener que llamar a la compañía para bloquear la tarjeta, tener que ponerme a buscar otro teléfono, aprender a usar uno nuevo con lo que me había costado aprender a usar el que tenía, con tanta tecla,otro menú, otra manera de redactar mensajes, instalar programas… era un follón y no me apetecía nada. Solo de pensarlo me agobiaba, por eso volvía a mirar una y otra vez para ver si lo encontraba.
Me convencí a mí misma de que podía estar sin él, al fin y al cabo no siempre había tenido teléfono móvil. Es verdad que me costaba entender cómo podía ir en el coche sin llevarlo, sobre todo con el carnet recién sacado, con los problemas que tenía para aparcar, la de veces que me perdía conduciendo… así que pensé razón de más para no necesitarlo, si antes habái sobrevivido, mas ahora que ya sabía aparcar y circular y aunque me seguía perdiendo, al final conseguía llegar a mi destino sin tener que llamar a nadie.
Mientras iba en el coche camino del trabajo, intentando arañar un poco del tiempo que había perdido en la búsqueda infructuosa, iba pensando en mi nueva decisión, “vivir sin teléfono móvil”. Iba desechando las pegas que mi pertinaz cerebro me iba enviando, podía vivir sin whatsup, y quedar con la gente para ver cómo estaban, también podía desayunar y comer, leyendo el periódico o mejor hablando con mis compañeros, hasta que llegue a: “y si pincho… o se avería el coche… y si tengo un accidente! Empecé a sentir ,que lo que yo creía era una firme decisión, se iba desinflando, poco a poco, como un globo. Encendí la radio para intentar distraerme, pero mi mente volvía una y otra vez al mismo pensamiento recurrente.
Por fin llegué al trabajo, tuve que aparcar más lejos de lo normal por el retraso que llevaba. Al entrar a la oficina mi jefe se abalanzó sobre mí…
-“Dónde estabas… llevo llamándote toda la mañana… es que no puedes contestar mis llamadas”-
Balbuceando intenté explicarle lo que me había pasado, tarde en conseguir que me escuchase tan alterado como estaba, pero al final lo conseguí. Mientras me sentaba en mi mesa pensaba que mi jefe era un exagerado… toda la mañana llamándome si solía había llegado… “no puede ser, ¡una hora y media de retraso! “ cómo he podido retrasarme tanto… es que no había mirado el reloj! Cierto que solía mirarlo en el móvil pero en casa tenía relojes y en el coche también… no se me había podido ocurrir.
Iba a llamar a mi marido para contarle lo que me había pasado fui a buscar el móvil pero enseguida me di cuenta de que no lo tenía. “Y ahora qué hago”, pensé “ya sé” llamaré desde el fijo… mierda… no puedo… no tengo, se me olvidaba que con los recortes nos lo habían quitado, que no era necesario, decían… JA. ”Bueno y ahora que, puedo pedirle el teléfono a algún compañero, seguro que Lola me lo presta, ¡pero qué más da!, si no me sé el número,” lo tengo grabado en la agenda del móvil” “Llamaré a casa a ver si no se ha ido todavía, ¡pero como no se va a ir, SI SON LAS 11 DE LA MAÑANA! Estará en el banco, pero tampoco me sé el número, Internet claro, el ordenador también tiene. Tan concentrada estaba en mis disquisiciones que no me di cuenta de que Lola me estaba llamando, cuando me gire, vi que Luis, se acercaba a mi sito, llevaba algo negro y pequeño en la mano… parecía…!no puede ser! “Mi móvil”
-“Te lo has dejado en casa está mañana, lo he encontrado al hacer la cama” dijo sonriendo
-“¿En la cama?”, dije sorprendida
-“Claro, cuando has apagado el despertador” dijo Luis.
Me quedé callada, se me olvidaba que también utilizo la alarma del móvil.
– “Gracias cariño, le dije respirando hondo. – “ Llámame a la oficina , pero solo si es algo urgente que no pueda esperar, dije, mientras apagaba el móvil y lo guardaba en la cajonera.
-“¿Tienes reunión?” me pregunto sorprendido, – “también, te he traído el cargador por si estaba bajo de batería “, añadió
– “No, no es eso, es solo que no quiero depender tanto de este trasto y por favor, déjame tu despertador a partir de hoy, o avísame tu que siempre te despiertas antes”
-“Nos vemos en casa”, le dije mientras le daba un beso y me dirigía hacía el despacho de mi jefe.
Me giré un momento justo antes de entrar en el despacho, para ver a mi marido plantado como un pasmarote mirándome con la boca abierta.
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