Eran las 8:53 de la mañana en el ascensor del rascacielos 蓝色的地平线(Blue Horizon) en la ciudad costera de Shangai. Fuera, en el exterior, el aire, no excesivamente sucio y con una temperatura de seis grados centígrados, envolvía la cabina de cristal nítido, sólo salpicado por pequeñas gotas que rezumaban en el interior debido a la diferencia de temperatura originada por la calefacción. Akame, una chica con una profunda sordera recientemente becada por una gran multinacional, subía al ascensor al que ha estado esperando durante 109 segundos y medio. Antes se buscaba la rapidez entre los ascensores para ahorrar tiempo. Sin embargo, el modelo Ki-114/Slow pretendía todo lo contrario, que los trabajadores fueran al trabajo sin prisas y disfrutaran del paisaje que ofrecía un rascacielos. Con todo, muchos opinaban que era una estrategia empresarial para ahorrar gastos en electricidad tras la última crisis energética. En el interior, Akame se encontró al hombre más bello que jamás hubiera visto. Él estaba de pie, firme, con una sonrisa falsa dibujada en su cara, generando una desconfianza atroz. Ella, como es costumbre, dio los buenos días y giró sobre sí misma para contemplar cómo se cerraban las puertas. ¿Por qué todos miramos hacia el mismo lugar en un ascensor? Supongo que la respuesta es la misma si nos preguntamos por qué nos sentamos mirando en la playa hacia el mar, aunque tal circunstancia sea infinitamente más poética.

Una vez a solas, el hombre le dirigió la palabra.

–  ¿Eres Akame?

–  Sí –mientras dudaba en si responder o no.

–  Seré breve, no tenemos mucho tiempo.

–  ¿De qué hablas?

–  Sé que estás trabajando en un nuevo material –comentaba lentamente el hombre en un intento de ser afable.

–  ¿Cómo lo sabes? ¿Eres espía de la competencia?

–  No, no –desmintió profundizando en su falsa sonrisa y generando aún mayor desconfianza en Akame-. Solo vengo para advertirte.

–  ¿Trabajas para algún servicio de inteligencia? –preguntó ella con miedo.

–  Que no, que no.

–  No me hagas daño –interrumpió ella alarmada.

–  Que no te voy a hacer daño. Solo he venido a advertirte porque en lo que estás trabajando vas a tener éxito.

–  ¿Cómo?-dijo Akame mirando hacia otro lado.

–  Que tendrás éxito. Lo llamarás Panaceno.

–  ¿Cómo sabes eso?

–  Sé muchas cosas, no te exasperes. Panaceno es un gran nombre, demuestra que tienes talento. Bueno, más mérito tiene lo que estás a punto de descubrir. ¿Qué puedo decir para que me escuches y confíes en mí?

–  ¿Sobre qué quieres advertirme? –inquirió Akame.

–  ¿Qué te mueve a investigar?

–  ¿Cómo?

–  Podríamos estar toda la mañana haciéndonos preguntas, como las cuatro últimas que hemos formulado entre los dos.

–  No te entiendo.

–  No te preocupes. Seré breve ya que solo tengo poco más de 30 segundos para irme.

–  ¿A dónde? No entiendo.

–  Te haré un imposible resumen histórico en pocos segundos. Casi todos los descubrimientos tienen una vertiente negativa. La piedra tallada servía para cortar alimentos y para matar a tu enemigo. La nitroglicerina servía para escavar en la piedra con el fin de encontrar recursos y para generar explosiones que matarían miles de personas, el plástico, al igual que el tejido VY5Tx, sirvió de medio para desarrollar nuestra vida, estaba en todas partes y generó una cantidad de residuos que tardaban miles de años en descomponerse -hizo una pausa al ver que Akame se tranquilizaba y suspiraba-. Sabes lo que digo. Vas a descubrir algo nuevo que cambiará el mundo. Tenlo por seguro. Como cada cambio positivo generará bienestar, al menos para algunos. Y con ello ahorrarás tiempo a muchos, generará empleo durante algunos años y será energéticamente eficiente en un principio.

–  ¿De qué estás hablando?

–  Sí, tal vez hable mucho. Solo recuerda que cada descubrimiento puede ser empleado para la guerra, la destrucción, para beneficio individual…

–  ¿Estás en contra de la tecnología?

–  Me tengo que ir.

–  Explícate mejor.

–  Minimiza los daños. No te vendas.

–  No te entiendo.

–  Entiéndeme. Yo también soy inventor y sé lo que te digo.

–  ¿Eres inventor y estás en contra de los descubrimientos? No comprendo cómo puede haber gente en contra de la tecnología. Jamás estaré en contra de las ciencias aplicadas. Yo nací sorda o casi sorda y gracias a la tecnología ahora puedo mantener una conversación contigo –respondió aceleradamente Akame.

–  Y gracias a ti dejarán de haber personas con dicha discapacidad. No me estás entendiendo.

–  Sí, te entiendo.

–  Yo soy inventor también, para eso fue diseñado.

–  Ahora me vuelvo a perder –dijo Akame con cara extrañada.

–  Gracias a ti yo seré construido.

–  ¿Qué?

–  Tú me diseñarás y construirás, y serás tú misma quien me mande a tu versión joven para que pulas todos los fallos y pormenores que tendrá tu invento. Los desequilibrios sociales y económicos que generará.

–  ¿Cómo?

–  Sí, vengo del futuro y he venido a advertirte.

Al llegar a la planta 85 y, en el instante en que sonó la campana avisando de tal hecho, el hombre, por llamarlo de algún modo, desapareció. Akame se quedó meditabunda, de hecho las puertas del ascensor Ki-114/Slow se volvieron a cerrar y comenzó a descender. Akame intentó recordar todo lo que le había dicho el hombre, su supuesta criatura robótica. Entonces una gota de condensación comenzó a correr por el cristal tibio e impulsó a Akame a reflexionar mientras oteaba el horizonte en su descenso.

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