EL DIOS, ¿TECNOLOGÍA?

EL DIOS, ¿TECNOLOGÍA?

Julian Pulgarin

13/02/2013

Combinar en una misma frase la palabra Dios y la palabra tecnología se puede ver como unir dos polaridades en una frase, algo aparentemente muy opuesto.  La propuesta de crecimiento económico planteada como modelo de desarrollo desde que se comenzó a hablar de capital o de capitalismo tanto para el individuo como para la familia, la ciudad, el país y la sociedad en general, parece haber llevado a la humanidad a un punto en el que la tecnología y su mejor aliado el mercado están en contra de todo lo que se puede entender como Dios.

De esta forma, vale explotar desmedidamente un planeta cada vez más agonizante, en pos de la masificación de la tecnología, el movimiento de un mercado, y el crecimiento de un capital para unos cuantos. 

En medio de todo esto, la naturaleza, la manifestación más directa y palpable de esa idea abstracta que llamamos Dios parece ser quien asume los costos de lo que paradójicamente parece ser la búsqueda del mismo Dios por parte de una humanidad, que gracias a la tecnología tiene más capacidad de estar con comodidad sobre el planeta que hace unos años, pero que no ha logrado dar más comodidad a su sentir sobre la vida, y es ese sentir sobre la vida lo que muchas formas de pensamiento del mundo llaman Dios.

Cabe entonces preguntarse ¿Qué o quien es Dios?  ¿Qué o quien es el ser humano? ¿Qué es la tecnología?  Son preguntas demasiado profundas para pretender escribir su respuesta, sin embargo, están ahí en la psiquis humana de la misma forma que el misterio implícito en un bosque se siente que esta ahí pero es demasiado profundo para plantearlo en palabras, un profundo silencio rodea el bosque mesclado con la presencia que implica toda la vida que ahí se desarrolla, y parece que la tecnología aleja cada vez más al hombre de ese silencio en medio del que se expresa Dios.

Apelando un poco el derecho al delirio que tenemos como humanos, se podría plantear que la tecnología es una de las máximas expresiones de la inteligencia y la creatividad humana, y que esa inteligencia y creatividad no es más que Dios mismo manifestándose sobre la vida a través del humano, el ser más cercano y más alejado de la divinidad en este plano terrenal.  Lamentablemente, la búsqueda de Dios por lo general  va encaminada a algo que está afuera del mí mismo, o a algo que está en un momento diferente al presente vivido, convirtiendo la realidad presente en un infierno privado para cada ser humano, desbordándolo a una carrera por adquirir un estatus, grandeza o tranquilidad en artefactos tecnológicos que le generan más comodidad instantánea, una dicha temporal; pero que a la larga terminan distrayendo de la verdadera pregunta a quien inicialmente estaba buscando la divinidad, la dicha suprema. 

Deberíamos entonces aprender al mismo tiempo dos ciencias.  Una ciencia objetiva, que va de la piel desnuda de cada ser hacía afuera, donde basados en un paradigma que se quiere resolver, se sigue un procedimiento para llegar a conclusiones y nuevos desarrollos; y una ciencia subjetiva que vaya de la piel hacia adentro, donde se aprovechan las partes más sutiles y poderosas de la enseñanza iniciática : la mitología y la alquimia.

En esta ciencia subjetiva, al igual que en la ciencia objetiva, se parte de un paradigma que se quiere trascender, y se hacen los procedimientos necesarios para fundirse con la experiencia desde lo más interior del ser humano. Creando así algo que podríamos llamar tecnología interna, una tecnología en la que se desarrollan cada vez nuevos productos, nuevos estados internos, nuevas formas de penetrar la realidad externa desde la psiquis, nuevos poderes para estar parado con dignidad sobre esta tierra sagrada, herramientas cada vez más sutiles, cada vez más cercanas a lo que cada quien considere como divino. Si la vida se ve como ciencia hacia afuera y como con-ciencia hacia adentro, el desarrollo tecnológico no tendría porque ir en dirección opuesta a Dios, la naturaleza o lo que sea que se entienda como divinidad, ya que la dialéctica Dios-tecnología estaría resuelta dentro de cada ser humano y sería el mismo humano, empoderado en si mismo quien reinara sobre el desarrollo, no el mercado.

Esta ciencia subjetiva no es nueva, lleva miles de años de desarrollo sobre el planeta.  Lo que urge es comenzar a verla como ciencia, con toda la seriedad, ética y disciplina que lo implica y conectar de esta forma el ser espiritual con el ser tecnológico.

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