Extracto de una tablilla Sumeria.
Encontrada en el templo de Enki, en la ciudad de Eridu.
Hacia el 5000 a.C.
“En aquellos días conocíamos a los dioses, pero su nombre nos era desconocido, sólo veíamos su poder manejando los elementos, y los intuíamos en las noches de cielo abierto, observando.
Ocurrió entonces, que estando en el poblado, los cielos se abrieron con gran estruendo, y una gran bola de fuego y luz bajó lentamente, como el vuelo de una libélula posándose en una caña de junco. Tuvimos miedo. Nos ocultamos en nuestros refugios. El viento se levantó y cerramos los ojos, hasta que el insoportable ruido cesó. Estábamos aterrorizados, pero inmediatamente sentimos sobre nosotros un poderoso soplo de calma y paz. El miedo desapareció, y salimos a ver que había pasado.
La bola de fuego y luz estaba frente a nosotros, estática, y junto a ella pudimos ver unos hombres. Eran como nosotros, parecían hijos de las tribus de Uruk, pero eran mucho más altos y fuertes que nuestro mejor guerrero, y brillaban como la pálida luna. Sin embargo, supimos que eran como nosotros y nos acercamos. Una voz sonó dentro de nuestras cabezas, y eran ellos, que hablaban sin mover la boca. Dijeron que eran los hijos de las estrellas, que nosotros eramos sus hijos, engendrados mucho tiempo atrás. Eran los dioses, y nosotros lo entendimos.
Las celebraciones duraron varias lunas, y conocimos sus nombres. Enlil, Enki, Namru y Asaru. Los ofrecimientos rituales fueron hechos junto con danzas. Mensajeros fueron enviados a todas las regiones de Kengi, y llegaron tribus de todos los asentamientos. Durante una sola luna, todos contemplamos como hacían surgir unas construcciones hechas de piedra del suelo, y ayudados por la fuerza del viento, que controlaban. Eran bloques tan grandes que ninguno de nosotros podíamos mover. Las llamaron torres, y colocaron sobre una de ella la gran bola de fuego y luz.
Durante mucho tiempo, permanecieron entre nosotros, y nuestro pueblo se hizo próspero y sabio. Enki nos trajo el conocimiento, y aprendimos la magia de la palabra escrita en piedra, la magia ancestral de los números, y de las estrellas. Nuestro pueblo se juntó con los dioses, y salieron hijos hermosos, herederos del linaje de Anu y de Uruk. Construimos templos en su honor, fueron adorados, y el espíritu de lo que fue, es y será se instaló sobre nosotros, como una túnica de piel cálida. Otras tribus se unieron a la nuestra, muchos viajeros de tierras lejanas nos pedían consejo…
(parte ilegible)
Finalmente, y augurando un futuro de triunfo para nuestro pueblo, se unieron en la gran bola de fuego y luz, y partieron de nuevo hacia su hogar en las estrellas. Enki marchó, y nos dijo que cuidaría de nosotros, sus hijos, que en el futuro volverá…”
El final de este párrafo es ilegible por la erosión. La transcripción ha sido hecha intentando mantener la literalidad del texto, aunque es inevitable que se haya tenido que adaptar algunas expresiones a la lengua actual para su correcta comprensión.
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