¡Oh no!, ¡no puede ser!, ¿cómo he podido olvidarme de él? ¡Dios! necesito saber dónde está, con quién ¿ahora cómo aguanto hasta esta noche sin verle?, ¿qué pensarán de mi? Todas estas preguntas y muchas más se me vienen a la mente mientras voy caminando hacia el trabajo, muy preocupada, con una sensación de desazón y angustia que no puedo con ella. Llego al trabajo y lo único que pienso es en que pasen las horas lo más rápido posible para poder encontrarme con él y poder explicarme y preguntarle. Espero que me deje hacerlo al menos. Miro la hora y el tiempo pasa muy lento, lo echo de menos, no sabes cuánto. Trabajo media jornada y parece que me he pasado días allí dentro. 

Sin embargo en: 5, 4, 3, 2, 1,… ¡Por fin! Ya terminé. Salgo del trabajo y me dirijo rauda y veloz hacia el coche y conduzco cual piloto de fórmula uno a sabiendas de que puedo tener un accidente, o peor, de que me pille la policía. Aparco mi coche y llego a casa en un suspiro. Al fin te tengo delante, al fin puedo tocarte amor mío, te prometo que no te voy a dejar jamás, ¡me haces tan feliz! Espera, de los nervios no recuerdo tu contraseña… ¡ah sí, ya me acuerdo! Bien, ¡mi querido móvil! perdóname, te has tenido que sentir tan solito… ¡Dios, se me había olvidado!, ¡tengo que darle de comer a Pou! No quiero que se me muera, ¡pobrecito! Me mirará, en cuanto abra la aplicación, con ojos de cordero degollado y me sentiré culpable. Si es que soy una irresponsable, pero no te preocupes, hijo mío, ya viene mamá al rescate y te da un poco de sushi de ese que tanto te gusta. Bueno, muy solito la verdad que no has estado: ¿150 mensajes en el WhatsApp? ¿Cinco llamadas perdidas? ¿Siete notificaciones en Facebook sin revisar? ¡Uff, qué agobio! 

De repente, abren la puerta de casa y es mi marido, ya llegó:

– ¡Hola, cariño! ¿Qué tal ha ido el día? – me preguntó.

– Pues no muy bien la verdad. He pasado un día de perros – musité. 

– ¿Por qué? ¿Te ha pasado algo malo en el trabajo? 

– Mmm, no, en el trabajo bien. Lo que me pasó fue que… espera, ¿qué es eso que tienes ahí? ¿Un regalo?

– ¡Sí, cielito! Lo vi y me gustó para ti. ¡Ábrelo!

– A ver,… ¡No puede ser! ¡El nuevo iphone! ¡Ahhhhh, te amo, te amo, te amo!

– Y yo a ti, mi vida – Sonrió.

– A ti también te amo, cariño, ¡muchas gracias! Mmm, a ver, ¿cómo funciona esto?

– Cariño, tengo otra buena noticia. ¡Me han ascendido! ¡Al fin soy el Director de Marketing!… ¿No me dices nada?… ¿Amor?…

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