Es un día como todos, no importa el año o el mes, el día de la semana o la hora, es un día como cualquier otro, un reflejo de la interminable existencia, un día que se remonta hasta nuestros antepasados se extiende en el presente y se pierde en el futuro, un día que se ha repetido desde el inicio de la creación una y otra vez desplazándose a través del inalterable infinito, pasando tan lentamente que parece no pasar

 Abro los ojos y la lucha comienza – esta batalla que se inició desde aquel y este día, cuando decidimos abandonar la tranquilidad de la luz, cuando decidimos iniciar el transitar en las tinieblas; fue preciso descender a la humillación del infierno para tratar de comprender la exaltación de la luz- las sabanas se aferran al cuerpo como entidades vivientes que rehúsan soltarme, a lo lejos se escucha el canto de un ave –Un momento!– digo en voz alta para recobrar por completo el estado de vigilia –ese no es el canto de un ave real!– ahora me recuerdo, percibo el cuerpo y los pensamientos, me pregunto quién soy y que hago de nuevo en este tartarus; entonces escucho la voz de mi conciencia ratificándome su descenso y la lucha contra mí misma. Aún no amanece y los ataques continúan –no debí dejar el celular conectado a la red!– digo amonestándome pero sin poder resistir el llamado tentador de esos cantos. Como Ulises seducido tras el canto de las sirenas, así viajo desde las notas en mi muro hasta las noticias más recientes; soy llevada en hipnosis desde la cama hasta el sofá, desde el celular hasta la computadora

 Y así comienza el batallar de la antítesis: ser o no ser, publicar o no publicar, compartir o no compartir, dar o no dar “like”

Lucho por no perderme a mí misma en ese mar de información, así que pregunto fríamente: Qué buscas? Tal vez el sufrimiento de un enemigo alegrará tú día? La felicidad de algún amigo hará más tolerable tú existencia? Qué pretendes al publicar? Ser elogiada por alguna frase sublime? Recibir indulgencias al confesar tus pensamientos? El tan anhelado “like” símbolo de complicidad y aprobación, ese “like” que te brinde la absolución total, la misericordia que demanda tu atormentada alma? A veces solo quieres corregir a alguien; hacerle notar que confunde pasión con amor, pedantería con sabiduría. Al final nunca etiquetas y la frase termina siendo un sermón generalizado que nadie toma personal, ni siquiera tú misma (ciega tratando de guiar a otro ciego)

Las respuestas confirman la acción de mis enemigos internos, y que nada edificante puede salir de sus vanos deseos. Ante esta reflexión recuerdo que debo eliminarlos. Pero –cómo voy a hacerlo si sigo pegada a la computadora y en pijama?– Es el comentario de un primo el que golpea mi conciencia y me regresa a mi realidad; “No entiendo! Estudio, trabajo, hago deporte, y no recibo más que reproches ¿qué esperan de mí? Me sermonean pero sus actos son peores Estoy harto de esta falsa sociedad”. Llevo tiempo viendo comentarios similares en su muro así que decido visitarlo

Llego a su casa y me sorprende la jovialidad con la que me saluda, busco algún indicio en su mirada, trato de tocar su hombro y brindarle una sonrisa que lo anime a platicar; quizás no sobre el dolor ante la impotencia y la falta de reconocimiento ni sobre su incertidumbre ante la vida y sus contrastes, sencillamente conversar; pero él esquiva mi mirada y evita mi mano en su hombro, con la mirada baja se dirige al microondas saca una sopa instantánea y entra a su cuarto a jugar Xbox

Ya en casa reflexiono sobre su actitud y otros comentarios similares que he visto en demás familiares y amigos, entiendo ahora que así sean mis parientes más allegados o mis amigos más preciados visitarlos sería inútil, pocos son los que realmente quieren hablar de esos temas en persona, mucho menos querrán dialogar sobre los misterios de la Divinidad o la Búsqueda de Sí Mismos

Ellos ya no necesitan ningún Santuario, ningún Dios, ni fe o feligreses que los apoyen en su lucha, las prácticas de meditación son consideradas innecesarias

Su Diosa es ahora la Tecnología actual: la que nos alimenta a través del microondas ó maquinas expendedoras, nos brinda sonrisas y diversión a través del televisor, y nos educa a través del internet o audio-libros. La que nos sumerge al Samadhi con tan sólo poner los audífonos a todo volumen ó nos transporta al Nirvana mediante la ascensión de niveles en el Xbox. Y si en algún momento se llega a escuchar esa tenue voz que muere en el interior, esa voz que recrimina nuestras faltas, nuestras dudas no resueltas, nuestro trabajo interior no hecho, etc., basta con ir al confesionario llamado facebook para recibir la remisión de nuestros pecados, los “like”´s o comentarios que sosieguen a esa escandalosa vocecilla

De manera que la lucha es continua y aquí en el infierno no hay tregua, es necesario ser vigía constante de uno mismo, recordarse para no extraviarse en el laberinto de tentaciones que ofrecen los falsos Dioses. No dejar que aquella voz se extinga, ella nos susurra que la tecnología no es una Diosa, sino una espada de doble filo: útil en la lucha contra uno mismo si sabe utilizarse sabiamente, pero un peligro inminente si nos enajena con sus asombrosos hallazgos y dejamos que nos sumerja al averno de nuestras bajas pasiones y defectos (lujuria orgullo ira pereza codicia envidia gula)

La mañana termina y en pocas horas he de caminar entre el fuego luciférico de la “Diosa” Tecnología una vez más, he de utilizar sus mágicos artificios para sacar a flote el trabajo terrenal, pero cuidando de no quemarme, de no olvidar mi trabajo interior. Si sigo en recuerdo de mí quizás conquiste algunas batallas y logre descifrar una parte del misterio de mi existencia, sé que se esconde en algún minuto de este perpetuo día

Por ahora decido apagar todo y sumergirme unos instantes en el hermoso silencio de mi verdadera realidad. Afuera, entre las tinieblas, el día sigue extendiéndose en forma infinita, mientras en mi interior es apenas un pestañear

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