Quiero conocer en persona…

Quiero conocer en persona…

Yo vivo en el apartamento uno… y mi seudónimo es Alfa. Ella vive en el apartamento dos… y su seudónimo es Beta. Tal vez, una ecuación casual en la planta baja, de este edificio salpicado, con pasillos y banderolas.

No somos agentes secretos, tampoco informantes de la policía. Solo somos vecinos en la  soledad, que chateamos, de ordenador a ordenador, en pocos metros, todas las noches. Solo somos dos individuos, que a pesar de estar separados apenas por una pared lindera; y además de estar conectados en un vinculo social, online, hace ya casi un año… nunca nos conocimos en persona. Nunca. Ni siquiera por casualidad… Ni siquiera algún feriado o domingo… Ni siquiera a través de una cámara Web. Y tanto ella como yo, somos responsables de esta contradicción moderna. Porque ninguno de los dos, ponemos fotos personales en las redes sociales, en las cuales… nos conocimos… accidentalmente.

Pero todo tiene un límite, ya que la curiosidad desespera a los anónimos. Así que no aguante más, una noche, y fui a golpear su puerta cuando la vi conectada. Esperando que salga. Y lamentablemente, solo recibí un difícil silencio, que después justifico escribiéndome en mi pantalla, una excusa tonta, subliminal y directa negativa, de no vernos las caras.

Sin embargo, entre esa mujer y yo, hay una química especial; pues se dilata cuando nuestros teclados minados de polvo, en madrugadas amorosas, que nos acercan, disparan archivos con poemas sutiles. Es por eso que implemente, una nueva intentona de por lo menos conocerla de otra forma. Y aposté una videocámara, de circuito cerrado, facilitado por el Dios Tecnología, en el umbral de mi portezuela, del lado de afuera, para verla estampada en las grabaciones, mientras yo trabajo todo el día.

Pero otra vez maldita fue mi suerte; pues ella, se maneja con mandaderos, solicitados por Internet, que le traen todo; porque en los videos queda claro, que solo un brazo sale de su departamento. Ni siquiera asoma la cabeza…

El interés hundido en mi pecho, me llevo a mensajearla, groseramente, si era alérgica o muy fea. El interés hundido en mi pecho, recibió de ella, un jajaja y un “nada de eso”, que dejo sin explicaciones a mis cuestionamientos por la red. El interés hundido en mi pecho, vomito una última solución que tenía que ver con la negligencia. Que tenía que ver con la solidaridad más allá de los enchufes y los cables. Que tenía que ver con una trampa. Y la puse en marcha, con mi interés esperanzado en buenos resultados, pasado unos días.

Le escribí que me sentía muy enfermo, aquella mañana de febrero. Que no tenía fuerzas para levantarme de la cama. Que no tenía quien me hiciera un te. Que no tenía, tampoco, quien me diera medicamentos. Y entonces hice la pregunta para corroborar nuestra amistad por facebook. “Mi querida Beta” ¿tu podrías venir a mi departamento un ratito?

¡Claro que si mí querido Alfa! ¡Claro que si! (contestaba en el Chat la mujer) Dame unos minutos que te preparo eso y estoy por ahí…

Esa respuesta, me llevo rápidamente, alegremente, a desconectar la cámara de vigilancia, a dejar desatrancada mi puerta, para que pase en confianza cuando viniera.

Me acosté en la cama y tape mi cuerpo desnudo con la manta térmica, ansioso de que sonara el timbre musical, anunciando, al fin conocerla. Y sonó… claro que sonó. El maldito timbre sonó. Para matar mí desgracia. Y le dije que pasara, que estaba abierta la puerta…Pero lo único que entro en mi casa, fueron los segundos de espera, sin que nadie los acompañara. Así que me levante porque pensé que ella, no ingresaba, pues capaz que le daba vergüenza. Pero no… cuando llegue, no había nadie en la entrada. Solo mi insatisfecha mirada de sorpresa… que no paraba de asombrarse, al ver en el piso, una hermosa taza floreada, con ese te caliente, el limón en su costado, un blister de aspirina y una tarjeta rosa, con un beso marcado de lápiz labial, bien morado, que dejo allí para mi… Beta.

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