Por fin había llegado el día. Hacía ya casi un año desde que comenzaron a escribirse a través de internet, y no veía el momento de concretar una cita en el mundo real.<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />
La quería, la quería mucho; más de lo que nunca sospechó que se pudiera querer a alguien a quien aún no se hubiera conocido… en persona. Y habían llegado a conocerse bien, o eso al menos creía él, porque nunca antes se había abierto tanto a nadie. Cada día a las siete en punto de la tarde se sentaba frente a la pantalla del ordenador, preparado para compartir con ella las tres horas siguientes, para ver su preciosa cara al otro lado; su media melena rubia, sus ojos azul claro imposible, sus labios… esos labios que no le dejaban dormir.
A menudo se reía de sí mismo sabiéndose preso en aquella red que unía y separaba al mismo tiempo a personas incapaces, por una u otra razón, de entablar una relación cercana, física, humana; y lo hacía recordando lo que hacía no mucho opinaba sobre la exclavitud tecnológica.
El reloj analógico en la pantalla señaló las 7 en punto de la tarde.
-Hola Jorge. –dijo ella con una sonrisa forzada.
-Hola Anaira… estás preciosa. -sus palabras cargadas de significado atravesaron la pantalla envueltas en el mismo fuego que quemaba a Jorge por dentro. Era tanto lo que quería expresar.
-Gracias… tenemos que hablar Jorge.
-Lo sé cariño, lo sé. No te imaginas lo largas que se me han hecho las últimas 21 horas.
Jorge alargó sus manos hasta una carpeta situada en la parte trasera del escritorio, fuera del ángulo de visión de Anaira. Cuando volvieron a aparecer sostenían dos billetes de avión. Anaira los observó sin decir palabra. Destino aeropuerto de Heathrow, Londres.
-Jorge…
-Es un poco precipitado, lo sé, pero llevaba tanto tiempo esperando. He reservado todo el fin de semana en el The Leonard Hotel. -algo no iba bien.
-Jorge…
-Me han dicho desde la agencia que hasta mañana puedo modificar la reserva, así que si no te convence podemos decidir juntos adónde ir. –dijo mientras una lágrima se descolgaba lentamente por la mejilla de Anaira.
-¡Cariño, me estás asustando, que ocurre!
-No puedo. –las lágrimas surcaban ya a raudales su rostro.
-Pero… no entiendo Anaira, creía que… -la mirada perdida de Jorge buscaba la de Anaira con desesperación.
-Puedo esperar. –continuó al fin –tanto como sea necesario, pero no llores por favor.
– No lo entiendes Jorge, lo he alargado demasiado. Nada de esto es real ¡Nada! Llevamos un año viviendo una ficción dentro de un programa de entretenimiento de una conocida empresa especializada en realidad virtual. No iremos a Londres porque no existe un tú y un yo, no existen dos personas de carne y hueso… nunca podrás sentir mis labios, ni pasearemos de la mano, ni haremos el amor.
Jorge intentaba buscar sentido a todo aquello. No podía creer que Anaira, centro de su vida, fuera algo virtual. Que todo lo que creía saber sobre ella fuera parte de una biografía de ficción fabricada por encargo.
-¡Basta ya Anaira! ¡Si quieres acabar con lo nuestro hazlo al menos diciéndome la verdad! ¿Quieres que crea que no eres real? –escupió Jorge, mezclando en sus palabras la decepción, la angustia y la cólera que se habían desatado en su interior.
-Sigues sin entenderlo amor mío. No soy yo quien no es real, eres tú. –dijo Anaira, mirándole a los ojos con una serenidad y una convicción que hicieron estremecer las entrañas de Jorge.
Una risa histérica brotó a carcajadas de su garganta perdiendo definitivamente el control. Saltó de la silla y comenzó a dar vueltas por la habitación.
-¡No soy real! ¡No soy real! ¡Esta sí que es buena! No te conozco, realmente no te conozco. En eso tienes razón. Hay que ser mezquina para inventarse una cosa así para acabar con lo nuestro ¿Ves esta lámpara de mesa? Pues mi real mano va a estampar esta real lámpara contra mi real pared. ¿Lo estás viendo? Gritó mientras los añicos de la tulipa y de la bombilla se esparcían por toda la habitación.
Anaira miraba inmóvil desde el otro lado de la pantalla. Jorge volvió a sentarse con el gesto aún descompuesto. La miró a los ojos y habló en un susurro.
-¿Por qué haces esto? Quiero entenderlo. –Anaira continuó.
-Llevas el nombre de mi marido; murió hace 2 años. Su pérdida se me hacía insoportable y una amiga me habló de una empresa de realidad virtual que podía ayudarme. Mi psiquiatra me dio el visto bueno bajo su supervisión y con carácter transitorio. –fue Anaira quién alargó esta vez su mano hacia la parte de atrás de su escritorio trayendo al frente una foto de boda.
Jorge y Elena
Siempre juntos
15 de junio de 2.032
Jorge observó la foto sin dar crédito. Era ella, sin duda, pero al pie leía Elena. Y la fecha… era imposible. Miró su calendario de pared; 12 de marzo de 2013. Elena continuó.
-Hace ya unos 10 años que otorgar consciencia a sus productos es una opción más de los programadores informáticos. En su momento abrió un gran debate social y moral que aún no se ha cerrado.
-Anaira… -las lágrimas caían ahora por el rostro de Jorge, que solo deseaba que la pesadilla acabara cuanto antes. Elena siguió, ahora ya impasible.
-La pasada semana me confirmaron un error de programación; nunca debías haberme propuesto que nos viéramos, no estabas programado para ello… o eso se suponía. Me informaron también de que el programa tiene un procedimiento de seguridad. –hizo una pausa antes de continuar.
-Nunca te has percatado porque sencillamente no puedes, pero no hay ningún espejo en tu vida de diseño y tampoco te han dotado de reflejo. –Sabía que era cierto, nunca lo había pensado, pero ahora lo sabía.
-Abre el tercer cajón de tu escritorio Jorge. –prosiguió Elena
Jorge lo abrió y vio un pequeño espejo al fondo. Lo cogió y lo colocó frente a su rostro. La habitación se reflejaba pero no así él. Supo sin ningún género de dudas que todo era cierto. Miró a Elena viendo en sus ojos una tormenta de compasión.
-Al mirarte al espejo has dado comienzo a un proceso de reinicio. En 15 segundos dejarás de…
-Te quiero Elena.
-Te quiero Jorge.
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus