_ Mírame cuando te hablo, por favor.

 _ Te estoy escuchando_ le respondió él, con su actitud laxa y condescendiente.

 _¡No! – dijo ella tajante. Quiero que dejes tu Smartphone encima de la mesa y que me mires. Y te aviso de que va para rato.

_ No me asustes. ¿De qué se trata?

 _Sabes que, con los recortes, apenas si llegamos a fin de mes. No te asusto. Pero veo  que ,a pesar de prescindir de Dora con lo que nos costó a los dos, y  la falta que nos hace, porque la casa está hecha un asco, que no quiero ni pensar el sábado que nos toque la cena , y…

 _ Pues no lo entiendo- dijo Manuel , sin dejar que la disertación de su mujer acabase en la típica discusión de si yo hago más, que si ya no colaboras – Ya no compramos el periódico; dejamos de estar al día en cine. Sólo compramos ropa y calzado necesarios ¡ y para Enric y Marc, que no paran de crecer!

 _Sí- continuó Marisa con la argumentación de Manuel – Y sólo vamos a la pelu de uvas a peras, cuando ya me da vergüenza ver mi autopista encima de la cabeza y vuestros caretos, que ni os reconozco.

 _Va, no exageres, que no es para tanto.

_¡Sí lo es!- Claro, vosotros, los hombres, si tenéis canas, resultáis interesantes; en cambio, nosotras, somos viejas.

   _ Bueno, bueno – cortó Manuel.  A lo que íbamos. Di. ¿Qué has pensado?- Y, cambiando su actitud con un tono más cariñoso, añadió:

_ A ver esa cabecita tan activa y eficiente qué ha decidido esta vez.

Ella empezó a sentir que ya lo tenía en su punto para poder convencerle de algo tan trascendente en sus vidas. Lentamente iba acercándose a él y, acariciándose los cabellos, le dijo:”Pues, he pensado, que quizás tu padre”…

_¡Mi padre!- espetó Manuel – ¿Qué tiene que ver mi padre? ¡No quiero llevarlo a otro Centro; ése es el que él eligió, y se siente bien allí. No quiero defraudarle; bastante hizo por mí, sacrificándose para darme  una vida como ésta, como la que tenemos, que ya quisieran muchos!

 _Pero, si todavía no he terminado. No te pongas así. Manu, por favor te lo pido, escúchame un momento – intervino Marisa intentando calmarle.

 _No me puedes pedir eso – continuaba Manuel, aunque con una voz más relajada – Lo sabes ¿verdad? De sobra lo sabes. No puedo confesarle que nosotros le ayudamos a cubrir sus gastos.

Cuando Manuel cerró su boca, de sus ojos caían largos lagrimones y su sudoroso cuerpo estaba temblando.

_ No, tonto .Venga Manu , eso ya lo sé _ le hablaba Marisa zarandeándolo amorosamente. Pero – continuaba ella vacilante, porque no  sabía cómo decírselo sin herir su  gran sensibilidad – he pensado que, si le decimos  que somos nosotros los que necesitamos su paga, seguro que viene contento de poder aportar su granito de arena a sus queridos nietos y a su amado hijo. ¿Qué te parece?

Manuel no contestaba. Quedó enmudecido y todavía un tanto herido.

_Sólo te pido que lo medites. Y, por supuesto, si no quieres, no – añadió Marisa. 

Cuando el padre de Manuel subía con su hijo en el ascensor, coincidieron con un chico de unos veinte años.

_Buenas tardes, chaval,¿ a qué piso vas?

Y quedó esperando su respuesta, porque el chico ni siquiera les miró. Tecleaba  su móvil sin cesar, con sus largos y ágiles dedos. El señor Nelo miró extrañado a su hijo, observando que éste le devolvía un gesto simpático, aunque incomprensible para él.

Cuando el chico salió del ascensor, Manuel, adelantándose a la típica observación de los mayores de que “¡hay que ver, qué modales!”, informó a su padre que el chaval no podía en ese momento dedicarle su tiempo, habría perdido mucha puntuación, o incluso la partida entera. ¡Quién sabe!

_¡Ah! – musitó el señor Nelo como único comentario.

_¡Hemos llegado! – gritó Manuel, dejando las chaquetas en la percha

de la entrada.

Marisa salió a recibirles con la misma alegría de siempre. Se llevaba bien con su suegro.

_¡Hola papá! – gritó emocionada con los brazos abiertos. Desde que se conocieron existía entre ellos cierta complicidad.  

En ese mismo instante salía el pequeño de su habitación y, dirigiéndose hacia su abuelo, le dijo: “¿quieres que te enseñe mi nuevo video juego?”, empujándole  hacia su habitación.

Estaba mirando absorto aquellas imágenes tan reales, que manejaba su nietecito con una habilidad pasmosa, cuando apareció Marc, el nieto mayor:

 _¡Hola abuelo! Qué!, ya te has enganchado al nuevo jueguecito? y, dándole un beso, le dijo:” tengo que enviarle este trabajo al profe ahora mismo “.Y se metió en la habitación de enfrente.

Durante la cena, el abuelo intentaba contarles algunas de sus vivencias en el Centro de Mayores; pero le estaba resultando realmente difícil seguir su discurso de forma coherente, pues se perdía cada vez que sonaba un “prriinn”, “ring”, “pio, pio”; – “es el mío, disculpa abuelo”- o – “es para mí, será Lluïsa”.

_¿Cómo te sientes con un D.A.I. en tu cuerpo?, se interesó Marisa, al verlo un poco desatendido.

_¡Uy! – contestaba rápidamente el abuelo – estoy hecho un chavalín. El único inconveniente es que no puedo acercarme a ciertos aparatos y que de vez en cuando me pita alguna puerta; pero, por lo demás, ya ves, como nuevo.

_ Bueno, aquí estarás solito unas cuantas horas por las mañanas; pero no del todo, porque los Servicios Sociales te han instalado un servicio de tele asistencia y, si necesitas cualquier cosa, aprietas el botón  y hablas con ellos de lo que quieras 

 _ ¡Cuántos avances, Dios mío, y qué rápidos!- respondía el abuelo entre sorprendido y admirado.

Su hijo, al verlo tan interesado, mostrándole su Smartphone, le explicó:”papá, esto no es un simple móvil con cámara incorporada. No. Es un ordenador completísimo. Todo mi trabajo está aquí. Tengo el mundo en mis manos.

 _Yo uso éste que me diste – comentó el abuelo mostrando su móvil.

  _ ¡Menuda reliquia! – exclamó Marc.

_ La reliquia de un nuevo dios – dijo el abuelo.

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