Tiki tiki…. tiki tiki….
El sonido te provoca escalofríos. Lo miras desesperada, mientras sus dedos corren veloces por las teclas y los destellos de la pantalla anuncian cosas que, sinceramente, no te interesan. Pero él sigue ahí, pendiente de cada emisión, de cada detalle, como absorbido por la aparente muestra de brujería que emana de la pantalla.
Llevas horas ahí encerrada, tiritando de frío, sin que te dirija una palabra. De vez en cuando voltea y te lanza un beso distraído, como si nada más de eso se tratara. Lo odias, a él y a su máquina del demonio, que poco a poco va sorbiéndole el seso y ocupando el lugar privilegiado en sus pensamientos… El lugar que te correspondía a ti.
Su madre pensó que la necesitaría para el trabajo y como de costumbre, la bruja entrometida logró perjudicarte.
Tiki tiki…tiki tiki…
Al principio no era así, simplemente la miraba, la encendía un rato, jugaba con ella y la apagaba, no entendía mucho. Era otro más de sus regalos caros, del que pronto se cansaría. Pero pasaron los meses, llegaba directamente a ella, sin una palabra cariñosa, un beso o una caricia, la vida como te gustaba, cuando tú lo adorabas y él te quería, fue cambiando lentamente, hasta que, de ser su adoración y el motivo de sus palabras de amor, te convertiste en el objeto olvidado. Terminaron las tardes paseando en las calles nevadas, los días de campo en el parque de la esquina… Todo por su obsesión con esa estúpida computadora. Lo intentaste todo, esperarlo en la puerta, llorar a sus pies, ignorarlo durante horas… Nada le importó.
Él dice que es trabajo, que deberías dejar de recriminarle porque tanto él como tú comen de los trabajos que salen de esa máquina… Pero tú sabes que eso es mentira, que estar ahí sentado se ha vuelto una obsesión. La semana pasada, en tu desesperación, arrancaste los cables. Se limitó a conectar todo de nuevo y te puso una paliza que no te dejó pararte en una semana. No entendió que tu dolor y sensación de olvido era cada vez más grande.
Tiki tiki…tiki tiki…
La noche es tormentosa, el viento aúlla y la lluvia golpea los cristales como enfurecida; pareciera que ambos entienden como te sientes. Un relámpago ilumina la oscuridad que ha llegado segundos antes y lo escuchas gritar de rabia. Te encoges bajo las sábanas esperando que no desahogue su furia sobre ti; pero el se limita a salir de la habitación hecho una furia, gritando maldiciones. Lo sigues escaleras abajo, temerosa de que se lastime en la escalera. Se encuentran en la cocina. Te acercas y te pegas contra él, amorosa, tierna. Pero no te responde. De repente, ambos se enredan y él tropieza. Escuchas el sonido de su cuerpo al golpear contra el piso de mármol y sientes un puntapié en el vientre.
Lo sigues gimiendo y la puerta de su habitación te da de lleno en la nariz. Aúllas y arañas la puerta, ladras, suplicas. Chillas como una desesperada y un zapato de golpea el lomo… Te acercas suplicante, con las patas dobladas, recibes otra patada y te escondes en un rincón…
Han pasado unos pocos minutos cuando la luz regresa. Un grito de júbilo y la puerta se abre. Te acaricia, como pidiendo perdón y regresas a tu lugar sobre la cama, aunque temerosa de que vuelva a enojarse contigo. La luz de la pantalla vuelve a encenderse y en la habitación, superando el ruido de la tormenta y tus gemidos lastimeros, se escucha nuevamente el maldito tiki tiki… tiki tiki….
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