Me acosté incómod, madito Windows ocho, maldito facebook, maldito twitter, maldita tablet, maldit celular, en pocas palabras maldita tecnolgía. Me quedé dormido maldiciendo nuestra dependencia hacia la tecnología y con nuestra me refiero a la humanidad.
La mañana siguiente ocurrieron cosas muy extrañas, la alarma de mi celular no sonó, aunque al ver la pantalla aparecía como si hubiera sonado a las 4 y treinta como de costumbre y que había replicado cada diez minutos hasta las 5:30 (hora a la que me levante), caramba me parece difícil pero quizá fui yo el que no la escuché.
Descendí por el ascensor hasta hasta el sótano 2 donde esta mi lugar de estacionamiento, no me di cuenta de que el trayecto había sido mas largo hasta que bajé seguro de estar en el piso S2 solo para darme cuenta de que estaba en el piso S4 el de conserjería, eso era algo malo puesto que la puerta del elevador en ese piso no podía ser abierta sin la llave de conserjería y para acabarla no se veía nadie cerca que me pudiera prestar su llave.
Parecerá tonto pero sentía que iba perdiendo dos a cero contra Samsung, mi Galaxy y el ascensor, bueno que le vamos a hacer, subí por las escaleras corriendo solo para encontrarme con una puerta, de acceso al sótano dos, cerrada con chapa electrónica de marca Seguritec. Tuve entonces que bajar un piso para poder acceder por la puerta Manual del piso S3 y luego subir por la rampa hasta mi coche.
A unos metros de llegar a mi vehículo apreté mi llave para que se abrieran los seguros pero en lugar de eso se activo la alarma, duré algunos minutos para hacer que dejara de sonar. Finalmente emprendí mi odisea, a medio camino parece que la computadora de mi coche se volvió loca, los ABS marcaban error, la temperatura del motor era muy alta y señalaba que las bolsas de seguridad estaban activadas, las luces de cortesía prendían y apagaban solas pasaron tres minutos en este caos cuando el coche se apagó por completo.
Quise llamar a la asistencia en el camino desde mi teléfono móvil pero, si, adivinaron, no había red. Caminé 8 cuadras hasta el mas cercano teléfono de monedas y pedí auxilio. El hombre de asistencia en el camino solo tuvo que girar la llave y el auto encendió.
Después de toda una travesía llegué a mi trabajo y las cosas parecía que iban a ser normales. Había terminado de escribir los tres reportajes que me pidieron para la revista turística en la que trabajo y en el momento de subirlos a la red para que los leyera el corrector, extrañamente desaparecieron, busque por todos los atajos en todos los discos duros entre a las computadoras con las contraseñas de mis compañeros e incluso pedía ayuda de los ingenieros para hackear algunas cuentas y nada funcionó mi información se había perdido.
Todos me miraron con extrañeza al verme sacar una vieja maquina de escribir que estaba en el área de café y ponerme a escribir en ella, el jefe me regaño me dijo que ya era suficiente de ser excéntrico, mis compañeros se rieron y mi suplicio terminó hasta que lo chica de critica de cocina aceptó, no sin reírse de mi, copiar mis hojas mecanografiadas y subirlas a la red para poder terminar mi trabajo, esto claro después de negociar un poco aceptando como pago mi almuerzo y una invitación a salir( ella es horrible y tiene mas de 50 años).
Ya no contaré cuantos encuentros mas perdí contra la tecnología, semáforos, cajeros, gasolina, todo estaba en mi contra como en esa novela de Stephen King, pero solo era contra mi como si existiera un ente un Dios de la Tecnología que me hubiera escuchado hablar en su contra.
Llegue a mi casa levante las manos para pedir perdón y …
Cuando desperté al día siguiente todo había vuelto a la normalidad, besé mi lap-top, acaricié mi celular y dí gracias por la maravillosa tecnología que existe.
fin
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