– Necesito que te tranquilices – Dijo la enfermera.
El Hombre gritaba, tronaba timpanos a su paso, el dolor era insoportable. Todos los empleados del hospital miraban con susto y panico como El Hombre podía soportar tanto.
El reloj marcaba 2:00 am., y apenas habian comenzado la operación, la tarea medica era abrumadora.
Entiéndase lector, que El Hombre estaba falto de extremidades y con la cara destrozada. El tiempo pasa… y cura toda herida; esta no fue la excepcion.
El Hombre ya acostado en su sofá, con piernas, brazos, ojos y cerebro postizos, hechos de frío metal, con la mas alta tecnología.
– Podríamos intentar el proyecto en este pobre diablo –
– ¿Pero si sale mal? –
– Ya se investigó el expediente, no tiene familiares, ni amigos, es un nobody. –
– ¿Entonces estamos de acuerdo? –
– Si – dijeron al unisono.
– Bien, comiencen la operación. –
Despertó el primer día y lo primero que vio fue el televisor, convirtiese este aparato en su salvación y medicina psicológica. Una lavadora de cerebro amigable.
Toda información estaba en japonés, El Hombre se preguntó que hacía en esa habitación. Cada movimiento que hacía su cuerpo emitia un sonido mecánico, inorganico.
Quiso dormir un poco, mientras cerraba los ojos, la puerta de la habitacion fue abierta. Varios hombres entraron, cargaron al paciente y lo llevaron a una sala de conferencia.
Miles de personas veían entusiasmadas a El Hombre, a el paciente, un nuevo logro tecnológico. Todos aplaudían, como sus gritos iniciales, estos aplausos eran ensordecedores.
Su consciencia humana seguía allí; su cuerpo entero era robotico.
Un organizador de el evento, anunció: Les presentamos el primer androide con inteligencia artificial.
El Androide aprendió a olvidar su pasado humano. Sus ojos eran distantes. La tecnología lo carcomió.
Inició la producción de androides con Inteligencia Artificial.
Los encargados, inventores de El Androide, disfrutaban su fortuna, un Inventor encendió su puro, mientras El Androide sostenía su cenicero.
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