Hace poco màs de dos años quise compartir con mis familiares y amigos un recuerdo de mis ya lejanos años de estudiante por lo que les enviè las siguientes lìneas:
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Al paso de los años mis neuronas se van reacomodando y con el deseo de que valoremos la salud y felicidad que seguramente nos dará el Año Nuevo, les comparto una vivencia de mi ya lejana juventud.
Un abrazo.
JLLC
En la escuela Vocacional 4 en el D.F., donde estudié hace ya muchos años, me llamaban la atención grupos de estudiantes foráneos que aparentemente sólo paseaban sin pena ni gloria por la escuela. Yo vociferaba con el grupo de «saca-dieces» al que pertenecía, qué era una vergüenza que esos muchachos vinieran de tan lejos a perder el tiempo y para apenas sacar las calificaciones mínimas o bien para presentar cotidianamente exámenes Extraordinarios o a Título de Suficiencia. Incluso uno de ellos, uno de apellido Pichardo, me ganó “injustamente” una regla de cálculo, que puso a concurso el profesor de química en base a un examen sorpresa. Una semana despuès y antes de entregar el premio, el ingeniero Robledo (así se apellidaba el profesor) preguntó: -¿Quién es Lujambio?, y yo me puse de pie muy orondo casi estirando los brazos para recibir mi trofeo. El ingeniero Robledo, me miró y luego preguntó: y ¿quién es Pichardo? Después del examen visual, a que Robledo nos sometió a ambos, le dijo a todo el grupo: el ganador es Pichardo. Yo me sentí humillado pues sabía que mi examen era de diez y en todo caso debía de haberse declarado un empate.
Al paso del tiempo, cuando tuve oportunidad de conocer la lucha de esos valientes estudiantes que salían (y salen) de su tierra sin un peso en la bolsa a ganarse la vida sin estar preparados para ello. A mendingar libros y útiles escolares: A tener apenas tiempo de estudiar y a vivir en condiciones infrahumanas, le di la razón al ingeniero Robledo, pues él se dio cuenta que el tal Pichardo pertenecía a ese grupo de valientes. Pichardo además de estudiar, se ganaba la vida tomando fotografías instantáneas a los paseantes que por las noches iban a la Plaza Garibaldi a divertirse.
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Unos dìas despuès uno de mis contactos, mi amigo Martìn Matienzo, me contestò lo siguiente:
Mi buen José Luis, muchas gracias por compartir esta maravillosa experiencia, como seguramente todas las que hemos vivido en diferentes etapas de nuestra vida y que habla de muchas cosas.
Cómo con el transcurso de la vida vamos cambiando nuestras formas de apreciar las cosas con el desarrollo de la madurez. Cómo se van ajustando los valores propios con los ajenos y la comprensión de sus diferencias. Cómo la justicia no siempre camina por nuestro sendero. Cómo nuestra dignidad ya no depende tanto del reconocimiento externo. Cómo el horizonte lejano se conserva cuando nuestro horizonte cercano se comienza a volver confuso. En fin, me parece una maravillosa experiencia, que encuentra similares en mi vida.
El profesor Robledo al que te refieres no será Jorge Robledo Juárez, por curiosidad.
Gracias y saludos
MMM
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Para mi sorpresa, efectivamente Martìn y yo estàbamos hablando de la misma persona, asì que le contestè:
Efectivamente se trata del ingeniero Jorge Robledo Juárez, al que siempre recuerdo con cariño por una lección que en su momento no entendí.
Un abrazo.
JLLC
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Despuès Martìn me contestò:
José Luis, ya se me hacía mucha coincidencia un Robledo que diera química y que asumiera esa actitud. En efecto, Jorge egresado de la ESIQIE a quien yo conocía por su controvertida actividad sindical. De hecho yo lo conocí y traté en su vida post-sindical, nunca supe si dio clases ni en donde.
Cuando el trabajo nos juntó, una vez que vi sufría de una afección,me apresuré a llevarlo a una farmacia, comprarle un tratamiento. Quedó tan complacido del resultado que de ahí nació nuestra amistad y no perdía ocasión cuando me presentaba con alguien, de reiterar lo agradecido que estaba porque le había solucionado su grave problema.
Fueron tiempos de encuentros y ausencias e independientemente de nuestros trabajos, no perdía ocasión de pedirme consejo sobre asuntos personales y de su salud, creo que a la enfermedad era a lo único que le tenía miedo.
Siempre un tipo con muchos huevos que enfrentaba la adversidad con heroísmo y sin temores, pero también cantaba las victorias con júbilo y con derecho ganado. Un hombre muy leal.
Tuvimos un trato cotidiano durante el año anterior a que yo me jubilara, el murió casi dos años después. Es hermoso conocer gente de ideales congruente y consistente consigo misma.
Donde quiera que esté, cuando menos tú y yo lo hacemos inmortal, porque lo recordamos bien.
Un abrazo
MMM
–.
Los escritos anteriores los enviè a un concurso de mi Profe Politècnico. Nunca supe el resultado del concurso, aunque entrè en èl no con el afàn de ganar sino de compartir mi experiencia. Posteriormente uno de los familiares del ingeniero Robledo vieron los escritos al aplicar algùn buscador y contactaron con mi amigo Martìn, quien a su vez les contestò lo siguiente:
Estimado Alfonso.
Sin duda, esta afortunada situación es mérito de la difusión que mi amigo José Luís hizo, así como de la búsqueda y del buen Johnatan.
Me deja tranquilo el que nuestros expontáneos comentarios sobre Jorge no hayan lesionado su imagen familiar y agradezco la fineza de su parte de hacérnoslo saber.
Realmente me llena de emoción saber que hijos y nietos lo tienen presente, por lo que a mi toca, siempre lo recordaré como un tipazo que gustaba de conversar y exponer apasionadamente sus ideas, un buen amigo.
Saludos a la familia y un fuerte abrazo.
Martín Matienzo Meza.
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Para terminar hubieron las siguientes lìneas:
Estimados Martin y Jose Luis:
Mil Gracias por su respuesta, sus comentarios solo engrandecieron màs a nuestro Padre y a todos nosotros.
Muchas gracias otra vez y reciban un abrazo y mis mejores saludos desde Playa del Carmen y, con gusto, haré extensivos sus amables deseos al resto de la familia
Lo mejor para ustedes y sus familias.
FIN
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