Poseído por internet

Erase una vez, que se era… en un pueblo de la provincia de Granada, de cuyo nombre no quiero acordarme, un joven muchacho que jamás uso ordenador alguno.

Jacinto (así se llamaba), todos los trabajos que le mandaban en el colegio, lo hacía con bolígrafo a mano. Sus compañeros se reían de él, sus notas bajaban por las pobres presentaciones que entregaba a sus profesores.

Por Navidad, recibió un regalo de sus padres… un portátil de última generación, con impresora.

– ¡Gracias papis!- les decía agradecido y sonriente- ahora podré entregar mis trabajos muy bien diseñados, sacaré mejores notas…

Con el paso de las semanas, al tener ordenador ya se hacía necesario tener también internet, para buscar información en la red, todo para el estudio… o al menos, así pensaba él.

En poco menos de un mes, desde que se lo pidió a sus padres, Jacinto tenia conexión… y no aprendió con un curso a manejar el ordenador, ni a navegar por la red… ¡no!. Los compañeros de clase y amigos de él, le enseñaban a usarlo, al tiempo que le daban a conocer todos los juegos y redes sociales, habidas y por haber.

Jacinto poseído por una especie de «Dios Tecnológico», a diario entraba en internet, a jugar, chatear… a todo, menos para estudiar… eso sí, los trabajos que hacía le quedaban muy bonitos.

Pronto llegaron las notas… suspensos por doquier. Y es que a Jacinto se había quedado, poseído por internet.

– ¡Jacinto!, castigado quedas…-la madre le decía-.

– ¡Jacinto!, sin ordenador… hasta vacaciones- el padre concluía-.

Y Jacinto regresaba a su antigua costumbre…

– Otra vez burlas y reproches, de mis amigos y de los profes- así mismo se decía-.

Terminado el curso y sin nuevas tecnologías, Jacinto todo aprobó… pero la moraleja de esta historia no es que el uso de ordenadores y red es malo para los chicos… ¡no!, la moraleja es que todo en esta vida, sin previa formación peligroso puede ser… pues hasta un cuchillo afilado que se sepa usar, podemos con él untar ricas tostadas de miel, sin a nadie acuchillar.

Colorín… colorado… este cuento, ¿seguro que se ha acabado?.