EL Sr de las Maquinitas

Erase una vez un País donde las flores eran pequeñas casitas habitadas por hadas. Tenían colores y formas distintas. Amapolas, rosas, lirios, petunias, claveles formaban una ciudad singular pero llena de luz y vida. En ella las hadas vivían plácidamente disfrutando del sol, de la lectura, de juegos, tertulias…etc.  Un día llego al País un ser extraño con un porte altivo, elegante, con un gran sombrero de copa del que salían luces rojas, verdes y amarillas. Al principio todos le miraban desde lejos, pero poco a poco se fueron acercando y él, amablemente, les enseñaba unas pequeñas maquinas donde tocando los botones aparecían imágenes, respuestas a sus preguntas, colores…etc. Las hadas quedaron absortas por estos juegos extraños y fueron pasando la voz a todas las hadas del Reino, llegando este extraño personaje a ser muy famoso en el País. Siempre estaba rodeado de ellas, que ya no jugaban entre sí, no hablaban porque obtenían las respuestas de estas maquinitas de colores y apenas visitaban las montañas, ni los lagos. Cada día su principal objetivo era visitar al Sr. de las Maquinitas que amablemente las atendía. El extraño ser se hizo tan popular que su fama traspaso las fronteras hacia los países vecinos cuyos habitantes vinieron a conocerle. Gentes de otros lugares fueron acogidas por las hadas y la red de relaciones aumento considerablemente. Todos querían conocer las maquinas y su funcionamiento. En poco tiempo los cambios en el País de las Hadas fueron considerables. Tenían que acomodar a los visitantes cuyo único interés era conocer al extraño personaje. Pero habilitar otras flores llevaba su trabajo: tenían que proveerse de alimentos y establecer nuevas formas de funcionamiento para la convivencia con los nuevos visitantes. Todo ello conllevo a una reunión urgente del Consejo de las Hadas para intentar conocer y analizar de cerca la situación. Todos los consejeros discutían al respecto. Los que estaban a favor, los que estaban en contra, los que no opinaban porque creían que no era para tanto… Al final se decidió convocar al extraño ser y este se presento en el Consejo con todas sus maquinitas. Los consejeros empezaron a inspeccionar las maquinas y… dejaron de dialogar entre ellos, quedando prendados por ellas, mientras el extraño ser acariciaba sonriente su maravilloso sombrero…y la vida continuó en el País de las Hadas.

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