Miró todo a su alrededor y todo estaba igual que ayer, sintió el aire en su cara y lo sintió libre, lo sintió impropio.

Tuvo que hacerlo, tuvo que pensarlo…apagar el móvil…quien podría…¿¿¿acaso alguien podría hacerlo??? Poco a poco todo había cambiado en los últimos años. Al principio fueron los teléfonos móviles, luego llegaron las cámaras de seguridad en los centros urbanos, carreteras, metro…mas tarde llegó la tecnología wifi que dió paso a la wifi2.0 y ahora el último paso de las multi-ondas que todo lo conectan, incluso este microchip que tengo detrás de mi oreja derecha (las primeras faces de experimentación fueron en el hombro izquierdo, luego el derecho y ahora en un lugar menos accesible para el ser humano, por obvias razones de auto extracción)  que manda millones de datos a mi móvil célula (ya no son necesarias las torres con antenas celulares) y de ahí a la red.

Aún recuerdo la primera gran campaña de vacunación de microchips ¡pufff…cuantas objeciones…cuanta oposición por los derechos individuales! y al final todo se resolvió por el derecho social a la salud ¿a la salud? Si bien es cierto que gracias a esta conexión saben en tiempo real cuales son mis constantes vitales, también es cierto que saben que como, que ánimo tengo o si soy un factor de contagio. Con todo lo que eso acarrea…me mandan publicidad de mis gustos culinarios en base a como me levanté por la mañana e incluso me «ofrecen» delivery del chino para no contagiar a nadie en el buffet. Todo muy prolijo y ordenado… o como diría mi amigo Mark «nice and tidy».

¿Por que tuve que pensarlo? Que estúpida idea la de apagar el movil. La respuesta es simple: PORQUE ESTA PROHIBIDO.

El congreso internacional de representantes regionales hace ya cuatro años que promulgo esta ley.» Todo ser humano tiene el derecho a estar conectado a la red universal de datos y el deber de hacerlo sin interrupciones y desde los  3 meses de vida». El problema es que en estos últimos cuatro años el índice de suicidios a aumentado un mil quinientos por ciento a pesar de todos los esfuerzos por revertir esa tendencia y por supuesto por maquillar esa estadística.

Y aquí estoy, frente al espejo, con mi Victorinox en mi temblorosa mano y la firme esperanza de poder ser mas humano en breve. Mas humano y mas fugitivo, porque esta parte del hemisferio norte no va a aceptar a un sujeto no conectado. La huída no será fácil, pero tengo un plan A, un plan B y un plan C por si todo falla. Africa me espera, con su naturaleza intacta, o por lo menos lo poco que queda de ella. No deja de ser una ironía que el continente de donde salió el homo sapiens, no «evolucionara» tan rápidamente como el resto del planeta. Una evolución que comenzó con el polen de las plantas genéticamente manipuladas y que aún no se conoce exactamente su alcance, pues ha ido de mayor a menor y pronto se espera que pase a nivel celular, por su propia cuenta y sin forma de controlar la dirección evolutiva.

La otra ironía es la dirección que tendrá mi barca en el estrecho: de norte a sur. Mi padre siempre despotricó de los ilegales. Ilegal es nuestra naturaleza humana con este, nuestro planeta, ilegal es querer controlarlo todo y no dejar nada librado al azar, ilegal es que seamos mas de ocho mil millones de conectados y no tengamos estadísticas de los que se desconectaron.

Llegó la hora y más por puntualidad y respeto a los que me van a ayudar en la huida que por valor propio hundo la afilada hoja de acero suizo en la protuberancia de detrás de mi oreja y con un corte limpio dejo a la vista la razón de mi pesar, el primer eslabón que ata mi alma a la pesada cadena de la tecnología impuesta para mi dominio.

Estoy muerto para ellos.

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