Aurelio se despertó a las cinco de la mañana, era su hora habitual, cosas de la edad pensaba él. En esos momentos, de forma invariable, se sumía en los recuerdos de su vida: infancia, juventud, hijas, su mujer ya fallecida

De pronto, se abrió la puerta, la enfermera Anita saludó jovial aunque de forma automática, la verdad es que no la soportaba, sobre todo por esa forma de subir las persianas de forma casi salvaje que hacía que el sopor que le embargaba desde que se despertara se evaporase de forma inmediata.

Anita anunció:

Ya sabe Don Aurelio, hoy es su día de visitas así que tiene que estar muy contento.

Poco contento estaba Don Aurelio pensando que con tres hijas y cinco nietos estaba interno en la residencia “El Manzano”, máxime cuando la visita la hacían todos a la vez, en tropel, se presentaban los diez miembros de la familia sus hijas, yernos y nietos, pero es que ¿a ninguno se le ha ocurrido que podrían turnarse y así tendría visitas mensualesy no trimestrales?

Sobre las cinco de la tarde se abrió la puerta y apareció su hija mayorMiriam, en el mismo momento de entrar se llevó el dedo índice a los labios en señal de silencio ya que iba hablando por el móvil “si, por supuesto que tendremos que recurrir la sentencia…”,estaba soltera y vivía para su trabajo. Después aparecieron Marga y Nuria, sus otras dos hijas, aporreando con sus dedos de forma nerviosa un móvil con teclitas; sus dos yernos, uno enseñándole al otro algo, una especie de tabla extraña a la vez que se reían. Por último sus cinco nietos con unos chismes en la mano y el pequeño llorando porque ¿se le había acabado la batería?, habría entendido mal.

La visita duró aproximadamente una hora, la mayor parte consumida por diversas llamadas por el móvil, pitidos, músicas… cuando se fueron casi lo agradeció, aunque pensó hasta dentro de tres meses nada más.

Al día siguiente, la directora les anunció:

-Tenemos con nosotros a Alicia García, miembro de la Fundación “Nuestros Mayores”, esta fundación ha decidido donar a El Manzano dos ipad y recibir unas clases.

Los ancianos se removieron inquietos y empezaron a murmurar entre ellos un “¿aipas?”, “¿ipax?”, “¿impass?”, “¿bypass?

Don Aurelio enseguida comprendió que la extraña tabla que llevaban sus yernos el día anterior era un ipad, que extraña palabra. En seguida contempló la posibilidad de acudir a las clases para intentar comprender ese mundo hostil en el que sus familiares se movían con evidente desenvolvimiento y placidez, en ese momento se acercó María, una residente y le dijo:


Me voy a apuntar a estas clases, ya está bien de estar fuera de todo, ¿te apuntas conmigo Aurelio?– A Aurelio le gustaba la compañía de María así que, sin pensarlo, dijo- sí.

A las cinco de la tarde se reunieron en una pequeña, junto con dos residentes más, Agustina y Alberto. Entró en la sala Alicia con los dos ipad.

– ¿Solo somos cinco?- inquirió con evidente desolación. El silencio fue la respuesta, por lo que dijo con mas ánimo.– ¡Pues mejor!, así aprovecharemos mas el tiempo y aprenderéis mucho mas- afirmó vehementemente.

-A ver, ¿para que creéis que sirve esto?- les preguntó señalando las tabletas, pero nadie contestó– Pues sirve para leer el periódico, hablar con vuestra familia, mandar correos,ver ciudades del mundo, hablar con personas de todo el mundo de todos los temas que os interesen...- Alicia paró en seco ante la perplejidad que se reflejaba en los rostros de los cuatro ancianos.

– Y todo eso ¿cómo se hace?- preguntó Alberto

 Pues mirad…- Alicia apretó el botón superior de uno de los ipad y la pantalla se iluminó, deslizando el dedo por la misma se abrieron muchas “ventanitas” a la vez que los ancianos pronunciaban un sonoro “oooohhh” de fondo.

A partir de ese momento, empezaron a dedicar horas enteras a los ipad, ante la evidente desconfianza del resto de los residentes y para cuándo terminaron las clases eran casiexpertos.

Y así llegó el último día, flotaba en el aire una atmosfera de tristeza, les gustaba Alicia, y había sido muy paciente con ellos. Ella les preguntó:

– ¿Para que os han servido estas clases?– después de un breve silencio, Doña María se lanzó a hablar:

– Yo era profesora de Instituto de Arte. Mi gran ilusión era poder ver los museos mas importantes del mundo, y ahora lo estoy haciendo- esbozando una gran sonrisa añadió- y además ¡gratis!

 

Mi hijo vive en Australia– expuso Agustina– no le veo desde hace dos años aunque hablábamos de vez en cuando por teléfono. Ahora nos mandamos correos y he podido conocer a mi nieta de 10 meses, casi todos los días me manda una foto nueva y me cuenta mas cosas que nunca.

 

-Yo trabajé en la Bolsa, y me encantaba mi trabajo, ahora estoy jugando con varias personas de todo el mundo haciendo simulación de inversiones añadió Alberto.

 

-Y tu Aurelio, ¿para que te ha servido?- preguntó Alicia mirándole directamente a los ojos.

– Yo tengo tres hijas, a las que veo cada tres meses. Ahora utilizo el skype para hablar con ellas y con mis nietos, a ellos les encanta ver al abuelo en la tele. Mi hija mayor que está dedicada en cuerpo y alma al trabajo contacta habitualmente conmigo cuando está agobiada y necesita descansar y algún consejo. Incluso estoy en facebook para ver que hacen los fines de semana y las fotos que publican.

En cierto modo, he vuelto a entrar en sus vidas, no de la forma en que me gustaría pero al menos al hablar a través del correo pierdes parte de la vergüenza y expresas sentimientos de forma mas intensa, ahora las conozco mas que antes y ellas a mí.

Sin embargo, sigo esperando pacientemente que llegue la visita del trimestre para poder verlas, abrazarlas y besarlas, porque eso no lo sustituye nada.

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