Un cuerpo desgarbado y amorfo con la promesa de ser algo distinto, más definido quizás. A simple vista no se distingue mucho de los demás entre las manadas matinales de adolescentes cargados de mochilas imposibles, avanzando a pasos pesados embutidos en deportivas inequívocas. Entre ellos el pelo es quizás la marca más desafiante de rebeldía, o bien ocultando sus caras o bien exhibiendo peinados de estilo tribu urbana.
Lucas, aunque lo parece, no es uno más. La masa le empuja y le abriga y en ella se refugia sin saber por qué. Así todo resulta más fácil, más cómodo. Es como ir en autobús sin saber la dirección, no hace falta planteárselo, y así siempre llega a su destino, un destino que le viene dado.
En el aula descarga la pesadez de su mochila y se abandona una vez más al calor humano. Ahora ya no tiene que sortear las miradas curiosas de compañeros y profesores porque se ha ganado a pulso el ser aceptado a base de silencios interminables, de esquivar cualquier incursión en su terreno, de muchas horas de soledad a la hora del patio. Ser el “rarito” ya no le cuesta ningún esfuerzo.
Pero Lucas no es un mal alumno, al contrario, muy pocos podrían jactarse de ir tirando a base de la ley del mínimo esfuerzo. No causa problemas, parece entender las explicaciones y su número de suspensos esta por debajo de la media del curso.
En realidad Lucas está pero no está, a veces, muchas veces, su mirada se pierde a través de los cristales de la ventana hasta que alguna voz proveniente de la clase le hace volver, pero para él lo que pasa allí dentro es un exceso, no sabe muy bien de que, pero es un exceso y por eso está siempre tan cansado, por los excesos que detecta en su vida.
Su madre también es un exceso, un exceso de protección, de recriminación, de preocupación y de incomprensión. Y su padre un exceso de ausencia.
Pero a Lucas los excesos ya no le rallan, ha desarrollado un mecanismo que hace clic y le desconecta de lo que tiene alrededor, es capaz de irse muy lejos de cualquier situación por muy estresante que sea.
Solo hay una personita capaz de retener su atención más de lo deseado, y esa es Alba.
Alba es un a chica gótica que ha aparecido este curso por su clase. Pelo muy negro y tez pálida. Lleva un piercing en la nariz y es muy delgada. Siempre va vestida de negro.
No se había fijado en ella hasta que un día le tocó sentarse a su lado en el aula de informática. Aquel día, la mirada de Alba no se desvió ni un momento de la pantalla del ordenador y su boca no se movió ni un pelo para sonreír o hablar con nadie. Entonces fue cuando descubrió que Alba tampoco estaba allí.
Desde aquel día, espiar a Alba se convirtió en una alternativa a mirar por la ventana, había dado con un ser tan impenetrable como el.
En el Instituto los triunfadores suelen ser chicas repeinadas de melena larga, muchachotes altos, ruidosos y chuletas, o líderes carismáticos de alguna ideología. Lucas no quiere triunfar, le parece un esfuerzo inútil, por eso se aleja de los ruidos y las concentraciones.
Una mañana a finales de Abril, se levantó distinto, sin esa especie de niebla que le suele invadir la mente por las mañanas. Cuando iba hacia el instituto sus pasos le parecieron más ligeros que otros días y se vio sorprendido por la luz diáfana que entraba por la ventana. Ese día consiguió lo que se había propuesto: que Alba se percatara de su mirada. Mientras el profesor recogía los exámenes, se dio la vuelta sentado en el pupitre y la miró. Se concentró en sus ojos y sostuvo la mirada, no sabe por cuanto tiempo, hasta que ella se la devolvió. Vio los mismos ojos meses antes clavados en la pantalla del ordenador, ausentes y duros, entonces desvió la mirada.
Más tarde Lucas descubrió que Alba está en el Facebook y cuando piensa en ella se conecta y entra en su muro para mirar su foto y volver a encontrarse con su mirada. Lucas no tiene Facebook porque tener amigos también le parece una pérdida de energía.
Así avanzan los días en su vida. Con el calor, los chic@s se quitan ropa y ríen sin saber bien por qué, los profesores gritan y se enfadan porque trabajan poco. A Lucas no le gusta la primavera especialmente, pero de vez en cuando busca la mirada de Alba y se escapa con ella a través de la ventana.
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