Entre paredes amarillas, desteñidas, casi acercándose a los grises, con un tinte de oscurecimiento y una que otra mancha de humedad…

Entre paredes sin tiempo, carentes de censura y saturadas de fervor. Entre esas paredes tibias, estábamos los dos, despojados de todo pudor, ante semejante majestuosidad ¡nuestro amor!

Grande era nuestro lecho, grande nuestro apetito, escasos e inútiles eran los intentos por socavar nuestra pasión. Era nuestra danza, sensual, inescrupulosa, desvergonzada y ruidosa. Entrelazados estábamos cual serpientes en sus nidos.  Nuestros fluidos se derramaban entre  sábanas perdidas, elevando ese amor puro ante los cielos, ante el cosmos infinito. Ese despilfarro de gritos que escuchaban los vecinos, no eran más que el grandioso descontrol que nos unía en esos instantes sublimes y nos volatilizaba más allá del que dirán, más allá de los buenos modales, más allá de cualquier educación.

No se bifurcaban los mismos, no se acallaban, solo fluían estrepitosos, sumidos en un inmenso deseo ¡desenfrenado! Nuestros cuerpos que ya eran etéreos, comenzaron a elevarse perdiendo la noción del tiempo, se esfumaron y partieron lejos. El sueño nos venció. La madrugada llegó repentina y velozmente para enfrentarnos con ese tiempo breve y profundo que aunque ya era pretérito, presagiaba la dicha de estas nuevas vidas, que unidas y libres como el céfiro, continuaban destilando ese afecto incontrolable llamado amor.

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Ana Maria Cerutti- Annydesign’s Copyright 2013- Todos los derechos reservados

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