La rejilla dejaba ver apenas el color blanquecino, algo iluminado, de mi confesor. Algo nerviosa cerré los ojos y solté uno a uno mis pecados. Las palabras iban y venían casi sin lógica. Saltaba de un tema a otro con la facilidad del clik sobre una pantalla de ordenador. 

Media hora después escuché una campana del otro lado de la rejilla. Inmediatamente guardé silencio, esperando que mi confesor me dijera la penitencia a cumplir. Hacía tanto que no me confesaba que ignoraba que tenía un tiempo limitado.

– ¿hola, hay alguien allí? – pregunté tímida luego de varios minutos de silencio.

Empecé a alzar mi voz con más fuerza hasta que atiné a golpear dos veces la rejilla que me separaba de mi confesor. Justo en ese momento algo se iluminó y una voz extraña dijo : «para grabar esta confesión y obtener respuesta, haga nuevamente doble clik».

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