CAPITULO I.  MI QUERIDO YERNO<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

AMSTERDAM, 01 DE SEPTIEMBRE DE 2014

Llovía a cántaros. Inquieta, espero con Vittorio y mi madre en el coche nupcial a que Iñaki llegue a la iglesia. ¿Dónde se ha visto? La novia esperando al novio. Quizás es que he llegado antes de lo previsto. Hace calor dentro del coche y oso quitarme el velo para refrescarme. Mi madre con una mirada de muerte me da un grito para que vuelva a colocarlo en su sitio. “La gente pensará que no eres virgen Claudia”, dice. Y yo pienso, increíble es pensar que lo sea a estas alturas de mi vida. Finalmente, llega Iñaki con su familia y el chofer se dispone a encender el motor. No puede ser!!!! No enciende. Falta 1 km hasta la iglesia y no para de llover. El coche de mis sueños no enciende. Mi peinado, mi maquillaje, se estropeará todo si me bajo del coche y voy andando, rompía en llanto cuando milagrosamente aparece el coche de Nicolás, se baja y me coge en brazos para cambiarme de coche. Minutos más tarde, del brazo de Vittorio, entro en aquella iglesia y doy el paseo con el que había soñado toda mi vida. Al final del pasillo me esperaba Iñaki. Claudia Luengo Narváez, aceptas por esposo a Iñaki Bastarrechea Del Cid….

“Damas y caballeros nos aproximamos al Aeropuerto Schiphol en la ciudad de Amsterdam, hora local 16:00, temperatura 18º, cielo despejado y soleado. En 10 minutos tenemos previsto el aterrizaje. Hagan uso de sus cinturones de seguridad, aseguren la mesa plegable y el respaldo de sus asientos en posición vertical. Bienvenidos a Ámsterdam”.

Cariño, despierta…el avión está a punto de aterrizar, hace un día estupendo para ser Ámsterdam. César me despertaba de mi sueño evocador del pasado con un beso en la mejilla. Se casa mi Valeria…Creí pensar, pero lo dije en voz alta. A lo que César me replicó:

          Nuestra Valeria se ha hecho mayor y ya está preparada para dar el gran paso.

– Nunca se está preparada lo suficiente para eso. –Repliqué-. Sólo crees estarlo y te apresuras. Luego las cosas salen bien o salen mal. Lo importante es que ella sea feliz y que ahora al menos no tenga dudas del paso que va a dar.

          Cariño ya no es la niña que le daba miedo estudiar fuera de España, ya le toca volar, hacer su propia vida y formar su familia. Es ley de vida –contestó César.

          Ya tenía su propia vida. Romper a tiempo, su compromiso con aquel chico inglés fue una muestra. El la retraía, la asfixiaba y le cortaba las alas. Y ahora que vuela tan alto, se casa – le respondí.  

          Allí vienen nuestras maletas –grito César- .Vamos.

…….

 

          Mamita!!!! – escuche gritar a mi niña a la salida del aeropuerto-. Hermosa, con el perfil y  los ojos verdes de su padre, rasgados como los míos, una cabellera negra impresionante muy bien cuidada, una piel canela excepcional. Excelente forma física, fruto de muchos años aficionada al deporte.

          Hola princesa mía -Le contesté-. Fundiéndome con ella en un gran abrazo. Hacía solo unos meses que nos habíamos visto, cuando estuvo visitándonos durante nuestra estadía en Rusia, para mí desde entonces, una eternidad. Se suponía que en Rusia conoceríamos al famoso Adrián, pero al parecer tuvo imprevistos de trabajo ineludibles y Valeria tuvo que viajar sola.

          ¿Dónde están Diego y Victoria? Nos preguntó Valeria.

          Llegan mañana en el primer vuelo cariño, le respondió César. Tenían cosas por cerrar en la empresa.

Mientras Valeria conducía por las calles de Ámsterdam del aeropuerto hasta nuestra casa, no dejaba de preguntarme si realmente, estaría segura de casarse. Tenía solo 30 años, con una preparación impecable, emprendedora, exitosa, con su propia empresa de venta de caviar online desde los 25 años.

          Valery. Me dirigí a ella cogiéndole de la mano puesta en la palanca. ¿Eres feliz?

          Mamá!!!! ¿Otra vez? ¿Me has hecho la misma pregunta al menos 10 veces desde que te he dicho que me iba a casar con Adrián?

          Hija, replico César. Tu madre sólo quiere asegurarse que estés segura de la decisión que tomas. Que estés completamente convencida y sin ningún lugar a dudas.

          Papá, Mamá. Soy muy feliz. Adrián es mi complemento, el sueño de cualquier mujer y además es un amor de persona. Lo conoceréis y lo adoraréis. Por favor confiad en mi criterio.

César y yo nos miramos la cara y guardamos silencio hasta llegar a la casa.

Ya estábamos en Ámsterdam de nuevo, la ciudad más grande de Holanda. Centro financiero y cultural de proyección internacional. Un sueño para mí. César y yo decidimos venir aquí cuando quisimos que Valeria estudiara un año de colegio fuera de España y aprendiera inglés desde muy pequeña. Vivimos en 3 ciudades distintas para que ella completará su aprendizaje de los idiomas que habla a la perfección: inglés, francés y alemán.

De todas las ciudades donde hemos vivido, esta fue la que robó el corazón a Valeria. Por eso, cuando tuvo que decidir el país para estudiar la carrera, no dudó en volver a Amsterdam.

Nos recibió Teresa con el mismo cariño de siempre. Mi buena Teresa. Le debo tanto. Muchos años a nuestro lado. Me ha ayudado a criar a los niños y llevarles hasta el tamaño que tienen ahora. Tanto les echaba de menos que prefirió venirse con su esposo a nuestra casa de Ámsterdam  cuando Valeria vino a hacer la carrera.

Sra. Claudia, Sr César bienvenidos a su casa una vez más. – Teresa hasta cuando me llamarás señor, no tienes perdón eh. Ya son casi 28 años desde que nos conocemos. Eres de la familia ya lo sabes. Así te sentimos desde siempre. Ven aquí y danos un abrazo de bienvenida. Teresa se acercó a nosotros y nos dio el abrazo que le pedía César y dos besos a cada uno, y replicando que siempre nos guardaría respeto y agradecimiento.

-¿Que harás para cenar Tere? -preguntó Valeria-. Recuerda que hoy será la gran noche. Finalmente Adrián conocerá a papa y mamá. Debe ser algo rico, muy español. Confío  plenamente en ti, a Adrián le encanta todo lo que cocinas.

César y Valeria subieron las maletas a las habitaciones y yo me quedé con Teresa en la cocina. Y aprovechando que estábamos solas le pregunté.

          ¿Qué tal es este muchacho? ¿Te inspira confianza? ¿Cuándo le ves juntos que sensación te da?-le pregunté a Teresa.

          Señora Claudia, no debe usted preocuparse –me respondió-.  Es de buena familia hasta donde sé. Vino a Ámsterdam a estudiar y luego ya se quedó con un muy buen puesto de trabajo.

          No te pregunto si tiene dinero y si es de buena familia. Te pregunto si ves feliz a Valeria cuando está con él. ¿Crees que es el adecuado para ella?- volví a preguntar-.

          Yo la veo feliz como nunca antes –aseguró-. La experiencia hace la diferencia. No sé si Valeria se lo ha dicho ya. Tiene 43 años. Es divorciado. Se casó en Valencia y se trajo a su mujer aquí pero no funcionó. Ahora sabrá bien lo que busca y lo que debe hacer para hacer feliz a una mujer como Valeria.

 

A medida que escuchaba a Teresa decir las palabras…..mi mente se fue 33 años atrás…43 años…Valencia…Vaya!!! Que coincidencia. La hija como la madre.

 

Le pregunté a Teresa si Adrián tenía hijos de ese matrimonio y me dijo que no lo sabía, no sin antes hacerme prometer que no diría nada a Valeria de lo que me había desvelado.

 

 

Todo estaba listo para la cena. Teresa había preparado un Cordero a la cazadora con soufflé de vegetales y nuestras ensaladas favoritas. De postre, un exquisito tiramisú hecho con sus manos. Eres la mejor Teresa – Le dije. Llevas 28 años dando de comer a mi familia con ese toque maravilloso en tus manos. No tengo como pagártelo.

 

Teresa, desde muy joven trabajó como cocinera en el restaurante de sus suegros en el norte de España. Con dos niños, después de 17 años de matrimonio se separó y se dedicó al trabajo doméstico en aquel pueblo del sur. Llegó a nuestra vida, porque necesitamos a alguien que me ayudara con los niños y con el orden en casa. Desde entonces,  ha  estado con nosotros estos 28 años de ciudad en ciudad. Sus hijos ya grandes, se quedaron en España cuando ella decidió venirse a Ámsterdam con Valeria. Aquí conoció a Jhon. Un abuelo irlandés que le robó el corazón y le ha hecho disfrutar de la vida los últimos 9 años.

 

…..

 

Mientras terminábamos de ultimar detalles en la mesa para la cena, le pregunto a mi hija:

 

-¿me cuentas algo de Adrián? -le pregunté-. A ver si no voy a tener tema de conversación con él.

– Mamita, espero que tú le conozcas y le hagas las preguntas que  creas pertinentes. No quiero decirte nada para no predisponerte -me respondió-.

– ¿Predisponerme? ¿Por qué? – volví a preguntar-. Me gustaría saber algunas cosas por adelantado para que no crea que soy tan despistada. Por ejemplo: a que se dedica exactamente, cuantos años tiene, como ha parado aquí en Ámsterdam. No sé ni siquiera como os conocisteis y ya os vais a casar!!!

 

Dirigiéndose a Teresa y hablándole con tono de enfado Valeria dice: – Ya se lo has contado no? No tenía que haberte dicho nada. Ya lo se  para el futuro.

 

          Valery te juro que no he dicho nada a tu madre ni a nadie –le respondió-.

          Ya. Se nota. Mejor no jures en vano –me dijo con cara de enfado-.

          ¿Y que es eso tan grave que le has contado a Teresa y que yo no pueda saber,  Valery?. -le pregunté-.

          Nada grave mamita. Es solo que…. –Suspiró antes de continuar-. y dice: Tiene 43 años y es divorciado. No tiene hijos mamá, antes de que preguntes. Me insistió.

          Bueno, siempre que esté divorciado realmente…- dije con tono desconfiado-. No sería el primero ni será el último que hace algo como eso.

 

A continuación, Valeria se sentó a mi lado y me contó que Adrián, que era valenciano de nacimiento, cursó su educación básica y secundaria en España.  Se vino a Ámsterdam en el último año de Ciencias Políticas y Estudios Internacionales para hacer Erasmus. Una vez acabado, volvió a España a casarse con su novia de toda la vida y ambos volvieron aquí para estudiar una maestría. Comenzó haciendo prácticas en la embajada española en Ámsterdam, que está en un extremo del parque Frederiksplein, al lado del Banco de Holanda. Durante 15 años ha hecho una carrera diplomática impecable que le ha llevado a ser el Cónsul español a sus 40 años. Su matrimonio tenía ya varios años cuesta bajo ante la imposibilidad de tener hijos y el deseo de su mujer de regresar a España. Cuando fue nombrado embajador la situación empeoró y el divorcio fue inminente. Sus viajes eran cada vez más frecuentes ya que el consulado cubre todos los Países Bajos y las islas caribeñas de Curaçao, Bonaire, Aruba, Saba, San Martín y San Eustaquio.

 

          ¿Recuerdas mi viaje a Aruba con Beatriz y Paola hace 2 años? Interrumpió su discurso para preguntarme.

           Si claro. –Respondí-. Aquel que hicisteis de singles.

          Pues en ese viaje le conocí, mientras cenábamos una noche fuera del hotel –continuó -Él estaba solo en una mesa esperando a su acompañante. Yo, en la mesa de al lado esperaba a que Bea y Pao volvieran del servicio. El camarero, al intentar servirnos la copa de vino que le habíamos pedido las chicas y yo, resbalo, la botella se partió en la mesa y mojo todo mi vestido.

 

De pronto, Valeria baja el tono de voz y dice avergonzada:

-Nunca te he contado esto pero ahora es el momento. Esa noche uno de los vidrios de la botella fue a dar a mi pecho y me hizo esta herida. Y a continuación me señala una marca de al menos 5 puntos muy cerca del corazón.

 

Yo notablemente sorprendida le toco y le digo: -Hija, por dios bendito, como no me has dicho nada?

          No quería preocuparte mamá –responde-. Luego de esto, todo sucedió muy rápido. Ya sabes que me desmayo al ver la sangre y  cuando desperté estaba en una limosina con las chicas y un desconocido.  Íbamos rumbo al Centro Médico de San Nicolás (Rudy Engelbrecht). Ese desconocido era Adrián, que al ver lo que sucedió no dudo en buscar a Paola y Beatriz y subirme a su coche. Afortunadamente, fue una herida sin importancia. Tuve mucha suerte de que el vidrio no fue unos centímetros más profundo….

 

Un mensaje de what’s ap interrumpió su historia…….- Mami ya está aquí -me dijo mi hija con una cara entre susto y emoción-. Por favor, se paciente. Es muy importante para mí.  Es el hombre con el que quiero pasar el resto de mi vida……voy a recibirle, te veo enseguida.

 

Me dio un beso en la frente y se fue a buscar a aquel hombre que la hacía feliz. Yo me quedé con César en el comedor haciéndole un resumen rápido de lo que me había contado Valery minutos antes y comenzamos a acercarnos al recibidor. Les veo saludarse y aproximarse a nosotros.

 

Teniéndole frente a frente, mis ojos se abren como platos y mi mente se va 31 años atrás. Esos ojos, sus cejas, su nariz, su pelo, su estatura. Su misma cara…Era el!!! Pero ¿cómo era esto posible? Mi corazón comenzó a latir mientras le veía aproximarse a nosotros. Segundos de completa tensión. Valery se dirige a nosotros y dice: Bueno….aquí esta finalmente. Mamá, papá este es Adrián.

 

Se acerca a mí en primer lugar a darme dos besos y me dice: – Encantado de conocerla señora, siento haber tardado tanto en darme a conocer. Dios Santo…. Siento un pinchazo en el corazón. Es su voz, su olor. Debo estar volviéndome loca. Esto es imposible. Debe ser un mal sueño. Mientras da la mano a César y el abrazo de rigor, yo intentaba disimular cuanto podía mi malestar y me alejo un poco de ellos para tomar un poco de agua. Ellos continúan hacia el salón y yo me quedó en el recibidor. Teresa, que notó perfectamente mi malestar, se acercó a mí y me preguntó si estaba bien. Le mentí, excusándome detrás de mis problemas de azúcar constantes, atribuyéndolo a la expectativa que tenía por conocer a Adrián.

 

Me trajo la pastilla que suelo tomar en estos casos y simulé delante de ella que la bebía. Mientras ella me hablaba, yo no dejaba de pensar si aquello era posible. Intenté darme ánimos a mí misma y pensé que esto podía ser una simple casualidad del destino. Mi madre siempre decía que todos tenemos un doble. Quizás sea eso. Como pude me armé de valor y fui a acompañarles aunque solo con ver su cara se descontrolaba todo mi ser.

 

Entré al salón y me senté al lado de César. A sus 70 años  conservaba impresionantemente su atractivo y su forma física, afortunadamente para mí su lívido también. Su cabellera canosa le sentaba fenomenal. Su perfil europeo, esos ojos hermosos y su dentadura perfecta me enamoraron el primer día que le conocí. Su saber estar, su tenacidad en situaciones de tensión, su ritmo acelerado, su perseverancia, su espíritu emprendedor,  sus detalles y el infinito amor que me había demostrado durante todos estos años y aún me demostraba en el presente, me hacía adorarle con locura. Es mi complemento. El hombre con el que soñé durante mucho tiempo. Junto a él, he vivido los mejores años de mi vida. Hemos superado muchas situaciones difíciles, muchas los primeros dos años de nuestra relación, durante los cuales vivimos experiencias que la mayoría de matrimonios no suelen vivir en toda una vida. Sin duda, después de mis hijos, es el mejor regalo que me ha dado la vida. Después de 36 años, me conocía perfectamente. Así que, al sentarme a su lado, poniendo su mano sobre la mía, en voz baja me pregunto: Mi sol, ¿estás bien? Si mi amor, es la tensión de nuevo, ya me he tomado la pastilla. Le respondí.

 

Continuamos con conversaciones banales; deportes, política etc. mientras yo intentaba integrarme a la conversación para disimular mi malestar.

 

Pasamos al comedor. La mesa estaba estupendamente puesta para los cuatro. Fue entonces cuando llamé a Teresa pidiéndole que ella junto con Jhon se uniera a nuestra cena y que dijera a Lupita que pusiera dos sitios junto a nosotros. Quería mucho a Teresa y además necesitaba más puntos de apoyo en la mesa.

 

          ¿Tus hermanos nena? -preguntó Adrián a Valeria-.

          Vendrán mañana, cariño -respondió ella-.Tenían que resolver algunos asuntos en Madrid antes de venir aquí por una semana.

          ¿Tus padres y hermanos cuando llegan? -preguntó César-.

          Llegan en 3 días. –dijo Adrián-.

          ¿Cuántos hermanos sois? -Le pregunté, bastante ansiosa de saber la respuesta-.

          Tres. Respondió Adrián. Con esta respuesta sentí un alivio profundo… Él tenía 4 hijos.

          Realmente eran cuatro, mamá. Su hermano mayor murió hace algunos años. Agregó valería con tristeza en sus ojos.

          Entonces eres el hijo mayor ahora, no? Preguntó César.

          No señor, de hecho soy el menor. Tengo una hermana mayor y además tengo un mellizo que nació después que yo. Según las abuelas el que nace de último es el mayor de los dos. Respondió en tono jocoso.

Según terminaba de decir mellizo, me atraganté con la comida y se paró la conversación al menos por 5 minutos. Después de toser un buen rato y tomar agua, salí al cuarto de baño, más por una excusa que por el episodio de la comida en mi garganta.

Cuatro hermanos. Uno mayor muerto ya. Una hermana y un mellizo. Santo Dios, ¿por qué me haces sufrir de esta manera? ¿No sufrí ya lo suficiente en su momento? Esto tiene que ser una maldita casualidad. No es posible que sea uno de sus hijos. Me da terror averiguarlo….

(Alguien llama a la puerta del baño)

          ¿Mi amor estás bien? Abre la puerta. Me pidió César.

 

Abro la puerta, le doy un abrazo y no pude evitar romper en llanto. Sentía muchísima tensión, estaba descontrolada y no sabía muy bien cómo actuar y cómo preguntar para hallar la verdad sin que el resto se diera cuenta de lo que pasaba.

 

          Mi vida, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras? Me preguntó César enjugándome las lágrimas y con tono de preocupación.

          No me siento bien cariño. Además me asusté bastante cuando me ahogué con la comida. Le respondí.

          ¿Quieres descansar un poco? Me preguntó.

          Antes terminaré con el postre y el café. Luego me tumbaré un rato a descansar. Respondí.

 

Me sequé las lágrimas, me arreglé un poco y caminamos juntos al comedor y nos incorporamos de nuevo a la mesa.

          ¿Se siente mejor señora? preguntó Adrián.

          Si gracias. Respondí aún con restos de tos. Y por favor no me llames señora, puedes decirme Claudia a secas. Le dije seguidamente.

 

Lupita servía el postre mientras César, Adrián  y Jhon hacían bromas sobre las mujeres en inglés. Jhon no había aprendido español después de tantos años con Teresa. Y habíamos estado hablando mitad español mitad inglés durante toda la velada. Las mujeres hablábamos sobre los detalles de la  boda. Yo más receptora que emisora la verdad.

Jhon contaba que tenía un matrimonio  anterior y que lo mejor de aquella experiencia eran sus hijos y que después de ellos conocer a Teresa había sido un nuevo comienzo para él. Al escucharle, me vino a la mente que uno de los hijos de Jhon, tenía autismo. Situación perfecta para dar pie a la conversación que quería.

          Jhon, lo más importante es que a pesar de vuestra separación sacasteis adelante la situación de Peter. Agrego a su discurso. Y dirigiéndome a Adrián digo:

          Su hijo Peter nació con autismo y han trabajado tanto con el que hoy en día es un hombre casi normal del todo. Grandes padres.

Como lo esperaba, Adrián respondió a mis palabras estremeciendo mi cuerpo entero:

          De eso se algo Claudia. Mi hermano el que murió sufría de parálisis cerebral, le dieron máximo quince años de vida cuando nació y murió a los 40. Además, mi mellizo también tiene parálisis cerebral y he sido su compañero durante 18 años hasta venirme aquí a hacer la carrera. Yo no tengo palabras para describir la labor de mis padres durante todos estos años. Muy dura, pero a la vez reconfortante sobre todo al ver que mis hermanos avanzaron muchísimo más que la media de las personas que tienen esta enfermedad.

No podían ser tantas coincidencias. Adrián era su hijo, el otro mellizo. Mi cuerpo temblaba entero. No podía pensar con claridad y saltaba a la vista mi malestar. En voz baja me dirigí a César y le dije que me retiraba a descansar. En un último intento por encontrar algo que derrumbara por completo mi teoría, me dirijo a Adrián y le dijo:

 

          Señor Adrián, de apellido… Indagué.

          De Las Heras…

Dios del cielo! Su hijo. No era una pesadilla. Estaba dándole la mano a su hijo. Aquel pequeñín que vi en tantas fotos. El mismo que se casaría con mi Valeria dentro de una semana.

Como pude, me despedí de él y de mi hija con la mejor actitud que pude, excusándome por irme tan pronto de la velada por mi malestar. Me fui directa a mi habitación en donde por fin pude llorar sin ser vista. Los recuerdos venían a mi mente… El destino no olvida… 31 años después…

Cuando pude pensar con claridad, cogí mi teléfono. Miré el reloj. Eran las 11 de la noche muy tarde para llamar a Jessica. Decidí escribirle un whats ap.

“Amiga, buenos noches. Estoy en Ámsterdam y necesito tu ayuda urgentemente. Si estás despierta, llámame por favor”

Cinco minutos más tarde, suena mi móvil. Era Jessica respondiendo a mi mensaje desesperado.

 

          Jessy, gracias por responder a mi mensaje tan rápido. Le respondí al coger la llamada.

          Amiga, Me has asustado con tu mensaje ¿qué pasa? ¿Estás bien? Me preguntó preocupada.

          No, no estoy bien. Le respondí mientras rompía en llanto.

Jessica y yo nos conocimos en Madrid, aunque ambas nacimos en ciudad de México. Por circunstancias de la vida compartimos piso durante 2 años y nos hicimos amigas de uña y carne. Ella, Bioanalista de profesión, graduada con honores en la Universidad Nacional Autónoma de México, llegó a Madrid a estudiar un postgrado y allí conoció a su marido actual. Berg, holandés y cirujano plástico de profesión, tiene muchos años con su clínica privada en Ámsterdam y juntos montaron el laboratorio que dirige ahora Jessica. Tienen mellizos de 20 años, ya en la universidad.

          Por favor Claudia no me asustes. ¿Qué pasa?. Me preguntó.

          Es muy largo de explicar ahora Jessy. Sólo puedo resumírtelo diciendo que necesito verificar que César es el padre de Valeria. Respondí.

Hubo un silencio por 10 segundos del otro lado del teléfono… y luego Jessica respondió.

          Claudia, ¿qué me dices? ¿Después de tantos años? ¿Por qué ahora?

          Jessy por favor, luego te cuento los detalles. Necesito que me digas si las lancetas que uso para medirme el azúcar pueden servir para tomar una muestra de sangre a Valeria y otra a César. Y si con esa muestra puedes hacer un análisis de ADN y descubrir si

es su padre o no. Le respondí bastante desesperada.

          Si claro que te sirven, pero no pueden pasar muchas horas hasta que yo pueda tenerlas en el laboratorio. Debes tomar la muestra y conservarlas a una temperatura de al menos 2 grados y traerla al laboratorio tan pronto como puedas por la mañana. ¿Cuándo vas a tomar la muestra? Me preguntó.

          Intentaré hacerlo esta noche. Le respondí.

          ¿Cómo lo vas a hacer sin que se den cuenta? Volvió a preguntarme.

          No estoy segura. Algo se me ocurrirá. Respondí.

Al colgar con Jessy, verifiqué que tuviera las dos lancetas y les dejé a mano. Esperando que todos estuvieran dormidos. Nunca pensé que usaría las lancetas para algo más que contralarme el nivel de azúcar.

Tres horas más tarde. Todo estaba en silencio. César, dormía profundamente a mi lado. Sus dedos estaban tibios. Temperatura ideal para el pinchazo. Debía pincharlo de un lado del dedo y así la sensibilidad sería poca. Rápidamente, le pinché y afortunadamente ni siquiera se inmutó. Me levanté con sumo cuidado y me dirigí a la habitación de Valeria. Con un poco de suerte, se había quedado a dormir en casa. Abrí lentamente la habitación y me dirigí a la cama.

Valeria estaba sola en la habitación. Intentando hacer el menor ruido posible desarropé sus pies y le di el pinchazo en el dedo gordo. Cuando volvía a cubrírselos, escucho una voz que me pregunta: – Claudia, ¿Qué haces?

Me giré rápidamente y allí estaba el, Adrián. En la puerta del baño de la habitación. Exactamente igual a su padre cuando tenía su edad. Con la misma costumbre de dormir en calzoncillos. Le miré bastante agobiada y respondí en voz baja:

          Lo siento Adrián. No sabía que estabas aquí. Diciendo la frase, salí prácticamente corriendo de la habitación.

No sé por qué me sorprendió habérmelo encontrado ahí, de tal palo tal astilla.  Y no lo digo solo por él. Cogí los precintos de las lancetas y baje a la cocina a guardarlas. Me aseguré que la temperatura de la nevera estuviera en 2 grados. Las dejé en un envase y subí a la habitación.

Cuando llegué, César continuaba durmiendo. Con mucho cuidado, me acosté a su lado y puse el despertador a las 6:00 de la mañana. Prácticamente no pude conciliar el sueño. Pesadillas y recuerdos no me dejaban dormir. Me vestí con mi ropa de deportes habitual para el gimnasio, cogí las muestras, las llaves del mercedes y salí rumbo al laboratorio de Jessy. En el camino, no dejaba de pensar las acciones que debía tomar si César resultaba no ser el padre de Valeria. Tendría que suspenderse la boda. En cualquier caso, estaba segura que Adrián y Valeria habían tenido relaciones íntimas. Todo saldría a la luz.

Con mucha suerte aparqué muy cerca del laboratorio. Cogí las muestras y entre con mucha prisa. Jessy me esperaba y después de darles las muestras, le pregunté:

Es el instrumento usado para extraer una pequeña muestra de sangre por medio de una leve punción

          ¿En cuánto tiempo estarán los resultados, Jessy?

          Claudia, Esto no es inmediato. Debes esperar al menos 6 horas para un resultado definitivo.

          ¿Qué me dices?

          Debes tranquilizarte. Has esperado 31 años para hacer esto a pesar de habértelo sugerido muchas veces. Solo son 6 horas. Ahora por favor cuéntame lo que ha pasado.

Mientras tomábamos un café en el laboratorio, a Jessy que conocía con detalle toda mi historia, sólo tuve que decirle mi último descubrimiento.

          ¿Cuándo vas a contárselo a Valeria? Me preguntó.

          Todavía no hay nada que contar. Solo si el resultado es negativo. Tendré que contárselo. Le respondí.

          No me gustaría estar en tus zapatos amiga. Me respondió.

          Tendrás que volver por los resultados a las 12:30 o si prefieres en cuanto estén yo te llamó y puedo revelarte el resultado por teléfono. Me explicó.

          Gracias amiga. Me despedí dándole un fuerte abrazo.

 

Cuando volví a casa, solo estaba Valeria y Teresa. Adrián, se había ido al consulado y César estaba jugando al tenis con Jhon. Valeria desayunaba en la terraza cuando llegué. Dándole un abrazo la saludé.

          Hija buenos días.

          Buenos días mami. ¿Qué tal has dormido? Me preguntó.

Caí en cuenta que Adrián me había visto pincharla en el dedo y que seguramente se lo había dicho. Necesitaba una excusa.

          Bastante mal la verdad. Ya sabes el azúcar de vez en cuando se descontrola.

          Ya. Hasta donde yo sé, todavía no sufro de alteraciones con el azúcar no? Me preguntó retóricamente.

          Afortunadamente no. Respondí.

          Y por qué tengo un pinchazo en mi dedo gordo. Me dijo Adrián que estuviste en la habitación anoche. Me dijo.

          Pues, solo quiero verificar que no hayas heredado los mismos problemas que yo hija.

          ¿Pincharme a las 3:00 de la mañana mamá?

No pude resistir más tenía mucha presión a mis espaldas. Rompí en llanto delante de Valeria.

Cogí sus manos y le dije:

          Hija perdóname por lo que voy  a contarte….

 

 

 

 

 

 

 Capitulo II

 

 

 

 

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