«»Sí, desde luego. Todo el mundo quiere ser libre, sí… pero una cosa es hablar de ello y otra muy diferente es serlo. Es muy difícil ser libre cuando te compran y te venden en el mercado. Claro qué no les digas jamás que no son libres, por que entonces se dedicarán a matar y a mutilar para demostrar que lo son. Sí, sí… están todo el día dale que dale y dale que dale con la libertad individual. Y ven a un individuo libre… y se cagan de miedo…»»                                                                    (EASY RIDER)                                                                                                                20Mares

«»Vale la pena intentarlo, siempre preferí arrepentirme de lo que hago y no de lo que no hago. Quiero ser… Cada domingo iba a misa de 10, de forma inexcusable, para luego ir a limpiar aquella casa. Que quería ser cuando siendo una cría necesitaba una silla para alcanzar a frotar con esparto y arena la cocina de carbón de mi abuela?

Miraba a través de aquellas ventanas y no veía árboles, miraba cerca y veía mucho más lejos. Siempre me decía: -Sueña lejos!!

Y era fiel a ello.

A los 11 años ya bailaba en un grupo folclórico que me abrió las puertas de Europa. Y con 16 años conocía Francia, Italia y Portugal. Las conocía por sus bailes, por su gente, por los amigos, por diccionarios para traducir tantas cartas, por grandes amigos que aún no se olvidaron a pesar del paso de los años, Enrique de Portugal, Kees de Holanda, Radwin  de Bélgica, Mimmo  de Calabria, Michele  de Génova…

Un día, sin previo aviso, Michel se presentó en la puerta de mi casa, quería que me marchase con él. Cuanta locura para mi alma. A pesar de ello, dije no. Yo tenía 16 años.

No creo que fuera el principio, lo llevo en la sangre, pero me ayudó a no olvidar: -Sueña lejos!!

Para nada fue fácil, pero fue diferente. Algo se estaba formando, tanta inconformidad me hizo desear más y más.

En una familia humilde donde no había TV entre semana, el deporte era una pérdida de tiempo y los libros, pájaros en la cabeza, hay una frase de mi padre que jamás olvidaré: -En una familia si no descansan todos, no descansa nadie.-

Aprendí a pelear, a trabajar muy duro para conseguir lo que quería. Mientras mis compañeros de instituto se divertían en la playa o por las calles de Villaviciosa yo me ganaba la vida recogiendo leña en el monte y vendiéndola; me daba vergüenza conducir aquel tractor por la carretera general, podían verme y se burlarían aún más en el instituto. Asfaltaba caminos con una cuadrilla de vecinos o plantaba, cuidaba y vendía la producción de 1.000 tomateras para poder comprar mi primera cazadora de piel.

Y mientras…

Soñando lejos!!

Que grandes mis padres. Cuanta paciencia. Cuánto cariño entendiendo cada uno de mis momentos, de etapas soñadoras y rebeldes. Estuvieron a la altura. Rieron mis bromas y lloraron mis problemas sin un solo reproche.

Por aquella época ya miraba la BMW K-100 con los ojos del deseo. Siempre decía:  -Algún día será mía. Sin resignación a lo imposible. Mirando en la bola de cristal de los sueños que se cumplen.

No recuerdo muy bien la primera vez que mi padre contó cómo mi abuelo le dijo al vendedor que quería una moto; una moto que si él fuese en el asiento trasero subiese la cuesta que llevaba a su casa.

Pero,si recuerdo, como llovía cuando mi padre bajaba de su Land Rover el Vespino azul que nos había comprado. Había abierto la caja de Pandora para mí.

El camino, la carretera, ya no eran lo mismo, sin casco y con el pelo al viento… esa sensación es única. Tan ágil y rápido como yo podía llevarlo. Cuanta imprudencia inocente.

Y mientras, esa lucha interna de inconformismo. Esperando un cambio que solo yo podía conseguir. Con una mochila al lado de la cama siempre preparada para partir. No tener ni una sola peseta era lo de menos, las ganas y la imaginación lo podían todo.

No ayudaban mucho las películas de la época: “Oficial y Caballero» (el ejército);  “Flahs Dance” (la danza); “Carros de Fuego” (el atletismo). Más leña a la hoguera del –Sueña lejos!!

Dejé el instituto en abril. Un profesor me fue a buscar al supermercado donde trabajaba para que fuera a hacer el último examen, no podía dejar el COU por una asignatura.

No importa que día les dije a mis padres que me marchaba a Portugal para buscarme la vida. Ellos sabían que sus palabras no iban a impedir que me fuese. Dos días después mi padre me propuso hacer las oposiciones para Policía Local. Con esto logró su objetivo. Que no me marchara.

Durante todo un año no hice otra cosa que estudiar y entrenar. Sólo prepararía esta  oposición.  Si no la aprobaba, me iría.

Por aquella época ya conducía una Yamaha 400 que un ex se había comprado porque sabía que era la forma de que volviese con él. Lo logró (risas).

El día once de abril de 1989,  mi veintiún cumpleaños, ya había superado las pruebas físicas con unos tiempos excepcionales. El quince de junio prometí el cargo de Agente de Policía Local de Gijón.

Con veintiún años, funcionaria, piso propio en Gijón y con coche. El sueño de cualquier persona. Pero este sueño no era mi sueño. Quería más.

Pronto estaría ubicada en la sección de motoristas y compitiendo con mis compañeros en el equipo de Pentathlon de la Policía.

Después de unas cuantas medallas en mi haber, tener que dejar la competición por lesionarme y obligada a pedir el traslado a la sección del 092, dí el peor paso que se puede dar, apostar por otra persona mi libertad… y perderla.

Una Honda CBR 600 que no duró mucho. Otra Honda VFR 750 que tampoco tardó en tocar suelo. En ninguna de las ocasiones conducía yo, pero mis esperanzas de rodar y de viajar en moto se quedaron en un siniestro en el garaje. Aquella tienda de campaña no llegó a estrenarse y se fue convirtiendo en un casoplón que agotaría cualquier fuerza física y mental que pudiera quedarme dentro.

Un roll, el de familia feliz, que no me satisfacía para nada.

Con mucho valor y -Soñando lejos, miré hacia lo que muchos calificarían de tenerlo todo, para marcharme sin nada.

No fue  fácil. Grandes amigos y una moto, me recordaron que más allá hay cosas. Me ayudaron a creer en mis propias palabras y a sentir la fuerza que durante años se me había ido apagando.

Aquella mañana me desperté como siempre, me había tirado horas y horas durmiendo sin sentido. Se había hecho una costumbre. Miré en la cartera. Treinta euros. Metí cuatro cosas en las maletas, y me lancé a la carretera sin destino final, una nueva etapa comenzaba. La Meseta, Peregrinale, Los Alpes……ya no había forma de parar, estaba escribiendo mi destino. Con muy pocos recursos, pero si había para gasolina era suficiente.

Arrepentida? no. Algunos pasos atrás son para coger carrerilla.

Mis hijos no tardaron en comprenderme y lejos de censurarme me ofrecieron todo su apoyo.

Ellos y mis padres hacen que me sienta orgullosa de mi familia. Conté, cuento y estoy segura que contaré siempre con su cariño incondicional. Qué más puedo pedir? «»

Con esta presentación, y de esta manera comenzaba el viaje más importante de mi vida. 

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Quien fue el atrevido que afirmó eso de que «de ilusiones vive el tonto de los c…»?

Las ilusiones son el verdadero alimento del alma, y si no que nos digan a todos y cada uno de los que andamos por ahí como aguantar el día a día, el levantarse hacia una rutina más o menos soportable y acostarse con tanto de lo mismo del día anterior, sin haber sentido al menos por unos minutos…. una ilusión, un sueño.

Claro que muchas veces, en la vida, es más cómodo cerrar las puertas y ventanas de nuestra alma y negarnos a ser nuestros propios ilusionistas.

Rodrigo sabe de mi más que nadie. Escudriñó en mi cabeza y en mi corazón logrando que abandonase un enfermizo sentimiento de culpa por haber nacido mujer. Confió en mi más de lo que yo misma confiaba y logró que diese valor a mi persona sobre todas las cosas.

Nos conocemos desde hace muchos años. Y sólo él sabía que la moto era la llave que abriría mi alma si en algún momento estaba próxima a cerrarse. Me iba a buscar a medio día, una vez por semana después de las consultas y solíamos ir a comer a Mieres. No eran más de dos horas, pero el aire en la cara sobre las dos benditas ruedas me inyectaba la confianza necesaria en mí misma. Durante las comidas charlábamos de cualquier cosa; a veces creo que, con nuestros espontáneos debates,  el bien que nos hacíamos era recíproco. El analista analizado.

No he parado en toda mi vida de soñar, en una dirección u otra siempre he soñado con lo que más quería en ese momento y más adelante, y me ha servido para tener fuerza y luchar hasta  lograr cada una de esas cosas que ansié. Equivocadas o no, pero he ido consiguiendo cada una de ellas. Tal vez sea cierto que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque es lo que se consigue.

De esto estuve totalmente segura en el momento en que se comenzó a publicar en los medios. Ya no había marcha atrás. Prensa, Tv…. No por el  hecho de viajar; ni de hacerlo de una forma diferente o poco convencional; ni por ser un viaje en el que muchos ponían su granito de arena para luego ser yo la que lo viviese de la forma más intensa posible; sino porque desde el primer minuto sería el resumen de toda una vida.

Cada momento me trasladó a uno ya vivido, pero de una forma muy diferente. Cada persona me recordó a alguien. Me sumergí en cada lugar como un déjà vu, pero con la tranquilidad y el sosiego que jamás había sentido. Logre, por primera vez, estar en paz con migo misma y lo que es más importante, sentirme tan viva como para acariciar, sonreír y trasmitir lo que llevaba dentro de la forma más sencilla y pura que se puede…. sinceramente.

No me di cuenta de lo que se estaba transformando en mi hasta el mismo instante en que vi bajar para despedirme, a las seis de la mañana de un jueves veinticinco de julio,  a mi padre, en bata y zapatillas, una imagen casi ridícula, si lo piensas;  a mi madre, y a mi hermana que apareció por allí sin contar con ello; fui sorprendida por mi hermana, no esperaba que se levantase tan temprano para despedirme en algo que estoy segura ella calificó como inútil, innecesario, desmesurado, temerario, imposible… O tal vez me equivocase? Nuestra relación siempre ha sido, y creo que seguirá siendo muy distante. Nuestra forma de ver el lado oscuro de las cosas es muy diferente; yo, sencillamente, no miro ese lado.

20Mares no fue premeditado ni pensado, surgió como surge todo en mi vida, de la casualidad, del ímpetu, de las ganas de lo nuevo, lo diferente.

Cuando Tino me propuso rodar aquel verano en busca del ying y el yang de los mares, el mar Negro y el mar Blanco, abrió la caja de Pandora por segunda vez para mí, despertó nuevamente la Walkiria que llevo dentro. Entrar en aquella web, la lista de los 20 mares europeos y tomar la decisión de recorrerlos todos fue cosa de pocos segundos, no dejé lugar a las dudas de dinero o tiempo, simplemente dije que lo haría.

El resto fue surgiendo después de aquella tarde, cuando le dije a BMW Nort que haría 20Mares. Los patrocinadores, un mundo desconocido para mí, fueron llegando a formar parte del proyecto, unos llamaron a mi puerta, otros entraron por las redes sociales, amigos, conocidos que sin dudarlo creyeron desde el principio en las ganas, el compromiso y posterior éxito.

Una idea original, una temeridad… hubo y hay opiniones para todos los gustos. Yo me quedo con la idea de una aventura en mayúsculas, algo grande, de veintisiete mil kilómetros en solitario, que supuso un pequeñísimo paso adelante en mi mundo.

No sentí miedo alguno, no recorrieron los nervios mi estómago ni mi garganta, pude decir hasta dentro de cincuenta días sin tan siquiera trastabillar. Ya tenía ganas de partir y ya sentía, a pesar de saber que durante los primeros días pisaría lugares y paisajes conocidos, la curiosidad de lo que me encontraría un kilómetro más adelante.

A veces me quedaba pensando, mirando a mi moto, Walkiria, que me hizo pecar de infidelidad para con Tola, mi anterior montura,  y le preguntaba en silencio si sabía lo que iba a pasar, si tenía idea de lo que nos esperaría entre mar y mar. Casi la oía contestar –“No te fallaré”

Siempre albergué un sentimiento apátrida, no a disgusto de Asturias o España, si no por el ansia de descubrir, conocer, recorrer, aprender cuanto no estaba al alcance de mi vista. Siempre quise ser ciudadana del Universo,  pero en esos últimos días antes de partir y estando segura de todas las cosas maravillosas que vería, vi con más entusiasmo las maravillas de mi tierra.

Soy Maliaya. Villaviciosa se conoce especialmente por la calidad de la sidra y la abundancia de pumaraes.

Y aunque recién llegada de haber estado viviendo y trabajando fuera durante muchos años se subieron a la ola de 20Mares sin dudarlo.

En Asturias no llueve tanto como se dice, las playas son frescas, salvajes, fuertes como soy yo  y se abren paso entre los matices verdes de los acantilados tallados por las aguas y los fértiles campos. Tenemos minas de oro, azabache y carbón. Cultivamos, criamos y elaboramos. Mantenemos orgullosos nuestra cultura y creamos para engordarla.

Hay mucha historia en Asturias, tierra no conquistada por los árabes a los que Pelayo, Pelayín pa nosotros, se encargó de ahuyentar a pedradas desde el Real Sitio de Covadonga. Tenemos arte para aburrir, rupestre, prerrománico, románico… pero el mejor arte está en nosotros mismos, hablamos a voces sin pretender con ello que se nos entienda mejor; las carcajadas delatan sin darnos cuenta que restamos importancia a muchas cosas y con un fuerte apretón de manos o un abrazo exagerado damos por zanjado cualquier tema.

Sentada en el espigón de la Playa de Rodiles, mirando al que sería el primer mar de mi periplo, el mar Cantábrico, lloré alguna que otra lágrima.

Miré a mi izquierda y quise vislumbrar mi casa, la misma que abandoné años atrás en busca de esa paz que por fin hallaría, sin saberlo aún, a lo largo de tantos días de falsa soledad. Durante años había trabajado y luchado para construirla con mis propias manos, y sin embargo cerré la puerta por última vez, para irme, sin mirar atrás con la certeza de estar haciendo lo que debía.

Recordé cuando les dije a mis hijos que me marchaba, abandonar mi casa era la mejor opción para poner fin a todo el sufrimiento que veníamos arrastrando durante tantos meses. Ellos me contestaron: -Hacemos una pizza para celebrarlo mamá?

Gerard acababa de cumplir once años. Yvette tiene dieciocho meses menos. El aplomo de ambos era y sigue siendo admirable.

Los echaría de menos. Me habría gustado tanto llevarlos! Siempre habían ido conmigo a todas partes. Siempre eran un ejemplo de fortaleza y saber estar. Francia, Egipto… todo les quedaba pequeño igual que a su madre.

Pensé en la fabada y la sidra que estando en casa obviaba continuamente. Mi madre me había hecho el día anterior una de mis comidas preferidas, empanada de plátano, pero cuál sería la primera que comería al volver?

Recordé lo orgullosa que me sentía al oír sonar el himno de Asturias al son de la gaita cuando bailaba los bailes típicos en las Europeade. Se me ponía la piel de gallina ataviada con pololos, faldón y falda, camisa, corpiño y dengue, sin olvidar el almidonado pañuelo repleto de alfileres para que las orejas no se doblegasen con tanto movimiento. El único motivo por el que no lloraba entonces era no hacer que el rimel de las pestañas terminase en el cuello de la camisa. 

Después me levanté y tranquilamente cogí la cámara, comenzaba una nueva faceta para mí, compartir. La fotografía y los videos eran la manera de trasladar a cuantos me seguían desde sus casas o lugares de trabajo cuanto me encontraba por el camino y los sentimientos que se iban desencadenando en mis entrañas. Sería la parte más difícil de todo el viaje, hacía tan solo unos días que tenía la cámara y que mi hijo Gerard me había explicado cómo trabajar con un programa de edición.

Para cuando conseguí terminar de editar el que sería mi primer vídeo del viaje ya eran más de las dos de la madrugada y a las seis había decidido emprender camino al sur.

Dormí tranquilamente, satisfecha de mi primer mar, de mi primer vídeo.

Aún me sorprende la tranquilidad con la que saqué la moto del garaje, la aparqué delante de casa, bajé la primera maleta, bajé la segunda… Si alguien esperaba apreciar en mí ni un solo gesto de preocupación o duda… No hubo nada de eso, si acaso, me guardé el pesar por ver las caras de mis padres.

Vives ya había llegado y su Goldwyn naranja se encontraba aparcada al lado de Walkiria.

No sé si una moto puede tener o no sentimientos, pero yo me empeñé en darles vida desde hacía mucho tiempo, a fin de cuentas ellas son las que sienten y padecen a nuestro lado y las que mejor nos conocen, como personas y como pilotos. Lo que compartimos con ellas no lo puede vivir nadie por mucho que insista en ello.  Se despedían también.

Hasta ese momento Vives era un motero más al que conocía de encuentros casuales en quedadas o concentraciones; que quisiera acompañarme en los primeros kilómetros me sorprendió gratamente y será un gesto desinteresado que siempre tendré en cuenta. Nos despedimos a la entrada de la provincia de León.

A medio día había quedado en llegar a Palencia. Había hecho ese camino muchas veces pero me perdí para no perder la costumbre (risas).

Unos kilómetros antes de entrar en la ciudad recibí la primera llamada de la radio, era la primera entrevista estando de viaje, aunque no nerviosa, estaba un poco tensa. Quería hacerlo bien. Quería que al otro lado fueran capaces de experimentar la misma emoción que yo. Paré en el arcén, como haría muchos días más, y respondí entusiasmada las preguntas que me iban haciendo. Poco tenía que contar, era el primer día; más que nada cómo me podía sentir ante lo que se preveía muy duro.

Con COPE había acordado en que cada día, de lunes a viernes, me llamarían a las trece horas para informar a todos los oyentes del lugar donde me encontraba en ese momento y contar lo vivido en esas veinticuatro horas.  Ahora sé que muchas cosas que me callé por no querer engrandecer ninguna situación y califiqué de banales para mí misma no lo habrían sido para muchos de vosotros. Lo excuso por mi falta de experiencia, pero no me lo perdonaré jamás.

Mi hermano Chupy no es hijo de mi madre, ni de mi padre, y solo le conozco desde hace unos pocos años, pero para mí será mi hermano toda la vida. Él me escuchó cuando lo necesité, me abrazó con tanta fuerza como pudo para tranquilizarme en los momentos más duros. Me habló con tanta claridad y fue tan sincero como nadie lo había sido nunca. Una deuda así sólo la puedo pagar con tanto cariño como él me ha dado, porque más es imposible.

A veces, cuando le escucho, envidio la templanza con la que analiza cada situación y la rapidez que tiene para posicionarse de forma objetiva. O tal vez es una cualidad que desarrolla solo para mí? Lo más probable es que sienta y padezca como todos nosotros.

Sólo sé que el verano del 2010 fue el mejor de mi vida. Juntos rodamos miles de kilómetros y los miles que rodé sola siempre estaba él para esperarme y darme ánimos para seguir…. –“Si has subido el Coll de la Bonet puedes con todo!!”  Me decía.

Chupy es el presidente de la delegación de IPA (International Police Asociation) de Palencia.

IPA España fue uno de los patrocinadores de 20Mares. Sus limitaciones impidieron que el patrocinio fuera más allá de ponerme en contacto con las diferentes agrupaciones en los países por los que pasaría durante el viaje. Julio y agosto es  una época difícil para que los presidentes o secretarios estén atentos al correo electrónico, así que pocos pudieron ayudarme a buscar un alojamiento más que económico,  y por la premura de tiempo,  menos aun los que pudieron organizar recepciones en Jefaturas o Ayuntamientos como me habría gustado. Siempre me he sentido orgullosa de mi trabajo. Al margen de connotaciones políticas sopeso nuestra presencia al servicio de los ciudadanos tan poco valorada por la mayoría.

Cuando Chupy puso al corriente a la  Concejal Delegada de Seguridad Ciudadana de su ayuntamiento de quien era yo y de mi propósito ésta no dudó en dar el consentimiento para organizar un recibimiento por todo lo alto. Alcalde, Concejal Delegada, Jefe de Policía, representantes de IPA y los medios de comunicación palentinos más importantes me estaban esperando a pesar de mi retraso en la Plaza Mayor; por un momento la escultura de Alonso Berruguete pareció cobrar vida.

Fui cruzando Tierra de Campos en dirección a Valladolid. Estoy segura de que muchos la conoceréis por la concentración de Pingüinos. La concentración de motos más grande de Europa. Casi todos los años, si las nieves no cortan el paso en el Puerto de Pajares, me dejo caer por allí. IPA y Moto Club  Pincia instalan dentro del recinto una carpa. El ambiente entre compañeros que llegan de toda Europa y nuestros anfitriones es tan entrañable que pronto nos olvidamos del frío. Sentados alrededor de las hogueras tomamos caldo y charlamos animadamente de nuestros avatares moteros.

Algunos cultivos de trigo ya habían sido cortados y en los campos se apreciaban las perfectas cuadrículas marcadas por las gigantescas cosechadoras. Tranquilos rebaños de ovejas, bajo la mirada expectante de su pastor, daban cuenta de los rastrojos antes de ser quemados. Los girasoles ofrecían su cara al sol, tan justiciero para mí y tan importante para ellos.

Soportar cuarenta grados antes de llegar a Toledo me dio mucho que pensar. Grecia y Turquía en agosto… Estaba completamente segura de que llegaría allí, de una forma u otra nunca dudé de que el viaje sería completado, pero tal vez estuviera infravalorando las dificultades con las que estaba segura de encontrarme.

No llevaba más que unas horas fuera de Asturias y las llamadas y mensajes de apoyo se acumulaban. No disponía de tiempo para contestar a todos ellos, pero eran una inyección de confianza y fuerza que no me sobrarían más adelante.

Empezaron a aparecer en mis redes sociales compañeros del colegio e instituto. A muchos de ellos no los veía desde esa época estudiantil. Familiares que pidieron a sus hijos o nietos que les abriesen una cuenta en Facebbok para poder seguirme y apoyarme. Vecinos de hola o adiós en la escalera, pero que ahí estuvieron los cincuenta días y aún están.

Recibí felicitaciones de compañeros de trabajo de los cinco continentes. Sentía que tenía el mundo a mis pies y que nada ni nadie me podrían parar.

Cuanto más grande era mi ansia más obligada me sentía de compartirla. No me importaba si mis escasos conocimientos de informática me mantenían al lado del ordenador una o cinco horas después de haber rodado todo el día bajo un sol abrasador. Lo que más importante era que cada uno de los que estaban al otro lado pudieran experimentar exactamente lo mismo que yo estaba viviendo y de la forma más paralela posible.

Me había propuesto hacer reír si algo me causaba gracia y llorar con todos si fuera necesario.

En Toledo, ciudad de las tres culturas, nombre que le viene por haber sido poblada por cristianos, judíos y musulmanes, callejeé sin bajarme de la moto. Una combinación perfecta de perfecta arquitectura en piedra y frío acero que forja desde hace siglos las mejores espadas. El mismísimo Cid Campeador empuñó  La Tizona, fraguada en alguno de estos rincones. Romanos, musulmanes, samuráis japoneses… acudieron, al que más tarde llamarían  el Imperio donde el sol nunca se pone, en busca del arma que les haría invencibles.

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El conductor de un autobús urbano me devolvió a la realidad haciendo sonar el escandaloso claxon. Tampoco era para tanto, solo había parado para hacer una foto a la Puerta Vieja de Bisagra.

Con Walkiria cual Rocinante y casco por bacía, me acerco sin lanza simulando los pasos de Don Quijote a los Molinos de Consuegra. Chispas, Clavileño, Espartero, Rucio… hasta doce de los trece molinos de viento, que no gigantes, construidos en el siglo XVI.

Camino de Jaén, Anoto Tomelloso y Las Tablas de Daimiel en pendientes.

Aparqué la moto al lado del Kiosco Rojo, en Ibros. El calor volvía a apretar fuerte y continuaba pensando en lo que me esperaba. Con un guante tapé la piña del botón de arranque. Pablo, el mecánico, me había dicho que el único problema que podría darme Walkiria era que el calor bloquease el botón de arranque; al parecer es un defecto de fabricación conocido ya por BMW que no pone los medios para corregirlo. Llevaba uno de repuesto y sabía perfectamente como cambiarlo, es muy sencillo, pero mejor evitar daños, quedaba mucho viaje.

Busqué la sombra de los pocos árboles que hay en la plaza, donde un grupo de lugareños después de haberse puesto en antecedentes sobre la cosecha de la oliva se disponían, como cada tarde, a jugar a cartas. Tan incansable como yo haciendo preguntas lo eran ellos respondiendo e intentando agradar.

En el primer peldaño de la escalera del  Ayuntamiento de Baeza se haya señalado el centro geográfico de la provincia de Jaén. Atalaya sobre el río Guadalquivir, desde su Alcazar inexpugnable se divisa el verde horizonte del mar de olivos. Un manto de topos verdes amenizado por las incansables chicharras.

Mi intención aquella tarde era llegar a Cabo de Gata.

La conocí por el Facebook, como a muchos otros, y me había propuesto poner cara a cuantos más mejor. Una joven que dejaba ver en sus palabras estar llena de vitalidad y ser apasionada sin mesura por todo lo relacionado con las motos. Me encanta hablar y comentar por la red, esta nueva moda que nos tiene a todos embelesados frente a móviles y pc, pero si puedes mirar a los ojos y dar una abrazo…. eso sí es grande! no lo dudé y cambié Jaén por Martos; estrechas calles adoquinadas y un café a la sombra de los plataneros en compañía de María.

El tiempo seguía corriendo.

Miré hacia Sierra Nevada con pena. Las Alpujarras era uno de esos lugares que ya figuraban en mi lista de pendientes desde hacía mucho tiempo. Desde  Entre limones  no podía borrar de mi imaginación los paisajes recreados mientras me empapaba de los sentimientos de aquella familia inglesa que un buen día decidió abandonarlo todo para empezar de cero en ese lugar.

Cuando llegué a Almería busqué rápidamente la playa, fue una necesidad incontrolable. No era el lugar que había escogido para ver el mar de Alborán, pero tantas horas sobre la moto bien se merecían un refrescante premio.

Caía el sol sobre  Cabo de Gata. Decidí parar en un camping próximo y dejar las grabaciones y fotografías para la mañana siguiente, no había suficiente luz y quería disfrutar al máximo de cada detalle de la reserva natural. Si hubiera sabido que otro rider me estaba esperando, habría continuado. Tal vez sea imposible agradar a todos pero no era mi intención lo contrario y me supo mal que alguien que se había molestado en ir hasta allí para conocerme tuviera que marcharse sin lograr su objetivo.

El camping se encuentra dentro de la Reserva Natural de Cabo de Gata. Está muy bien y no pierdo el tiempo en montar la tienda, una lona y el saco de dormir son suficientes.

A mi lado acampan un grupo de checos. Sus motos parecen haber atravesado el túnel del tiempo; tienen abierto el motor de una de ellas, la reparación no será fácil, hay aceite  por todas partes. No hablamos el mismo idioma, pero nuestra conversación duró más de media hora y nos entendimos perfectamente. Todos pusimos mucho interés, palabras sueltas en inglés, francés, español y manos moviéndose presurosamente para acompañarlas. Se dirigen a Marruecos y estoy segura de que lo conseguirán.

Pedí permiso al responsable del recinto para mover una de las mesas del restaurante a una zona tranquila y próxima al router. Pierdo mucho tiempo en buscar, colocar, descargar imágenes, cargar baterías… A lo largo de los mares iría cogiendo soltura, pero también perdiendo horas de sueño y descanso a pesar de tener muy presente el único consejo que mi padre atinó a darme: -“Hagas lo que hagas respeta las horas de dormir y las comidas, si no descansas y comes bien no lo aguantarás…”

La luna llena y el susurro del agua de la piscina me adormece al instante.

Las tierras de esta zona son de origen volcánico. Entre la vegetación esteparia crece algún palmito y los charcos salinos hacen las delicias de las garzas. Mar de Alborán.

De cabo a cabo y de faro a faro. Al de Palos, desde Gata.

Campos cubiertos por invernaderos, huertas ocultas bajo mantos blancos que bien parecen grandes naves industriales sumergidas entre montañas recortadas para su recogimiento.

Las playas se abarrotan de bañistas ansiosos de refrescar el fin de semana.

El pequeño puerto de Palos está saturado de turistas, los hay por docenas, que además del sol y playa buscan los fondos marinos de esta reserva natural, un promontorio submarino formado por la continuación de este Cabo y que reaparece en la superficie en las Islas Hormigas.

No me cuesta conectar, la gente se queda mirando la moto con curiosidad y se encuentran con mi sonrisa. Les hablo de Walkiria, de 20Mares. Primero, sorpresa, después, dudas que les intento responder a la vez que trasmitir esa pasión tan grande que siento. He llegado a pensar que algunos me acaban entendiendo. Me dan un fuerte abrazo de ánimo y se marchan murmurando.

Otros, observan desde la ventana, ven que alguien mete una moto en el paseo con descaro. Bajo el trípode, la cámara, las banderas… mira por aquí, por allá, y finalmente se deciden a acercarse. Puestos al día me ofrecen su casa para refrescarme y descansar. 

Pepe, malagueño, emigrante alemán y turista en La Manga, no pone impedimento para interpretar el papel de reportero, así es que le grabo mientras explica para todos que el mar Menor es una albufera de agua salada siempre caliente y muy beneficiosa para la salud por su alto contenido en yodo;  se abre al Mediterráneo por un paso estrecho entre La Manga y San Pedro del Pinatar. La Manga es un cordón litoral de  veintidós kilómetros de arena edificada.

Parecía que se había estudiado un guión. Cuando Pepe se marchó aún me quedé riendo un rato.  No sé, a veces me emociono y tengo que parar. Parar de todo. Pierdo la mirada en la arena…

Llevo horas de carretera a lomos de Walkiria y  me doy cuenta de que estoy cansada, he dormido poco y me gustaría llegar pronto. De no haber sido por la insistencia de Carlos en que hiciera noche en Barcelona ya me habría parado en cualquier parte para dormir.

Tino… Constantino… Conocí a Tino a través del FB.

Él siempre decía que teníamos muchas cosas en común, la moto, los viajes, los dos divorciados con dos hijos de la misma edad… si, la verdad es que era cierto, teníamos muchas cosas en común. Me propuso que nos conociésemos y organizó un encuentro en Soncillo, Cantabria.

Tal vez todas esas coincidencias y su agradable sonrisa tuvieron la culpa de que yo me ilusionase con haber encontrado a alguien que sí merecía la pena.

Dos semanas después, y porque yo no podía, se marchó de viaje con otra mujer. Evidentemente lo negó una y otra vez hasta que las pruebas eran tan evidentes que reconoció haber llevado a una amiga de paquete, con la que mantenía  una buena amistad después  de que habían finalizado su relación. El caso es que decidí dejar de insistir con el tema, cuando, muy propio de él, le dio la vuelta a la tortilla y me acusó de ser una histérica celosa ya que en ningún momento él me había dado motivo alguno para tales dudas.

No sé si me dolió más el engaño o la mentira. Pero en un momento de debilidad, le perdoné y seguimos viéndonos, de vez en cuando…Cuando no se iba en solitario de fin de semana para desconectar…

No me llaméis idiota ahora, que aún habrá tiempo (Risas)

El fin de semana siguiente a una de esas huidas suyas de desconexión y dos semanas antes de partir hacia 20Mares, me presentaba en sociedad en una boda familiar en Segovia. Bien es cierto que su familia no tiene la culpa de lo c… que era y seguiría siendo Tino.

Tanto tiempo conduciendo  es inevitable que se arremolinen pensamientos y recuerdos que en ese momento parecen no tener sentido. Miro a mi alrededor, de las blancas estructuras invernadero, pasamos a los campos de naranjos valencianos. Cambio de colores y olores. Puesta de sol sobre tierras levantinas.

Unos kilómetros antes de Barcelona, en la travesía de una población, el semáforo estaba cerrado. Paro detrás de un turismo, cuando al hacer pie, no encuentro el suelo. Justo debajo había un socavón que no vi y no llegaba a apoyarme con firmeza. Me cayó por primera vez la moto. No hubo daños ni lesiones. Los ocupantes del vehículo que se encontraba parado delante se bajaron, rápidamente para ayudarme a levantar la moto, antes de que alguno de los camiones que pasaban por allí a gran velocidad me llevase por delante.

Cuando llegué a casa de Tino ya era muy tarde.

En la mañana del 28 de julio  rodé con él por Barcelona, se reía conmigo. Ese día vio que soy capaz, sin esfuerzo, de unir a un grupo de gente en medio de la Playa de San Sebastián, en Barcelona, para hacer una fotografía y que griten 20Mares muy alto.

Creo que hay más gente con ganas de cosas nuevas de la que creemos. No necesitan mucho para lanzarse, pero si de ese pequeño empujón, esa sonrisa de una rider que lejos de temer al mundo, se enfrenta a él con una moto, un gesto y muchas pero que muchas ganas de MÁS… sueña lejano continúa…

La Ciudad Condal está bañada por el mar Mediterráneo. Independiente o no, es española y alberga un nutrido repertorio de lugares de interés.

Su centro histórico y Las Ramblas es el lugar de encuentro de miles de turistas. Pintores, bohemios, flores, recuerdos, frutas, dulces, mimos, té o cerveza… todo y todos encajan perfectamente en estas calles, en perfecta armonía.

Me paro en los semáforos y hablo de 20mares a los conductores. Pido a la gente que sonría y diga algo para mis inocentes vídeos, pero que son los míos. Hace un mes no sabía ni hacer una fotografía y ahora ando por aquí caciplando, como decimos en mi tierra.

A estas alturas, algunos críticos, ya se posicionaban de forma negativa. Mis videos no eran de su agrado y me encasillaban entre los imitadores baratos. Sin embargo, las visitas crecían en mis páginas y las felicitaciones iban en aumento.

Me había dolido más que esos que predicaban a los cuatro vientos ser mis amigos se distanciasen cuando tuvieron conocimiento de  mi proyecto. Nunca supe interpretar muy bien esta actitud. Una madre, funcionaria, con más problemas que otra cosa, le echa ganas al asunto y decide lanzarse a realizar un sueño… tanto les puede perjudicar esto? Acaso tienen los sueños derechos de autor y copyrigth?

Nunca entraré en juegos de tronos ni grotescas amenazas. No necesito padrinos que me ayuden a trepar. Solo espero dar lo mejor de mí misma y rodearme de los que disfrutan conmigo tanto como yo disfruto con ellos.

Hablo con Walkiria, discuto con la Gopro que cada poco se bloquea, le grito al ordenador cuando no va bien la wifi (risas), pero aprendo deprisa, tan deprisa como ruedo de mar a mar.

Todo esto hace crecer mi autoestima y me anima a exigirme más aún.

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