CAPITULO UNO

  – Papá, por favor, ¿no podrías mandar a Marco para éste trabajo y dejarme a mí aquí que hay mucho que dirigir? – comentó un moreno de ojos verdes, mirando fijamente a su padre Mauro -. Es más joven que yo y estoy seguro de que disfrutará más de la experiencia.- dijo dando vueltas sin parar por el despacho.

  – No hijo.- contestó su padre secamente mientras se levantaba de la silla -. Este negocio  es más importante que los que tenemos aquí en Roma.

El más joven no se podía creer lo que le estaba haciendo su padre, hacía unas semanas que había conocido a una rubia de escándalo, claro está que en el mundo donde él se movía no era de extrañar encontrar esas preciosidades, ya que éstas lo único que buscaban eran solteros millonarios sin importarle demasiado a qué se dedicaban los susodichos. Cada vez que quedaba con la rubia en su lujoso ático tenía unas noches locas cargadas de erotismo, la chica sabía lo que se hacía pero había que reconocer que él era todo un semental en lo referente al sexo, y porque no decirlo, debido a su físico y su potencial se ligaba a todas las que quería.

  – Papá, no me puedes hacer esto. Marco necesita un voto de confianza en la familia, si le encargas éste trabajo se sentirá muy valorado. – se paró frente a la ventana, tenía que intentar por todos los medios convencer a su padre, no le apetecía nada irse a un país que no conocía.

  – No te lo repito más veces. – gritó su padre no de buenas formas apoyado en el escritorio -. El encargado de esto serás tú, tu hermano aún no está listo por si algo sale mal.

   – Algún día tendrá que saber cómo funcionan todos los negocios de la familia, tanto los legales como los no tan legales. – se defendió el joven girándose hacia su padre, él solo quería seguir disfrutando de su estilo de vida, le encantaban los riesgos de sus trabajos y las recompensas.

  – No se hable más, en una semana viajas a España.- le espetó Mauro clavando la mirada en su hijo. Se sentía muy orgulloso de su hijo mayor, iba a ser un buen jefe si seguía como iba hasta ahora -. Y si la preocupación es por la rubia con la que te han visto, no te preocupes, hijo, cuando regreses a Roma tendrás todas las que quieras como esa.

El joven salió malhumorado del despacho, no se podía creer que su padre se la estuviese jugando de esa manera. Cuando salió al exterior de la vivienda se encontró con su amigo de la infancia y ambos se marcharon juntos, subieron al Bugatti Veyron para dirigirse a Bocca, una de las salas que regentaba su familia, les esperaba una noche desenfrenada rodeados de bellezas rubias. Tenía que aprovechar el tiempo que le quedaba en Italia, ya que no sabía que iba a encontrar en España.

CAPITULO DOS

Es increíble cómo te puede cambiar la vida de un día para otro. No hace ni un mes que me ofrecieron la posibilidad de trasladarme de oficina y hoy me hallo en la estación de tren donde me estoy despidiendo de mi familia y amigos, porque en apenas una hora cojo un tren con rumbo a Madrid para mi incorporación al nuevo departamento que la empresa ha creado. Se trata de una formación que dura un año, para después los que queden en los cinco primeros puestos serán los encargados de dirigir las nuevas sucursales.

Cuando me lo comunicaron, dudé si iba a ser capaz de soportar los doce meses de formación y prácticas, ya que cuando me ofrecieron hace unos meses otro traslado de las mismas características para una de las sucursales de Roma lo rechacé automáticamente sin pensarlo siquiera, sabía perfectamente que esa ciudad era demasiado peligrosa para mí.

Sin embargo, esta nueva oferta me la pensé, aunque inicialmente volví a ser reacia al cambio, pero visto que si seguía en mi ciudad iba a ser peligroso, decidí que iba siendo hora de poner tierra de por medio para intentar salvarme, y cuando se lo comenté a mi familia, me aconsejaron que la variación no me vendría mal sino todo lo contrario, me haría bastante bien. Al final sopesé los pros y los contras de aquel traslado y llegue a la conclusión de que un cambio radical en mi vida no estaría del todo mal, aunque dejar a la familia y los amigos no era del todo de mi agrado.

  – Cariño, no te preocupes, veras como pronto conoces a mucha gente en Madrid y no te sentirás sola. – esa era mi madre tragándose las lágrimas que amenazaban con salir, ella siempre viendo el lado positivo de todo.

  – Mamá por mucha gente que conozca, sin vosotros me sentiré sola en esa ciudad tan grande. – no es que fuese una persona sin poder pasar un día alejada de sus padres, simplemente lo había pasado demasiado mal y ellos estuvieron todo el tiempo encima de mí para que me recuperara pronto, aunque en ningún momento supieron toda la verdad, si algún día se enteraban los iba a destrozar.

  – ¡No seas exagerada!, Madrid solo está a tres horas, puedes venir los fines de semana o mejor vamos nosotros y así nos enseñas la noche madrileña. – mi hermana como siempre, un encanto, solo pensando en ella.

  – Alba, que fácil lo ves todo, hija, que te piensas que voy a Madrid para estar continuamente de fiesta, te recuerdo que me traslado por trabajo, no por placer. – esta chica a veces no tenía dos dedos de frente.

  – Ya sé que te vas por trabajo, pero eso no significa que no vayamos Isa, Tony y yo a visitarte algún fin de semana y ya de paso conocer chicos guapos de la capital. – la madre que la parió, siempre pensando en lo mismo.

Mi hermana menor, Alba, de veintiocho años solo pensaba en hombres, cuando le dije que al final había aceptado el puesto de trabajo se pasó varias horas gritando y saltando de alegría porque iba a tener casa en Madrid para pasar temporadas con su hermana mayor. Si ésta pensaba que mi casa iba a ser su picadero para todos los ligues que se buscase en Madrid, las llevaba claras la niña.

  – Alba, por favor, deja a tu hermana tranquila, que tú seas una cabra loca no significa que tu hermana sea como tú. – mi madre como siempre regañándonos por los comentarios que hacíamos.

  – Por favor. – resoplo Alba. – Pero si Andrea es peor que yo, la única diferencia es que yo no me escondo y ella no cuenta nada. – me miró alzando las cejas mientras reía.

  – ¡Vale ya!, estamos aquí para despedir a tu hermana, no para saber la lista de amantes que quieres conseguir en Madrid. – mi padre hablaba poco, pero cuando lo hacía subía el pan. – Cariño, promete que nada más bajes del tren nos vas a llamar para saber que has llegado bien, y que llamarás todos los días para hablar con nosotros.- me dijo mi padre cogiéndome por los hombros, para después abrazarme.

  – Papá, por favor, todos los días no podré llamar, pero prometo llamar todas las veces que pueda, ¿Vale? – mi padre siempre tan protector con sus pequeñas, como él nos llamaba.

Una vez que conseguí soltarme del abrazo de mi padre, me gire para despedirme de mi amiga Isa, que hasta ese momento se había mantenido en segundo plano. Volví a tragarme las lágrimas que pugnaban por salir cuando la abrace.

  – Ten mucho cuidado en la capital.- me dijo al oído con la voz rota, debido a que ella también se estaba esforzando por no llorar.

  – La que tiene que tener cuidado eres tú.- le dije en un susurro, ya que no deseaba que los demás me escucharan -. No me hace gracia que te quedes tú sola aquí con él, ¿lo sabes?- le pregunte separándome un poco de ella para mirarla a los ojos.

Isa asintió mientras sutilmente se quitaba una lágrima -. No te preocupes por mí, sabes que sé defenderme yo sola.- me dijo cogiéndome de las manos -. Te mantendré informada de todo lo que ocurra por aquí durante tu ausencia.- no hizo falta que entrara en detalles, ambas sabíamos a qué se estaba refiriendo.

En esos momentos escuchamos por megafonía que el tren con destino a Madrid efectuaría su salida en cinco minutos, así que sin tiempo que perder me abracé a mis padres para despedirme de ellos, prometiéndoles que nada más llegar a mi destino les llamaría para que se quedaran tranquilos. Después de muchos besos y repetirme mil veces que me querían, me despedí de la loca de mi hermana y mi gran amiga Isa, que cuando me abrazaron me susurraron al oído que el próximo fin de semana no irían hasta Madrid con Tony porque entendían que necesitaba instalarme, pero que al siguiente sin falta los tenía allí a los tres para irnos de fiesta y caza como ellas lo llamaban, todos juntos como siempre hacíamos.

Una vez en el tren, instalé mis maletas y me dispuse a localizar mi asiento, cuando me senté saqué mi iPod, me puse los auriculares y le di a reproducir a una de las listas que llevaba grabada en la memoria, en menos de un segundo estaba sonando una de mis canciones favoritas de Nickelback, cerré los ojos para no pensar en la locura que estaba cometiendo, dejando todo atrás para escapar de una situación que casi acaba conmigo por todo lo ocurrido en el transcurso de la misma, intentando no llorar saqué mi móvil para ver si tenía algún email de la oficina y viendo que no había nada le envié un  Whatsapp a mi amigo Tony, que fue el único que no había ido a la estación para despedirse.

Flor,  ya estoy de camino a Madrid, la loca de Alba me ha dicho que vendréis a verme pronto

La contestación no tardó en llegar:

Jo! Acabo de llegar a la estación, lo siento, el cabrito de mi jefe no me permitió salir antes

No te preocupes – Le puse un emoticono de esos sonrientes

Por supuesto, ya está todo planeado, dentro de dos fines de semana nos vamos los tres para allá, así que ya puedes ir buscando morenazos para los cuatro

No pude evitar soltar una carcajada. Tony era único, también había que reconocer  el exquisito gusto que tenía para los hombres, lo que nos dejaba muchas veces en evidencia a las tres, y por suerte para nosotras como nunca le fallaba el radar, más de una vez nos había salvado de hacer un ridículo tremendo.

No lo dudes! Nada más ponga los pies en suelo madrileño lo primero que hago es localizar a cuatro bombones, ya después me entretengo si eso en buscar mi nueva casa.

A ver, el mismo día no lo iba hacer, pero solo para dejarlos con la boca abierta cuando vinieran de visita, iba hacer todo lo posible por localizar a varios morenazos para presentárselos.

Vale, doña sarcástica, he pillado la indirecta, ya los buscaré yo solito cuando llegue allí. Bueno te dejo que voy a conducir. Bss

Adiós corazón. Bss – Me despedí de él y guarde el teléfono.

El resto del trayecto lo pasé escuchando música y releyendo uno de mis libros favoritos de  Megan Maxwell, Deseo Concedido, el pasajero de al lado más de una vez me miró con cara rara pensando que no estaba muy bien de la cabeza, porque me pasé medio viaje riéndome con las ocurrencias que tenia la autora en su libro, mira que lo había leído veces  pero aun así cada vez que lo volvía a leer me cautivaba como la primera vez. Mientras me duraba la lectura soñaba con encontrar un guerrero fiero como Duncan, claro está que los hombres de las novelas no existen en la vida real, ¿qué le íbamos hacer? Así que cuando me di cuenta ya me hallaba en mi destino, recogí mis maletas y me dirigí hacía la parada de taxis para ir a mi nueva residencia.

Los siguientes tres días me los pasé instalándome, conociendo la manzana donde se ubicaba el ático donde me habían instalado y dando largos paseos por El Retiro. Necesitaba  liberar mi mente de todo lo que había dejado atrás para poder afrontar mi nueva vida con una perspectiva más optimista, ya que si conseguía quedar de las primeras en la formación tendría la oportunidad de dirigir una de las sucursales que la empresa tenía previsto abrir para principios del año próximo y eso supondría poner más tierra de por medio. Durante esos días llamé a mis padres todos y cada uno de ellos, ya que sabía que a partir del miércoles la cosa iba a estar más complicada, porque sabíamos a la hora que entrabamos pero nunca a la que terminábamos.

El miércoles me levanté temprano, me duché, desayuné y luego me maquillé un poco para disimular las ojeras que tenía porque  aún no me había acostumbrado a la nueva cama y me dispuse a vestirme para el primer día de mi nueva vida, delante del armario dudé en que ponerme ya que hoy también era la presentación del nuevo departamento, al final opté por unos vaqueros oscuros ajustados, una blusa blanca, unos zapatos azules del mismo tono que los vaqueros y una americana a juego, ni muy arreglada ni muy hippie. Cuando llegué a la oficina me encontré con mi director de zona, había sido invitado junto con otros directores  a la presentación, lo cual fue un alivio ver una cara conocida entre tanta gente. Durante el resto del día conocí a los que iban a ser mis nuevos compañeros, exceptuando a los que venían desde Italia que llegarían el próximo lunes. También tuve el placer de conocer al que sería nuestro jefe durante el periodo de formación, Joan Monteverde, un hombre bastante apuesto de unos cuarenta años, había que reconocer que no estaba nada pero que nada mal,  todo lo contrario era un autentico bombón, seguro que a Tony o a mi hermana Alba se les caería la baba si llegasen a conocerlo, pero también he de reconocer que por muy apuesto que fuese no era mi tipo.

El resto de los días de la semana fueron bastante tranquilos, así que nos dedicamos a conocernos los que íbamos a ser compañeros de piso durante los próximos doce meses, por supuesto la empresa no nos ponía un ático a cada uno, yo lo compartía con Roberto, un sevillano de unos treinta y cinco años, un rubio con el torso mas musculado que hasta el día de hoy habían visto mis ojos, pero gracias a Dios no se lo tenía nada creído, al contrario, era muy normal y simpático, así que no era de extrañar que te pasaras todo el tiempo riendo de las cosas que decía. Luego estaba Mariola, una catalana demasiado hippie, y mira que yo no me quedaba corta, pero que también resultó ser una tía muy legal y bastante amigable, así que no fue de extrañar que en tan pocos días nos convirtiéramos en inseparables los tres. Por ello, el fin de semana lo dedicamos a salir durante la noche para conocer el ambiente de la ciudad y nos dimos cuenta de que a los tres nos gustaban el mismo tipo de hombres, Mariola y yo no salíamos de nuestro asombro, en ningún momento se nos pasó por la cabeza que Roberto fuese gay, porque era de lo más heterosexual a la vista de todo el mundo.

  – A ver, nenas, quitar esa cara de bobas que se os ha quedado, que no soy ningún bicho raro. – se defendió Roberto al ver nuestras caras.

  – Ya sabemos que no eres ningún bicho raro, es que, joder, si antes pensaba que mi radar para los hombres estaba estropeado, después de esto es que no tengo radar alguno. – no salía de mi asombro y no porque fuese gay, sino porque era demasiado hombre y una estaba acostumbrada a la loca de mi amigo Tony.

  – Roberto, perdona nuestra cara, pero chiquillo entre lo bueno que estás y el porte de macho que tienes, quién iba a pensar que te gustaban los hombres. – Mariola tan franca como siempre.

  – Tú lo has dicho, Mariola, me gustan los hombres y me considero hombre, porque sea gay no tengo que comportarme como una loca.- en ningún momento perdió la sonrisa en su boca. Qué razón tenía.

El resto de la noche nos la pasamos bebiendo, riendo y también por qué no decirlo, ligando. Claro está que como estábamos en Chueca el que más triunfo fue Roberto. Cuando llegamos al ático estaba amaneciendo y los tres íbamos bastante perjudicados así que como pudimos, y aun riéndonos de la cara que puso el taxista al vernos cómo íbamos los tres, nos fuimos a dormir cada uno a su dormitorio. El domingo lo pasamos lo mejor que pudimos dado a la monumental resaca que teníamos, estuvimos todo el día tirados en los sofás sin ganas de poner la casa en orden y teníamos una batalla campal por todo el ático, pero nos hicimos los suecos disculpándonos mutuamente de que no nos había sentado muy bien la cena de la noche anterior, claro queda que no nombramos la de botellas de vino, cervezas, tequilas, ron y no sé que más que nos habíamos bebido, porque no encontramos ningún florero que si no, nos bebemos hasta el agua de ellos.

El lunes cuando entramos por las puertas de la oficina a las nueve de la mañana  había un revuelo considerable, los tres nos miramos con cara extraña como diciendo ¿Qué pasa aquí?, todas las chicas de todos los departamentos estaban muy excitadas y cada vez entendíamos menos qué pasaba para que andarán de acá para allá con tanta rapidez y sacando pecho.

  – Susan, ¿Qué ocurre que estáis tan excitadas?, es que nos han subido el sueldo a todos y somos los únicos que no nos hemos enterado. – le dije a la chica de contabilidad sonriéndole.

Me miro con cara de pocos amigos, no, mejor, como si fuese un sueco perdido en mitad de un Ikea.

  – Acaso es que no sabías que hoy llegaban los trasladados de la oficina de Italia para formarse al mismo tiempo que vosotros. – en serio, me miró como diciendo esta tía es medio tonta.

  – Ah es por eso… – dije sin expresión alguna en el rostro -. Joder, pensé que era algo más importante.

  – Te parece poco importante tener gente de la sede central.- me dijo en un tono poco amigable -. Además, se comenta que uno de ellos es sobrino del dueño de la empresa.

  – Ah, vale. – respondí secamente.

La verdad, tampoco era para ponerse así, todos sabíamos que venían los italianos y ¿qué? ¿Acaso eran los reyes del mundo para estar de esa forma? La verdad, no entendía nada, las mujeres a veces somos demasiado entusiastas ante un hombre y si a eso le sumas que eran seis italianos peor se ponían, venga, que son hombres como los españoles ¿no?, tampoco serían para tanto, no puede ser cierto eso de que todos los italianos son guapos, tendrán que haber feos, normales, pasables, pues, como en todos lados, digo yo. Roberto y Mariola, que habían escuchado mi conversación con Susan, me miraron con cara de estupor, al comprender lo que mi cabeza estaba pensando en ese momento.

  – ¿Todo este follón por seis italianos? – comento Roberto riéndose -. Cómo se nota que no estuvieron el sábado con nosotros, entonces sí que estarían más que cardiacas.

Mariola y yo no pudimos reprimir las carcajadas, al poco se nos unió él. Todos nos miraban con caras raras, no entendían de qué nos reíamos.

  – Tienes toda la razón, si llegan a ver al morenazo que se marcó el striptease en medio de aquel garito, la mitad de estas ya tendrían las bragas mojadas. – soltó Mariola sin parar de reír.

  – No, mejor, el rubio ese que se acerco a Roberto, dios mío todavía me pongo cardiaca solo de pensarlo. – dije también sin parar de reír.

De repente el ruido se extinguió a nuestro alrededor. Solo se oían nuestras risas, todos y cada uno de nuestros compañeros y compañeras estaban fijando su vista en un mismo punto. Como desde nuestra posición no podíamos ver con claridad qué es lo que miraban con tanta expectación, intentamos avanzar un poco para ver porque era todo ese silencio.

  – ¡Madre del amor hermoso y de todas las vírgenes del pecado! – exclamó Mariola.

  – Yo quiero un adonis de esos para mí.- susurré con la boca seca -. ¿Dónde hay que hacer el encargo para que lo traigan?- dije tragando saliva.

  – Chicas, ¿creéis que existe un departamento en la sede central que selecciona solo chichos como esos? – comento Roberto con la boca abierta de par en par -. Porque si es así, yo quiero cinco por los menos…. para llevar, por favor. Ah, y que me los entreguen muy rápido, me he levantado con mucha hambre esta mañana.

  – Qué, ¿ahora entendéis el revuelo de hace unos minutos?- preguntó Susan con un tono burlón.

Y tanto que lo entendíamos, ante nosotros estaban de pie los seis hombres más perfectos de la faz de la tierra,  mira que los del sábado noche no tenían mucho que envidiar, aunque pensándolo bien sí, esos tenían unos pequeños defectos y estos simplemente eran perfectos. Cuál de los seis era más alto o más guapo, los seis de ojos verdes, morenos de piel y de cabello, cuerpos perfectamente esculpidos y unas sonrisas de escándalo, ninguno se parecía en nada al otro, lo que descartó que fuesen familiares. Si el material de Italia era como la muestra que nos habían enviado a la sede de Madrid, dónde había que firmar para trasladarse inmediatamente allí. De repente ante semejantes tiarrones se disiparon mis dudas de que Roma no fuese una ciudad para mí. Me imagino las hojas a rellenar por el personal a entrevistar; color de ojos, altura, tiene un cuerpo definido, sabe poner una sonrisa profiden. Si así eran los hombres no quería ni pensar cómo serían las mujeres contratadas, fijo que la mitad dejaría a la altura del betún a mas de una modelo conocida y bien cotizada en las pasarelas.

Pasada una media hora y aun en estado de shock la mayoría de la oficina,  entró en el departamento Joan y juro que vi como ponía una mueca ante los adonis que tenía delante, pero rápidamente se recompuso de su estupor.

  – Hoy no tenéis pensamiento de trabajar ninguno. -dijo con voz muy seria. ¿Serían celos de los italianos?-. Os recuerdo que estáis en una formación para que algunos de vosotros asciendan en esta empresa, así que dejad de mirar a los recién llegados como si no hubieseis visto nunca a un hombre. – después, nos presento a los susodichos por nombres y apellidos.

Lo que yo decía, Joan estaba celoso, ya no solo tendría que competir con Roberto por la atención de todas las lobas que había allí, ahora también tenía a los italianos de competencia, iba a ser divertido trabajar en la oficina a partir de hoy.

  – Eso que noto son celos por parte del jefe.- susurro Roberto.

  – Ya les ha echado las cruces a los pobres y aún no han abierto la boca ni para saludar.- comentó susurrando también Mariola.

  – Mira si le sale humo por las orejas.- dije sin poder evitar contener la risa, a lo que se sumaron mis amigos.

Joan nos fulminó con la mirada, y los italianos nos miraban con una cara entre la guasa pero al mismo tiempo sin entender qué nos sucedía, pero me fijé que uno de ellos no pudo contener la risa como si hubiese entendido nuestra conversación.

  – Señorita Sáez.- rugió Joan, joder, éramos tres y solo me nombraba a mí, esto no es para nada justo -. ¿Se puede saber qué es eso que le hace tanta gracia?, ¿puede hacer el favor de compartirlo con todos nosotros?- hizo un gesto con las manos abarcando a todos los presentes.

  – Señor…. Monteverde. – intenté contestar sin poder parar de reír -. Solo es algo…. Señor, es algo. – no pude seguir hablando, empecé a reírme con más ganas.

   – Lo que intenta decir Andrea…. – empezó  a explicar Roberto intentando sin mucho éxito ponerse serio.

  – Estoy hablando con la señorita Sáez. – volvió a insistir Joan.

Hice un intento de mantener la compostura y de parar de reír, lo que me supuso un gran esfuerzo.

  – Lo siento mucho, señor. – balbuceé -. Solo es que he recordado algo muy gracioso que nos ocurrió este fin de semana, nada de otro mundo.

  – Tenéis media hora para desayunar, después os quiero a todos en la sala de formación y con una actitud profesional. – esto último lo dijo fulminándome con la mirada- . Señorita Sáez, la quiero en mi despacho a última hora de la mañana. – dicho esto, se dio media vuelta todo lo digno que pudo y salió disparado del departamento.

  – Qué poca educación tienen algunas personas, no sé cómo han podido seleccionar a gente tan vulgar, míralos no tienen clase alguna para esta gran compañía para la que trabajamos. – esa era la bruja de Samanta, una sevillana que se creía toda una diva con su ropa de firma.

  – Cierra el pico, Barbie de pacotilla, si no quieres que te lo cierre  yo. – dije muy seria.

  – Habló la pueblerina. – escupió Samanta retocándose su melena rubia teñida -. Andrea, ¿acaso sabes lo que son unos Manolos?

  – No, pero si sé lo que son dos buenas hostias. – contesté cada vez de peor humor.

  – Lo que decía, aparte de pueblerina también eres una vulgar, aún no entiendo que ha visto tu jefe en ti. – ladró la Barbie de pacotilla.

  – Samanta, te has parado a pensar que quizás a ella la respeten por lo buena profesional y por las buenas cifras que tiene, sin necesidad de tener que llegar al extremo de arrodillarse debajo de una mesa como otras. – soltó Roberto cabreado, ellos eran compañeros de la sucursal de Sevilla y nos había comentado que no la soportaba ningún compañero.

La rubia de bote se fue hecha una furia bufando unas cuantas palabras mal sonantes cuando salía de la sala.

  – No crees que te has pasado un poco. – le sugirió Mariola.

  – ¿Con quién?, con esa come pollas.- sonrió satisfecho éste -. Te aseguro nena que me he quedado corto.

Al mismo tiempo de decir esto se giró hacia mí y me cogió de los hombros -. No te creas nada de lo que ha dicho esa bruja, la única forma que tiene de ascender es haciendo unas cuantas mamadas, así que pasa olímpicamente de lo que te diga.

  – No te preocupes si no me afecta. – le dije con una sonrisa en la cara. Pero la verdad era bien distinta, ya estaba un poco harta de todo, a ver, no soy una persona para nada agresiva, todo lo contrario, soy muy pacífica, pero desde hace un tiempo aprendí por la fuerza que jamás dejaría que me volvieran a menospreciar de esa forma o cualquier otra, consejo que me dio mi psicólogo también.

Después del contratiempo nos fuimos todos a desayunar para poder estar a la hora en la sala de formación, los italianos se presentaron y resultó ser que por muy guapos que fuesen, la mayoría de ellos eran igual de tontos y presuntuosos que la Barbie de pacotilla, exceptuando dos de ellos que eran sencillos, simpáticos y con un humor muy parecido al nuestro, y también he de reconocer que a mí me interesaba mucho ser amiga de ellos.

  – Yo también creo que al jefe le salía humo por las orejas.- comento uno de los simpáticos- . Soy Piero Cassavacchi. – dijo con una esplendida sonrisa.

  – ¿Lo has escuchado?- pregunté horrorizada, si él lo había oído podía ser que Joan también, por eso  solo se había enfadado conmigo -. Soy Andrea. – le dije dándole dos besos.

  – Yo también lo escuché, pero disimulé mejor que Piero.- ese fue  el otro simpático -. Yo soy Fabio Bianchessi, encantados de conoceros.- otro que nos regalo otra estupenda sonrisa mientras nos daba dos besos.

  – Joder, ahora entiendo por qué se ha enfadado tanto conmigo.- dije en un susurro.

   – No te preocupes, flor, seguro que antes de la comida ya se le ha pasado el enfado, y te vuelve a mirar con esa cara de bobo que siempre pone cuando te mira.- la madre que parió a Mariola, desde el miércoles pasado está con la teoría de que le gusto a mi jefe, y lo suelta delante de estos así sin más -. Eso sí, lo que no sé es para que quiere verte en su despacho al finalizar la jornada.

  – Mariola, tu alucinas, no sé de dónde te has sacado esa teoría tan tonta.- comenté muy seria -. Y para qué  va a ser, pues para echarme una bronca alucinante.

  – Yo también estoy de acuerdo con su teoría, te mira con ojos de corderito.- me cargo a Roberto si le da vuelos a Mariola en ese tema.

  – No es mala idea lo que dicen, a lo mejor se ha sentido intimidado por nosotros y se ha sentido celoso al ver cómo nos mirabas. – Piero dejó caer eso así, sin anestesia ni nada.

  – Iros todos a la mierda.- estallé -. Me voy a fumar antes que suelte alguna perla más. – pagué mi desayuno y me fui a la calle para no matar a mis compañeros.

El resto de la mañana fue un completo desastre. Nada más poner los pies en la sala de formación, Joan empezó a putearme de lo lindo, con ninguno de mis otros compañeros se portó de la forma que lo hizo conmigo, mi mala leche iba creciendo por momentos no solo debido al trato injusto de mi jefe, sino que Samanta me miraba con una sonrisa falsa en la cara como diciendo eres una perdedora, y para postre los capullos de mis amigos e incluidos los dos únicos italianos con los que tratábamos se pasaron toda la jornada riendo y hablando por lo bajo respecto a su loca teoría.

Después de las horas de formación me fui a su despacho para hablar con Joan, pero me fue totalmente imposible, Samanta interrumpió nada más aparecer yo y le prestó a ésta más atención que a mí, así que desistí y me fui a comer con el resto de compañeros. La tarde no se presentó mucho mejor que la mañana,  pero por lo menos mi jefe había dejado atrás parte de su furia lejos de mí, la concentró con los recién llegados. Volví a insistir en hablar con él, pero volvió a ser imposible, así que me fui a casa. Mañana sería otro día.

La semana pasó sin más incidentes con el jefe, al final conseguí hablar con él y resulto que sí me había escuchado, por lo que no me quedó más remedio que disculparme mil veces y asegurarle que nunca más iba a suceder algo así, a partir de entonces nos convertimos en grandes amigos. Desde el primer desayuno con Piero y Fabio nos hicimos bastante amigos los cinco, yo por mi parte entablé mas amistad con el primero, aunque con Fabio me llevaba muy bien era más reservado que Piero. El fin de semana que vinieron mis amigos y mi hermana  a visitarme, les tenía una gran sorpresa en casa, invité a Piero y Fabio y también a Marcos y Julio, los chicos que habíamos conocido el primer fin de semana cuando salimos por Chueca, qué decir que tanto Isa, Tony, como mi hermana Alba disfrutaron de lo lindo, y también pude comprobar que Tony y Roberto congeniaron demasiado bien. Por otra parte, mi hermana se pasó el fin de semana poniéndole ojitos a Fabio y éste lanzándole sonrisas demasiado cautivadoras, sin embargo, Isa fue la más cohibida con respecto a ligar de los tres, en parte después de su pasado la entendía perfectamente y he de reconocer que fue uno de los mejores fines de semana que he pasado en mi vida. El domingo cuando llegó la despedida me costó mucho esfuerzo, me hubiese encantado que se quedaran conmigo en Madrid, pero la realidad es que al día siguiente cada uno tenía su trabajo, así que quedamos en que pronto volveríamos a vernos.

CAPITULO TRES

Ese miércoles, en el aeropuerto de Barajas, se hallaban tres hermosos hombres morenos de ojos verdes, que hacían que todas las féminas girasen la cabeza a su paso y babeasen frente a ellos, de hecho las dos azafatas del vuelo no pudieron despegar los ojos de ellos en ningún momento.

No tenían que presentarse en las oficinas hasta el lunes, pero aun así adelantaron su viaje debido a que uno de ellos tenía que visitar a los clientes del país, los otros tres llegarían el mismo lunes, conduciendo los dos coches que tendrían en España, ya que hasta entonces no sería necesaria su ayuda. Eran casi de la misma edad, el más joven de ellos, primo del más serio de los tres, acababa de cumplir treinta y dos años y los otros dos, amigos desde la infancia, estaban ya en sus treinta y cinco años.

  – Joder tío!, quita esa cara de perro que llevas instalada.- dijo Piero, dándole una palmada en la espalda a su gran amigo -. Que no esté aquí la rubia esa que te estás follando no significa que no haya españolas guapas.

Piero era con diferencia el más Don Juan de los tres, con su encanto, simpatía y sus bromas, no había noche que saliera que no terminara con alguna hermosa mujer. Por el contrario, su gran amigo desde la infancia era el más reservado y serio de los tres. Aunque disponía de una belleza espectacular y tampoco le faltaba la compañía de mujeres bellas a su lado, no era tan abierto y encantador como su amigo.

  – Cierra el pico, Piero.- contestó malhumorado su amigo -. No es por eso, es que nosotros no tendríamos que estar aquí, tendría que haber venido mi hermano.

  – No estoy de acuerdo contigo, primo.- habló Fabio sonriéndole a una pelirroja que pasaba en ese momento a su lado -. Creo que tío Mauro sabe lo que se hace, además no estás harto de estar siempre con las mismas mujeres y ver las mismas caras en Roma. – añadió volviendo la cabeza para mirar a su primo -. Además, te recuerdo que cada vez que Fabio y yo hemos venido a España nos lo hemos pasado muy bien.

Fabio, el más joven, otro morenazo de ojos verdes, era más parecido a Piero en personalidad, ya que físicamente no se parecían en nada ninguno aunque dos fuesen primos, era un chico muy alegre y veía la vida con ojos divertidos, solo pensaba en sus coches, mujeres que no quisieran nada serio sino más bien un rollo de una noche y que no le faltase el dinero en la cartera y por supuesto su provisión de condones, no quería ningún susto.

  – Tu primo tiene razón, en todo.- comentó Piero con una espectacular sonrisa -. Yo ya me sentía como un tigre enjaulado en Roma.

  – Sí, pero eso es porque Fabiola no para de acosarte.- rio Fabio.

Piero le dio un golpe en el hombro a Fabio que no paraba de reír ante su propio comentario, era verdad que Fabiola era una rubia exquisita pero llevaba un mes acosándolo, llevaban juntos casi un año eso sí, nada de exclusividad en ese tiempo pero ahora ella pedía algo más, así que cuando su gran amigo le comentó el viaje a España vio los cielos abiertos para escapar de la rubia.

  – A ver, capullos, no estamos aquí para ligar, hemos venido por cuestiones de trabajo.- ladró el más serio de los tres -. Intentad no llamar mucho la atención, aquí no tenemos el respaldo de la familia, estamos solo nosotros, ¿entendido?

Piero y Fabio soltaron una gran carcajada, sabían perfectamente qué hacían en Madrid, pero eso no les iba a impedir a ninguno de los dos conquistar alguna morena española, ya que en Italia no sabían por qué pero todas las que estaban en los clubs que ellos frecuentaban eran rubias. Dicho esto se subieron a un taxi para dirigirse a la que iba a ser su casa temporalmente.

 

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