Miedo a haber recorrido cielo y tierra en busca de una sonrisa, que extrañamente se parece a la tuya; en busca de una mirada, que casualmente es la tuya.
Miedo a no encontrar más que el vago recuerdo de una felicidad que no sobrevivió al olvido impuesto y que murió contra el muro de tus miedos.
Miedo a que pasen los años y me encuentre sentada frente al mar, esperando verte volver a mí, sin preguntas ni respuestas, solo a mí.
Miedo a que no haya nadie en el mundo que me cure de ti.
Carta sin destinatario ni remitente.
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