Para que no me olvides

Para que no me olvides

Secret Garden

Aquí, ante el horizonte más maravilloso jamás contemplado, mis manos tiznadas de pintura y mis locos pensamientos se empeñan en escribir estas líneas arrebujadas a modo de epitafio. Y es que de la rutina insípida de mi oficina, de la espiral de analgésicos y cafeína, de la tristeza del asfalto, ni tú podías salvarme. Llegue hasta aquí cuando apenas había recorrido algunos caminos, islas y cimas… Calabria no cuenta, Egipto tampoco. Tortuguero fue pura vida; los viñedos de Alsacia, el comienzo del fin. En Merzuga vi el amanecer más maravilloso, pero el frío del Sáhara me paralizó y aún me maldigo por ello. El anochecer de Brooklyn fue mi rendición; la casa de las salamandras, en alguna cala del Mediterráneo, mi infancia. Unas caracolas de Fisterra guardarán eternamente mi morriña por el olor a pimentón y triste nostalgia. París, siempre mi ciudad; Bogotá, la tuya. Hoy, cuando siento que todas aquellas puestas de sol, risas dulces, besos salados y vientos del norte confluyen para recordarme que camine, suplico que dejes de tachar los días. Recuérdame como se recuerda a las viejas canciones, como el olor de los muebles de antaño… A estas alturas, amigo, ya deberías saber que no volveré.

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