TÍO_CARLOS_0012.jpgREVERSO_TÍO_CARLOS_0011.jpg

A mi hermana María.

  Así comenzaba aquella pequeña misiva que María acababa de recibir de la lejana Guatemala. El que se expresaba en aquellos terribles términos era Carlos, un apuesto hombre de frente despejada, que un buen día partió allende los mares, dejando rotos por la separación a padres y hermanos.

El amor le hacía saltar presuroso hasta la otra orilla del Atlántico, donde meses antes había partido su amada, con sus padres, soñando hacer las  Américas.

 Aquel desgarro familiar había comenzado, muchos años atrás, en la década de 1880, en el muelle de Cádiz, cuando Carlos, su padre y hermana María, llegaron a este, una mañana  gris, desapacible, como si entendiese los ánimos de aquella familia en aquella dolorosa despedida.

 Su madre no logró reunir las fuerzas necesarias para  verlo partir en un adiós que intuía sería eterno.

Mirando la densa humareda que expelía la chimenea del barco, habían atravesado juntos, en silencio, la verja portuaria, oyendo cómo la estruendosa sirena emitía su ronco sonido, anunciando su inminente salida.

El último en subir fue Carlos, que tras dar el abrazo eterno, tomó sus maletas y ascendió a aquel barco que jamás tendría vuelta para él.

Esquela_tío_Carlos-8-5-19173.jpg

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus