Marruecos, 11-9-2013
Querida amiga:
Era la caída de la tarde cuando llegamos al desierto de arena rojiza, que yo había imaginado más clara. El cielo estaba plomizo y el viento soplaba con la suficiente fuerza para hacer volar mi sombrero varios metros hasta que pude alcanzarlo, tras una carrera triunfal.
Caminábamos muy despacio, guiados por un bereber y nos adentramos en esas dunas, cada vez más altas y verticales en las que nos hundíamos hasta los tobillos, provocando un peso extra en las zapatillas que me dificultaba avanzar. Decidí descalzarme. Sentir esa fina tierra virgen y cálida me hizo libre y feliz.
Con ese espíritu llegué a la cima de una colina y allí nos sentamos para contemplar el anochecer. Observé ese mar de arena y sus olas formando dunas que cambiaban de tonalidad con los últimos rayos de luz y escuché el profundo silencio. Mi interior se inundó de paz y serenidad melancólica y me descubrí figurita de purpurina dorada deshecha, fundiéndose con el paisaje; metamorfosis útil para escapar de esta existencia pero estéril para enfrentarla. He meditado mucho y he decidido volver transformada en tuareg.
Inmaculada
Destinatario: Srta. Ana Martín Pza. de Chamberí, 2
28010 Madrid – España
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