Las doctrinas, las creencias, el amor, la honestidad… todas ellas vulnerables ante el apetito de la lujuria. Pero la lujuria se desvanece si la boca desprende el hálito acre del tabaco. Fumar puede matarte, pero te hará inquebrantable. Eso sí, no morirás a polvos como las afortunadas cucarachas.
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