Pan de calabaza
Cuando fuimos a vivir al campo, pude ver a las verduras en la tierra, distintas a como las exhiben en la feria o en los libros del colegio que disfrutaba en las clases o en casa. Parecían más complejas y no tan perfectas como esas imágenes en color que pasaban por mi mente. Recuerdo las primeras calabazas que vi. Me parecieron tan inmensas y un poco apocalípticas porque la mayor cosecha ya había pasado y algunas de ellas seguían ahí, entre hojas amarillentas, tierra y raíces. Se mantenían imponentes por su tamaño y esa cáscara gris verdosa que me miraba como un verdadero caparazón.