Tres de seis era su nombre porque había nacido el tercero en una camada de seis polluelos. Como veis su madre o no tenía mucha imaginación o era muy simple. Lo más probable es que fuera lo primero ya que Tres, que es como al final le llamaban todos, no descubrió que existía la televisión hasta ya muy mayor y solo por casualidad y más o menos a la vez que su madre. Pero como dicen, eso es otra historia, así que volvamos a esta.

Tres nació una primavera de esas agradables sin mucho viento y suficiente agua del cielo como para estar bien. Nunca le faltó la comida cuando estaba en el nido. Él y sus cinco hermanas y hermanos crecieron seguros y fuertes. Cuando dio el Gran Salto y aprendió a volar se dio cuenta que en el mundo había muchos más gorriones de lo que imaginaba. Muchas veces se alejaba un poco de su familia y se acercaba a los otros grupos para saludarles y escuchar las historias que contaban. En general eran historias de “siempre estar alerta si bajabas al suelo a comer ya que los gatos son muy rápidos, pero también mientras vuelas detrás de moscas o mosquitos, que los aguiluchos y ratoneros también son rápidos”. Y así todo el rato. Cuando se lo contó a su madre esta le dijo que a los demás les encantaban las historias de terror y que era cierto que a veces era así para algunos de ellos, pero que ella sabía dónde había crecido un Árbol del Pan y por eso siempre tenían comida. Tras pensar un rato, Tres preguntó a su madre si el Árbol del Pan era donde solían comer. Cuando ella le respondió que sí, le pregunto si lo que a veces caía del árbol era pan y ella volvió a responder que sí.

Su familia pasaba por el Árbol del Pan unas dos veces al día. Lo compartían con, un petirrojo, tres urracas, dos cuervos y dos familias de gorriones más. A los cuervos no los veían mucho, pero las urracas eran unas pesadas porque cuando el árbol soltaba algunos trozos de pan, estas los cogían enteros y se los llevaban lejos para comerlos. Pero a pesar de eso, había pan para todos.

Pasaban los días tranquilos, con una brisa que ayudaba a volar y siempre con comida gracias al magnifico árbol. Era cierto que había gatos, pero eran tan vagos y lentos que jamás lograron pillar a alguno de ellos. No solo eso, muchas veces cuando su madre les dejaba en el árbol porque tenía cosas que hacer, Cinco de Seis jugaba a que no veía a los gatos, hasta que alguno de ellos no podía resistirse e iba a por él, pero siempre lograba subir al árbol sin problemas dejando al gato abajo mirando enfadado. Todo entre los gritos de sus hermanos y hermanas que eran una mezcla entre pánico y risas. Cinco de Seis no duró mucho tiempo haciendo esto. No porque le pillara un gato, sino que porque le pilló su madre. La bronca fue conmemorable.

Un día el árbol no dio pan y su madre los llevó a un seto a coger arañas, que personalmente a Tres le gustaban mucho más. Sobre todo, las pequeñitas. A las grandes solo le comía las patas, que estaban muy buenas, pero el cuerpo era un poco asqueroso y solo se lo comía cuando su madre le obligaba. El segundo día el árbol tampoco dio pan y ya se habían comido las arañas, así que se acercaron al territorio de otra familia donde había un gallinero y donde las gallinas les dejaban comer. Pero no pudieron quedarse mucho tiempo, la otra familia no podía alimentar a siete gorriones más.

Al tercer día su madre les hizo ir al Árbol del Pan varias veces, pero Tres se dio cuenta que en vez de mirar si el árbol había soltado algo o no, miraba al gran nido de donde a veces salían grandes animales que al igual que él, tenían dos patas, pero las alas no tenían plumas. Su madre ya algo preocupada les dijo que tenía que ir a ver si había comida al otro lado del agua y que debían quedarse allí, pero, y mirando a Cinco directamente, sin jugar con los gatos.

Había algo de brisa, así que Tres decidió esperar en la punta de un viejo cerezo que se había secado, meciéndose despreocupadamente con el aire. Pero al oír un ruido miró al gran nido y vio a uno de los animales de dos patas tirando algo hacia el Árbol del Pan donde estaban sus hermanos y hermanas. Tres estuvo a punto de dar el grito de alarma, pero se dio cuenta que lo que estaba tirando eran trozos de pan. El griterío entre sus hermanos y hermanas era enorme llamándole que el árbol había dado panes. Tres bajó y después de tres días sin casi comer pudo llenar el buche.

Horas más tarde Tres contó a su madre lo sucedido. Su madre le observó y le dijo que se alegraba que lo hubiera notado. Ella se había dado cuenta ya de adulta. Eso significaba que él iba a vivir mucho tiempo. Le explicó que realmente el Árbol del Pan era un viejo manzano que hace años no daba mazanas y que eran esos animales, llamados humanos, los que les daban pan. Ella no sabía por qué lo hacían, pero eran ya varias generaciones que habían crecido alimentándose del pan que tiraban bajo el árbol.

Tres se propuso descubrir porqué los humanos les daban de comer, pero sospechaba que estaba relacionado con uno de ellos que a veces se ponía por la mañana sobre la hierba y movía las extremidades tratando de volar, aunque nunca lograba despegar por no tener plumas en sus alas, pero seguro que había una relación. Con el tiempo descubrió que el humano era realmente una humana y lo que hacía era otro alimento que no tenía nada que ver con el pan. Cosas de la vida de los gorriones. No siempre descubren el porqué de las cosas.

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