A él nunca le puse nombre. ·
Cierro los ojos y allí estoy, en plena noche, cuando nació aquel potrillo. La yegua relinchaba en la cuadra, estaba claro que algo iba mal. Encendí la candileja y me encaminé al establo. La nieve me impedía avanzar con rapidez y la helada de la noche aún no se había marchado. Recibía su azote y...