El dueño del tiempo

El dueño del tiempo

                                                                                                                                                             El viejo reloj del abuelo llevaba muchos años en el cajón de la mesilla de noche, tan muerto como el mismo abuelo. Sus manecillas de oro se habían detenido a las 2:15 A.M.

David así lo había visto siempre hasta esta noche. Ahora el reloj emitía una vibración rítmica, un zumbido aunque las manecillas permanecían inmóviles, no era el típico tic tac sino algo diferente como el latido de un corazón.

David deslizó el cajón de la mesilla con curiosidad mezclada con cierto temor. El cristal del reloj a pesar de sus muchos años ahora lucía brillante y claro.

Una voz que no era su voz le susurró que el tiempo no estaba roto, estaba a su disposición, que él podía disponer lo que quisiera con solo desearlo.

David entra en un estado de excitación anormal, quiere probar si esto es así. Se le ocurre empezar por algo simple como detener el reloj de la iglesia de su pueblo que da las campanadas siempre a  las 12:00, se concentra y lo ordena.

Son las 12:10 el reloj de la iglesia ha permanecido mudo. Se asoma por la ventana, el viento mueve las ramas del frondoso árbol que está en la vereda. Le ordena a la brisa que no se mueva, de inmediato las hojas quedan inmóviles. David no cabe en sí de la emoción que le produce algo tan extraordinario como poder controlar el tiempo.

 Tiene hambre, pero no ha bajado a cenar, le ha dicho a su madre que luego comerá algo, porque está estudiando, no puede dejar de revisar el reloj, para descubrir que es lo que pasa. Luego va  hasta la cocina, y en la mesa su madre le ha dejado la cena, mientras come no puede dejar de pensar en el enorme y extraño poder con que cuenta, aún no puede asimilarlo.

Ha dormido inquieto, ha tenido pesadillas raras, se levanta, se da una ducha y se viste para ir a su clase en la Facultad de Medicina. David quiere ser médico o por lo menos hasta ayer era esa su ilusión.

Al bajar del metro siente la ansiedad de probar su poder. Entra en el bar donde suele tomar un bocadillo y un café antes de ir a su clase.
Apenas atravesar la puerta todas la personas, camareros, clientes, quedan congelados, cada uno en la actitud que se encontraba en ese momento. Va hacia la barra, coge el bocadillo que más le gusta, se sirve un café, el más caro y espumoso y sale sin pagar. Desde afuera solo una mirada al reloj, un toque y las personas del bar vuelven a moverse con normalidad. Ha robado el desayuno.

Llega al centro de estudios, entra en su clase, busca su asiento. El profesor que dicta la clase dice que la próxima les dará el puntaje de la nota del último examen, ahora comenzarán con el tema que tiene preparado.

David siente en su interior esa excitación que siempre le sobreviene antes del control del tiempo. Toda la clase; el profesor, sus compañeros, quedan inmóviles y él se dirige al escritorio y abre la cartera del profesor, coge las hojas con el resultado del examen y busca su nombre, ha obtenido un siete, piensa que no está mal, pero mejor sería un nueve y lo corrige.

David se siente poderoso, algo difícil de imaginar, es así como comienza a aislarse, la realidad se vuelve confusa, no sabe qué versión de los hechos es la real. Su mente está distorsionada.

Por la noche recibe una visita inesperada, alguien está sentado en su sillón en una esquina de su habitación, tiene la cabeza de pulpo, el cuerpo entre hombre y dragón y alas; y lo mira amenazante.

—¿Quién eres, qué haces aquí, qué es lo que quieres?— pregunta David aterrorizado.

—Soy Cthulthu vengo para entrar en tus sueños, y no dejarte dormir tranquilo, eso hago… con los soberbios como tú que se creen dueños del tiempo… ya lo verás.

—Ahora vete por favor te lo ruego, no sé cómo has podido entrar a mi habitación, déjame en paz.

El monstruo de levanta del sillón pesadamente y arrastrándose hasta la ventana sale volando, dejando un olor ácido y penetrante en la habitación.

 No puede dormir, pensando en las palabras del monstruo, ve sombras negras que se deslizan por las paredes de su cuarto, figuras gelatinosas que no tienen rostro, sus cuerpos tienen apéndices que se extienden y contraen, hablan en idiomas ininteligibles, él no puede entender qué está pasando.

Cada vez que usa el reloj más los atrae, se han convertido en presencias constantes. El aire se vuelve frío y pesado, siente una presión en su pecho que le dificulta la respiración. Cuando el tiempo está detenido y vacío se puebla de inmediato con esas figuras danzantes y espantosas que lo acosan. La vida de David se ha trastocado por completo.

Cenando con sus padres salta de la silla, comienza a gritar que algo terrible sucederá en la calle, sale desesperado, baja por las escaleras y llega instantes antes que un autobús pudiera atropellar y matar a una señora mayor que cruzaba la calle. Sus padres observan la escena atónitos, le preguntan cómo lo ha hecho, no tiene una explicación coherente, les dice que ha sentido un impulso, un aviso. Intuye que también puede adelantarse en el futuro. Por una vez siente alivio, el haber podido hacer algo noble lo saca por unos minutos de su condena.

El uso del reloj también atrae a “Los guardianes del Tiempo”, estas criaturas pueden materializarse en cualquier esquina o ángulo para cazar a aquellos que quieren manipular el tiempo. Desear manipular el tiempo tiene para David consecuencias aterradoras.

El reloj ha fracturado su cordura, hasta tal punto que los susurros del «Caos Reptante» han comenzado a carcomer su mente. Ha entrado en un bucle, que a este punto no puede manejar. 

El tic tac persistente en los oídos lo aparta por completo de la realidad, ya no sabe distinguir si lo que ve es real o ficticio, ha entrado en una paranoia existencial.

David se ha levantado esta mañana con un intenso dolor de cabeza, abre la ducha, antes se mira en el espejo y se sobresalta; percibe que está envejeciendo prematuramente. El uso indiscriminado del tiempo y la tentación de la cual se siente prisionero le está cobrando factura.

Está sufriendo consecuencias terribles, ha llamado a dos de sus mejores amigos y no le han respondido, también han desaparecido de las redes sociales. No sabe cómo explicar esto, él no puede asegurar si se ha alterado la línea del tiempo de tal modo para que sucedan estos hechos, se siente muy solo.

El tiempo ondula, se comprime, se altera, se retuerce y David ya no es capaz de controlarlo. El reloj se ha convertido en su amo, no es una herramienta, un juego como él creía. Controla su vida entera.

En un arranque de desesperación golpea con fuerza el reloj contra el suelo, el silencio es absoluto. El zumbido ensordecedor ha cesado de repente.  Mientras el reloj emite ese sonido  David siente que su cuerpo se desvanece y la habitación se disuelve. Un torbellino de colores gira a su alrededor, sonidos que escucha muy lejanos, palabras que no logra entender. Cuando todo se detiene se ve borroso y extraño, él siente que no es él mismo. Cuando puede recomponerse recoge el reloj, las agujas doradas marcan las 2:15 A.M como si nada hubiera ocurrido. Lo guarda en su bolsillo. 

Se siente agotado, destrozado, pero a la vez extrañamente tranquilo. Sale a la calle, la noche está clara, la luna de plata, brillante, sopla una brisa fresca. Ve los coches que pasan, cuando alcanza a leer el año se da cuenta que son coches de 1920, sigue caminando y un grupo de muchachas salen de un lugar donde se baila y se bebe con sus sombreros y collares de perlas.

En un escaparate David ve su reflejo, pero no es su rostro, sino el de su abuelo cuando era joven. David comprende que ha viajado al pasado para convertirse en su abuelo. El lunar en el reverso de la palma de su mano lo confirma. Entra en una tienda de antigüedades donde ve un reloj y lo compra. Quizás es el reloj que le regalará a su nieto en el futuro.

 El mundo en apariencia sigue su curso, él ya no es, ni puede ser el mismo.
Lo que hay más allá del velo del tiempo 

y de la dimensiones desconocidas y prohibidas 

han quedado grabadas a fuego en su mente.

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