Por la confianza ciega nos quebrantamos, excusando lo irreparable, justificando en lo humano, la debilidad de la carne. “Maldito el hombre que confía en el hombre”, ya se había mencionado en -Jeremías-.
-Y tú, Lord. Torre, que de ímpetu en muralla senil de etérea enfermedad te escondes, necio al reconocer el daño que propagaste con horror, en esos, los años sin añorada primavera-.
Dolió, Sí, ¡Dolió y mucho! Sintió estremecida, cómo le arrebataron sus sueños, ilusiones, principios y todo aquello por cuanto se creía única, inmensa e irrepetible; por tanto así, la habían criado y en la escuela malearon. Dolió, recordando en presente con experiencias vividas, pensamientos e ideologías que del despojo carácter de rabia se derivan…, decepción y tristeza forjando de ella, una porqueriza vida.
La “Promesa de Poder” vencer, se vio frustrada por recuerdos agrestemente exaltados, cuando el tratamiento con antidepresivos y ansiolíticos fueron pueriles. No bastó fortaleza ninguna, ni tesón o determinación absoluta; simplemente, comprendió que las sendas de desgracia profunda y cuatreras de su esencia; debió haberlas transitado en compañía cualquiera, para no romantizar o naturalizar lo “innaturalizable” de la impetuosa barbarie.
La fragilidad proyectada en su cuerpo, inmadurez de pensamientos y obediencia socio-ambiental, le obligaron a callar sin más reparo. Consumida en revueltas aguas de escape creativo e imaginación infantil, necesitó reconocerse confundida, enmascarando los hechos con la irrazonable justificación contrariada del amor en exceso. En remembranzas, ¡lloró! Lloró para sí misma, ¡para sus adentros!, por el arrebatamiento de la cándida primavera, sustentando inconscientemente, sus “miedos, traumas e incapacidades”, a falta de diagnóstico clínico.
Alejarse no fue jamás una opción viable; por décadas, convivir entre la inopia y los vicios disfrazados de preceptos idealistas, se convirtieron en obligación. El confinamiento propició sentimientos de ´dependencia y apego emocional´, toxicidad narcótica e incluso…, ¿por qué no mencionarlo?, hasta ´culpa´. Poco a poco, reconoció que la humanidad había inventado los juegos y concursos para crear los escenarios pertinentes dónde exhibir las habilidades y talentos; estar en los primeros lugares, se constituyó en el principio y fin de varios por el mundo.
- ¡Dios mío!, en esta vida debí apostar y llegar en el último lugar, “se reprochaba incesantemente, entre días y noches de interminable somnolencia”.
- Quizás, por su primera posición impuesta en el destino, “se silenció, incluso antes de nacer, utilizando su boca…, escasamente para comer”.
Con el pasar de las fases lunares, la debilidad física emancipada la transformó, a manera de antítesis, la marchita primavera insistía floreciente. Más cuando su historia…, como si se tratara de una película remasterizada volvió a repetirse, trajo una nueva “encrucijada dialéctica” de la dignidad, por Torre´s de ´Casta menor´. Y así, volvió el dolor mordaz que en sus oscuras sendas reprimió. Fue entonces, donde la rebeldía hormonal constituyó el pretexto justo, necesario y requerido como mecanismo de autoprotección y defensa para su existir.
- Nadie quiso escucharla, “todos reposaban alterados entre el diario ruidoso de sus propios y terroríficos afanes”,
- ! algo debió propiciar para que la hecatombe pasara¡, “murmuraban por lo bajo, cuando su rostro giraba y su presencia en escondite recóndita se postraba”.
Cuan Nóbel de literatura colombiano, fue la “Crónica de una muerte anunciada”, esa -impronta hereditaria- de su círculo muy cercano, no le permitió pensar en momento cierto lo sucedido…, ni antes, ni durante, menos aún después…, porque “sencillamente, nadie habla de ello; así con los años redireccionemos ideologías y pensamientos para sentirnos en humana libertad de ser y no-parecer-”.
Paradójicamente, la ´función debió continuar´…, no importó el destrozo de su alma rota, el desangre de su corazón y la sombra inerte de su inocencia. Renacer de entre los escombros para volver a empezar, sería el “slogan” de su vida a eterna perpetuidad. Es así, como la neurolingüística, grupos de fe, confesiones y sinnúmero de acciones -a veces desesperadas-, embozaron el enlodado pasado, para caminar en un presente incierto y consternado, “prometiendo, poder”, superarse a sí misma, cada día.
Dicen que el “tiempo cura todo”, lo grabó a fuerza de necesidad en su subconsciente…, escuchándolo en canciones, mensajes de superación y demás estrategias de autoayuda. Pese a que, en periodos de densa calma, el reloj le recordaba que cada 24 horas las agujas vuelven al principio de cuentas. Sucedió entonces que el Sr. Torre, abandonado en años, volvió sigiloso cual reptil y persuasivo amenazante…, rozando de brutal aliento el veneno en su espalda…, con los hombros inmóviles abstuvo reacción por temor, la alegórica frase del enojo de su madre si advertía la ´proeza´, fue la «estocada final de su agónico epigrama vivida».
Impávida como en “pequeña primavera”, ¡su espalda, colmada de sudor incómodo, recordó el asqueroso gemido del pavor! La miseria Torrencial estremeció su alma, conservó el pudor físico, “así, técnicamente lo explicó la ciencia forense, encargada de determinar la magnitud de los -posibles daños-”. No necesitó de más, el chasquido nauseabundo de suspiros ensordeció para siempre su vida…, el agravio pasó mucho antes de abrir sus ojos al universo…, por culpa de una existencia que al formarse ´hembra´ desde el vientre…, no requerían. Consumada en años de indómito sigilo, perdió el último destello de ilusión.
Torre, nunca le permitió admirar el sol de su primavera, negó la dicha del reverdecimiento natural de los ecosistemas. Pero esa noche…, esa nefasta noche, le había trastornado y arrebatado también la necesidad de sentirse en su bikini de verano…, de prepararse para la otoñal de sus hojas al viento en madurez…, quedando únicamente el frío y glacial suicida del invierno en eternidad latente.
La péndola ya había girado por rotación y traslación incesantemente; en este punto de inflexión, sin argumentos o excusas políticamente correctas, tomó decisiones. En territorio neutral procuró nuevos futuros, sin mencionar palabra alguna de su pasado. Con tierra por medio, el verde azulado y la tibia brisa de los siete mares, invocó a gritos de sosiego la profundidad del ´olvido´.
- ¿Olvido?, si no hay “reparación” …, menos habrá olvido.
- Porque DOLIÓ, juró que dolió, Sí, ¡Dolió y mucho!… y continuó doliendo.
- Dolió contarlo…, escucharlo…, escribirlo…, denunciarlo.
Le ¡DUELE Perdonarlo!, para ser libre y recuperar… sus “estaciones”.
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