La casa del abuelo siempre olía a madera vieja, frutas y libros. Era el último domingo antes de que Lori comenzara la universidad, y aunque la familia se había reunido para almorzar, ella se sentía ausente, atrapada en pensamientos que no lograba ordenar.

Después del postre, mientras los demás charlaban en la terraza, Lori se refugió en el estudio del abuelo, parecía una biblioteca antigua. Él la esperaba allí, como siempre, con un chocolate caliente y un libro entre las manos. No cualquier libro; El manuscrito.

—¿Otra vez ese? —preguntó Lori, sonriendo con ternura.

—Este nunca envejece —respondió el abuelo, acariciando la portada que parecía latir con una luz tenue.

Abrió el libro con cuidado, y comenzó a leer la introducción en voz baja, como si las palabras fueran tradición para los dos: 

»Quien posea un corazón puro podrá cruzar hacia Lurandel y renacer en una nueva vida como adolescente. El manuscrito enseña los idiomas de este mundo, revela sus facciones, reinos y especies. Pero el portal no es gratuito. Se debe dominar el idioma principal, ‘El Lurandel’, a un nivel fundamental, elegir con precisión el lugar de llegada y seleccionar dos habilidades únicas entre las disponibles. Si el lector es digno, recitar las palabras al final, lo llevarán al otro lado»

Lori lo escuchaba con los ojos brillantes, como cuando era niña y creía que todo era posible.

—Abuelo… ¿Nunca recitaste la frase final? ¿O el idioma fue muy difícil de aprender?

El abuelo sonrió, pero su mirada se perdió por un instante, su mirada permaneció fija al suelo.

—Tal vez… mi corazón no cumplía el requisito —dijo, con una voz que no sonaba del todo convencida.

Lori se acercó, se sentó a su lado y le tomó la mano.

—O quizás el lugar que elegiste no estaba disponible, abuelo. Deberías intentarlo otra vez. No quiero que mueras sin haberlo intentado. Fuiste mi cómplice en todas las aventuras.. y ahora, en esta última, me salvas del estrés y los nervios que tengo por empezar la universidad.

El abuelo soltó una risa suave, como si quisiera espantar la emoción que le subía por el pecho.

—Es solo fantasía, Lori. Un buen libro para sumergirse y olvidarnos de la monotonía de la vida.

Pero cuando ella se fue a dormir esa noche, él se quedó solo en el estudio, con el manuscrito abierto frente a él. Lo había leído cientos de veces. Había aprendido el idioma Lurandel hasta un nivel casi avanzado. Nunca había tenido intenciones oscuras, ni rencores, ni secretos. Siempre elegía dos habilidades buenas para sobrevivir. Sobre el lugar de llegada, había elegido siempre el mismo, las veces que intentó recitar la frase. Una aldea humana donde podría empezar su aventura; En L’ovendral..

Lori le hizo darse cuenta de algo, eligió siempre el mismo lugar ya que era descrito como una aldea humana pacífica en aquel mundo. Decidió intentarlo una vez más esa noche, riéndose de sí mismo, pero al mismo tiempo con el corazón exaltado y latiendo a mil como cuando era un niño. La aldea que siempre eligió pudo haber sido destruida y tal vez eso no le permitía abrir el portal. 

Se dio un baño tranquilo una vez que los últimos abrazos se habían intercambiado y los familiares partieron hacia sus hogares.

Le dejó una carta a Lori diciendo:

»Querida Lori,

Si estás leyendo esto, es porque porfin he comprado el ticket a ese viaje del que tanto hablamos. No te preocupes. No diré a dónde voy, porque no todos entenderían… pero tú sí. Tú sabes a qué me refiero. Esta vez elegí otro lugar. Uno distinto. Tal vez el correcto. Recitaré la frase, como lo hacíamos siempre, aunque esta vez… si encuentras esta carta, Lori.. lo he logrado.

Si no me encuentran aquí, ya sabrás qué decirle a la familia. Sé que será difícil de explicar que me fui a otro país a vivir, pero confío en ti. No dejes que se preocupen ni que te llenen de preguntas. Solo diles que estoy bien, que estoy feliz, y que estoy cumpliendo ese sueño que tú y yo compartimos desde siempre.

Gracias por recordarme que aún se puede creer. Gracias por ser mi compañera de aventuras. Te llevo en el pensamiento siempre.

Con amor, Tu abuelo.» 

Esa noche, impulsado por la semilla de duda que Lori le había plantado con ternura, decidió no rendirse. Durante años había elegido el mismo lugar: una aldea humana pacífica, descrita con calidez en el manuscrito. Tenía muchas dudas de elegir otro lugar, pues habían pocas aldeas humanas que fueran seguras, y en otros lugares, según el manuscrito, muchas especies les guardaban odio a los humanos. Encontrarse en uno de esos lugares era explicado con detalles, era peor que la muerte. Después de mucho pensar, decidió elegir Drumanor, la cual era descrita como una ciudad entre especies, convivían juntas y se ayudaban entre ellas. Parecía un buen lugar donde comenzar. Con el corazón latiendo como cuando era niño, se sentó frente al manuscrito. La habitación estaba en silencio. Afuera, la noche envolvía la casa con un manto frío. Y entonces, con voz firme y temblorosa a la vez, recitó las palabras en Lurandel al final del manuscrito:

“ Elarion ven’thalëa… näi siluvain nalyën. Ethaë ” 

Una luz lo envolvió como un manto cálido, y por un instante, no hubo tiempo ni memoria. Solo la sensación de flotar entre estrellas que susurraban su nuevo nombre.

Cuando abrió los ojos, el aire tenía otro sabor. El cielo era más azul, el aire más fresco, sonidos de aves extrañas, veía nueve lunas.. Se sentía más vivo. 

Estaba acostado sobre un lecho de flores tiernas y azuladas, bajo árboles que parecían cantar con el viento. Su cuerpo era distinto: más pequeño, ágil, joven. Las manos, suaves y sin marcas del tiempo, temblaban al tocar el suelo. 

En su interior, dos fuerzas latían con claridad en su mente:

Aliento de Elenvar: Una energía luminosa que podía salír de sus manos, sanaba heridas leves y graves. La segunda habilidad era; Invocaciones de Nalyë: Una lista de criaturas aparecía en su mente, aunque por el momento solo dos invocaciones estaban disponibles; Liraë; una hada de las flores, servía como guía en bosques oscuros. Huargan: un lobo de gran tamaño, rastreador y defensor feroz.

Tras su renacer en el cuerpo de un joven humano, tomó por nombre Tarion. Vivió en Drumanor hasta los veinte años. Allí, entre torres de piedra y plazas donde convivían especies diversas, aprendió sobre el mundo que lo había recibido. Estudió sus lenguas, sus costumbres, y los pactos frágiles que mantenían la paz entre razas que alguna vez se odiaron o aun estaban en guerra.

Dos amigos marcaron su camino, y luego formaron parte de su grupo de aventura: Lurinbell; un elfo del bosque, de mirada sabia y humor seco, le enseñó a sentir con claridad y a leer el viento. Kato; un guerrero humano de corazón noble, le mostró que la fuerza no siempre se mide en espadas.

    Ambos descubrieron que Tarion poseía una habilidad de sanación que solo los Clérigos de alto nivel podían alcanzar tras años de formación en academias de renombre. Le advirtieron que su segunda habilidad ‘Invocaciones de Nalyë’, era aún más peligrosa de revelar.
    Una habilidad suprema, reservada para reyes, demonios y monarcas de otras especies.
    A medida que su maestría crecía, Tarion pudo invocar criaturas de poder ancestral: Dragones de Sylvarion, golems y espíritus del bosque. 

    Finalmente, la criatura del bestiario más esperada por él: La Eleninfaëita, la mariposa de luz, una mensajera entre mundos. Con ella, envió mensajes a Lori, su nieta, que ahora era una mujer adulta. Envió mensajes llenos de ternura, de promesas cumplidas y miles de aventuras. Así también recibió miles de increíbles mensajes de Lori y sus hijos.

      Tarion viajó por los acantilados de Viruldem, donde ayudó a sanar a una colonia de silvarianos enfermos por una maldición de magia negra.

      En Khathrivum, invocó a un golem de piedra gigante para salvar una partida de un gremio, quienes exploraban las profundidades de las cuevas plagadas de Khralems; deformes criaturas que destruían, violaban y robaban en aldeas cercanas. En cada rincón del mundo, su habilidad de sanación y su vínculo con las criaturas de Nalyë lo convertían en un aliado inesperado, en un puente entre especies que aún desconfiaban unas de otras.

      Durante una misión de exploración en el Bosque de Tarenvidell, conoció a Nymeria, una mujer de ojos verdes, como jade profundo, perteneciente a una raza de guardianes del bosque antiguo, que rara vez se relacionaban con humanos. Ella era sabia y tierna, poseía el don de hablar con los árboles de vida. Al principio, observaba con cautela al grupo de Tarion. Pero tras una batalla contra los Limeneuts de Livindor, Tarion agotó su mana, y casi al borde de la muerte, invocó a un dragón ancestral de Sylvarion para proteger su aldea, Nymeria comenzó a verlo con otros ojos.

      Su romance fue lento, lleno de caminatas bajo cielos estrellados, de silencios compartidos y de historias contadas junto al fuego. Ella le enseñó a escuchar los susurros del bosque. Él le mostró que incluso los humanos podían tener un corazón puro y fiel.

      Se casaron en un bosque sagrado, bajo la bendición de los ancestros de Tarenvidell. Elenfaëita, la mariposa de luz, danzó sobre sus cabezas como señal de aprobación. 

      Tarion, el renacido, ya no era solo un viajero entre mundos. Era la cabeza del gremio de Drumanor, su nombre se susurraba en las academias mágicas, en los bosques perdidos, y en las plazas como símbolo de disciplina y esperanza.

      Vivió años de paz junto a Nymeria, su compañera del bosque de Tarenvidell.
      Juntos cultivaron un hogar entre raíces y casas en los árboles, donde las especies de diferentes reinos acudían sin miedo, y las nueve lunas parecían más brillantes.

      En sus últimos años, Tarion escribió un manuscrito.
      No era un libro de hechizos, ni un tratado de guerra.
      Era un relato: su historia, sus aprendizajes, sus errores, sus amores, sus batallas, y sobre todo.. su verdad.
      Lo escribió con calma, bajo la luz de Elenfaëita, la mariposa de luz que había sido su mensajera entre mundos.

      Cuando terminó, pidió ayuda a una ninfa del lago de las ruinas de Ludramor, una criatura con magia antigua, podía mandar objetos a otros mundos.
      Le entregó el manuscrito con una sola petición:

      Llévalo a la Tierra. Que lo encuentre quien aún cree. Que lo lea quien aún sueña.

      La ninfa asintió, envolvió el libro en un velo de luz, y desapareció en la profundidad del lago azul. 

      Desde entonces, algunos dicen que el manuscrito ha aparecido en librerías olvidadas, en baúles polvorientos, o en manos de lectores que aún sueñan.
      Y que, si leen con el corazón abierto, las palabras finales aún brillan.

      “ Elarion ven’thalëa… nai siluvain nalyën. Ethaë ” 

      » Que la luz me reciba… que la vida me renazca. Que el umbral se abra »



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