El doctor Enrique Vila esperaba con impaciencia la entrevista con el letrado. Estaba atribulado ya que se auguraba un futuro bastante incierto después de lo ocurrido en el quirófano. Todavía se preguntaba por qué en tantos años de experiencia como cirujano se le había complicado la operación.

El paciente se le fue de las manos de una manera tan estúpida, que repasaba una y otra vez el protocolo quirúrgico, en que momento había fallado…

Dentro, con el abogado, le contó lo sucedido y este no pudo creerlo. Así que le refirió las consecuencias legales que podía acarear los hechos:

–A ver ¿tiene tiene seguro  de responsabilidad civil por mala praxis médica?

–¡Desde luego que lo tengo! Contestó el Galeno.

–¿Que cobertura?

–A todo riesgo. Dijo  Enrique.

«Bueno por lo civil…un ochenta por ciento si es solo demanda, pero lo más acuciante es la vía penal, pues el grado de negligencia en los hechos son bastante relevantes para ser ignorados por la parte contraria, siendo un delito tipificado en el Código Penal.»

Enrique palideció, tragó saliva y preguntó:

–¿ Álvaro, me estás  diciendo  que puedo ir a la cárcel?

–Posiblemente…si.

Tres meses antes, en su consulta , atendía a un paciente que padecía de enfermedad de Crohn. «No hay más remedio que operar Marcelo, según las pruebas  y los análisis confirman que la enfermedad está demasiado avanzada. No se puede demorar por más tiempo y tendrá que pasar por quirófano lo antes posible». Marcelo sorprendido, le preguntó si era una operación arriesgada. El doctor asintió, le ofreció el documento de consentimiento informado y este lo firmó, para su ingreso inmediato.

Dos horas más tarde, Marcelo se encontraba en la habitación del hospital. El doctor Vila se acercó a ver a su paciente para conocer como estaba de ánimo.

–Hola buenas, Marcelo ¿Qué tal se encuentra?

–La verdad, estoy muy nervioso.

–Tranquilo, no eres mi primer paciente. Todo va salir bien. Dentro de media hora te veré en el quirófano.

Los instrumentos quirúrgicos estaban dispuestos, así como el equipo médico, solo faltaba el doctor Vila que se estaba demorando. El anestesista cabreado fue a buscarlo. Lo encontró en la sala de asepsia vistiéndose apresuradamente, nervioso y sudoroso, quizás por el retraso.

Entró apabullado en la sala de operaciones. El anestesista se adelantó a la orden del doctor Vila, dispuesto a empezar la operación. Le puso la máscara anestésica y le dijo:

–Cuente del diez al uno sin pararse.

Marcelo pudo contar hasta cinco, quedándose profundamente dormido. A continuación le abrieron el costado unos trece o catorce centímetros, le  pusieron las «palas» dejando al descubierto parte de su aparato intestinal. El doctor a primera vista no encontró nada anómalo en el intestino delgado, así que hurgó más adentro y encontró en el Íleon la porción afectada. Acto seguido cortó el trozo, metiendo la mano muy adentro. cosiendo las partes sanas. Una vez realizada la parte más crítica, suturaron con grapas.

Una vez fuera de quirófano, el doctor Vila se dirigió a la sala de asepsia para despojarse del gorro, la bata, la mascarilla y los guantes. Notó que algo le faltaba ¿Pero que?..»¡Dios, donde está mi reloj!». Se hurgó en los bolsillos del pantalón, miró en la americana, después en su taquilla, pero ni rastro. Intentó hacer memoria durante un rato y no hubo manera alguna de vislumbrar el susodicho reloj…y de repente un pálpito le estremeció sus entrañas…

–¿Rafa! Gritó al anestesista. ¡Hay que llevar al paciente a rayos x!, deprisa, vamos.

–¿Pero que ocurre?

–Creo que mi reloj está dentro del paciente que acabamos de operar.

–¡Eso es imposible, no puede ser!¿Estás seguro?–dijo Rafa.

–Creo que si.

Ya en la sala de rayos, con la radiografía no hubo ninguna duda. El reloj se veía con gran nitidez.

–¡Vamos a quirófano Enrique, venga! Gritó Rafa.

Ya en la sala de operaciones notaban como Marcelo palidecía. Las constante vitales iban a menos y al abrir, la sangre salía a borbotones; no podían contener la hemorragia. El reloj había creado una peritonitis aguda. Había que sacarlo de allí lo antes posible.

Vila metió la mano, extrajo el reloj y supo cuanto tiempo le quedaba de vida.  

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