Andrea se despierta cada día intentando estar de buen humor, pero se le hace difícil cuando hace dos años que está buscando trabajo y no lo consigue. Siempre recibe la misma respuesta: “lo sentimos, decidimos implementar máquinas para este puesto”. Ella está desesperada por conseguir trabajo, conseguir ser independiente otra vez, porque, aunque adora a sus padres y se sentirá siempre agradecida con ellos por dejarla volver a vivir con ellos, necesita su propio espacio, sentirse en libertad.
Hubo un tiempo en que ella trabajó y tenía su propio departamento, así que sabe en carne propia el sabor del éxito y la libertad. Lamentablemente, también tiene que experimentar el sabor del fracaso, es horrible, siente que su vida va en picada. Se quedó sin trabajo, sin su novio de cinco años y sin su departamento, ya no quiere perder nada más.
Quiere saborear el triunfo otra vez, sabe que ahora lo va apreciar todavía más porque sabe lo que se siente fracasar. El problema llega cuando para conseguir su victoria necesita trabajar.
Hubo un tiempo en que trabajaba en una fábrica, llegó a ser de las mejores por su habilidad, calidad y rapidez, pero pronto la empresa consiguió máquinas que la reemplazaron a ella y a muchas personas más.
Está estudiando la especialización en robótica porque sabe que es un trabajo que ningún robot ni ninguna máquina podrá reemplazarla, pero todavía le queda un año más y su trabajo lo necesita ahora.
Ese día, Andrea fue a un restaurante de comida rápida para que la entrevisten. Habló un tiempo con una mujer amable, pero serena, llamada Verónica, le dijo que la podía contratar, pero solo por seis meses. Trabajaría junto a cinco personas más y tendría un jefe que supervisaría que su tarea se lleve a cabo con éxito. Andrea no dudó ni un segundo en aceptar su nuevo puesto y firmar el contrato, al otro día ya empezó a trabajar. Se sentía plena y alegre, les contó a sus padres que se pusieron tan felices como ella.
Su primera semana fue un poco complicada porque necesitaba acostumbrarse a la manera de trabajar, a la normas e instrucciones que sus superiores le daban. A la siguiente semana, logró adaptarse e incluso hizo una nueva amiga, Josefina, salían cada vez que podían.
Su jefe era autoritario y exigente, les gritaba a los trabajadores si llegaban dos minutos tarde. Andrea siempre fue puntual con su horario, de hecho, llegaba diez minutos antes de que empiece su jornada laboral.
Sus problemas comenzaron al tercer mes, o tal vez los tuvo desde que empezó, pero un día en concreto ella se dio cuenta de lo que sucedía. Ella había cometido su primer error, se disculpó a pesar de ser uno muy chico y lo solucionó con rapidez, pero su jefe estaba furioso con ella y le dio una cachetada. Ella no quiso defenderse por temor a perder su trabajo. Andrea quiso decirle que él no podía hacer eso, que infringía los principios de los derechos del trabajador, pero sabía que su jefe era testarudo y no la iba a escuchar y su trabajo estaría en peligro.
A partir de ese día, Andrea notó cómo era la conducta de su jefe con respecto al resto de trabajadores, no impartía órdenes y les gritaba. Incluso llegó a ver cómo le daba una cachetada a Josefina, pero nadie se defendía, solo asentían con la cabeza y seguían con su trabajo sin decir ni una sola palabra porque todos temían perder su trabajo.
Ella soportó tres meses más a su jefe, cuando su contrato finalizó, solo le faltaban seis meses para tener su nuevo título y tener más ampliación en su vida laboral. Esta vez, encontró un nuevo trabajo al mes ya que tenía mayor experiencia. Su nueva labor era la misma que la anterior, pero en un mejor clima laboral. Allí hizo dos amigas que luego presentó a Josefina, las cuatro ahora salían, al menos, una vez por semana.
Cuando Andrea por fin obtuvo su tan deseado título, conseguir trabajo le resultó muchísimo más fácil. Al tiempo de su nueva ocupación, que ahora era permanente, logró tener su propia casa, un auto y contrató a una abogada. Le contó lo que pasó en su trabajo y demandó a su jefe, Julián. Luego de estar en juicio y demostrar todas las pruebas, Julián fue despedido y pagó una multa. Verónica se disculpó apenada por no saber lo que sucedía dentro de su propia empresa, hizo un aumento de salarios a todos, ascendió a Josefina como nueva supervisora, se comprometió a ir más seguido al restaurante para controlar la conducta de todos.
Cinco años después, Josefina no solo era supervisora, también era su novia desde hace tres años y vivían juntas. Sus amigos eran los mejores que podía pedir, todos sus seres queridos tenían una excelente salud, ella tenía su casa y su auto soñado y ganaba mucho dinero porque hace dos años la habían ascendido. Se sentía feliz con su nueva vida y apreciaba cada aspecto porque supo lo que es estar en la peor etapa de su vida así que se prometió ser siempre positiva y constante.
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