Soy creyente
de la tecnología,uno de los engranajes para que funcione la majestuosa máquina
digital que envuelve al planeta. Mi profesión es la programación. Mis días son rutinarios y
ligados a la lógica, o eso pensé hasta que me quedé solo. Mi madre era mi única familia y se ha
ido el pasado martes a sus 110 años. En mi infinita soledad, me refugié en los
recuerdos de su casa.

Cuando limpiaba su habitación
encontré un diario, lo leí curiosamente. Allí hablaba de un mundo cuando había
personas que atendían a otros y los ayudaban. Los llamaba «bibliotecarios», «cajeros de supermercados», «secretarias»… No podía entender a qué se refería.
Cuando compro mis víveres una máquina se encarga de todo, pensaba en voz baja, y los libros obviamente son
digitales, ¿para qué necesitaria ayuda si sólo necesito buscar puntaciones, estadísticas y descargo
todo de la red?

Cada dos oraciones encontraba palabras y
términos nuevos, avanzaba lentamente en mi lectura. Era un diario ordinario,
sin mucho detalle personal, solo mencionaba el día a día de un niño. Un pequeño
cuya obligación era ir al colegio y tenía una amistad con el «conductor de
autobús» o los domingos esperaba ansioso al «repartidor de diarios» que dejaba
las noticias en la puerta. Apenas podía imaginar esa vida, levanté la vista
y allí tenía todo al alcance de un clic.

El niño se convirtió en adolescente y
pasaba sus días en «la biblioteca», donde una persona lo asesoraba y
ayudaba en su búsqueda. Quedé atónito en tan solo imaginar que la tarea de alguien
era ordenar libros y entender todo el contenido del área. Intrigado seguí
leyendo, ferozmente y extasiado por saber el final de cada historia. En cada
página nombraba personas desconocidas que tenían un trabajo, un trabajo que en
mis días no existían. Estaba celoso, él hablaba con otras personas diariamente.

Aquel diario relataba como se vivía hace
200 años.Esa letra era de mi bisabuelo. Mi cuarto es mi jaula, reflexioné en
la oscuridad con la tenue luz de la pantalla alumbrando mi rostro. Paso mis días creando códigos y más códigos. Solo. Todos tienen una profesión en su casa o reparando las miles de máquinas en la
calles, sentencié. Comprendí que somos dependientes de ellas. Hundido en completo silencio grité, nadie me
escuchó. Estaba atrapado en un sistema que yo mismo había creado.

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