Mi primer trabajo en un banco

Mi primer trabajo en un banco

Miguel Matz

09/06/2019

Me ofrecieron aquel empleo por enchufe, lo reconozco, en condiciones normales no lo hubiera aceptado a no ser por el hecho de llevar más de dos años en paro y haber agotado la prestación económica.

Hablando con mi amigo Mariano, al comentarle lo preocupante de mi situación, se ofreció a presentarme a un conocido suyo que estaba organizando una empresa de inversión bancaria.

El caso es que mis conocimientos financieros eran nulos y no veía como podía colaborar con mis escasas aptitudes en ese negocio. La desesperación crea héroes y como no tenía nada que perder y mucho que ganar les pasé mi «curriculum» inflado y adornado al máximo, dentro de mis posibilidades.

Pasaron un, dos, tres, cuatro, cinco, seis semanas y ya daba por perdida la ocasión cuando, mediante una llamada telefónica se me citó para la entrevista de trabajo.

La reunión se realizó en un bar situado enfrente de una importante sucursal bancaria, en el que -según me explicó mi futuro jefe- se desayunaba cada día.

-Hemos estudiado su expediente y sólo podemos ofrecerle un puesto como chófer. ¿le interesa?

Fui igual de directo y acepté encantado.

-Necesito que empiece mañana urgentemente porque tengo el coche en el taller y habrá que alquilar uno mientras lo reparan. Aquí tiene -me alargó un fajo de billetes- consiga uno de categoría y sobre todo que sea potente y veloz. Mañana a las 08:30 me recoge en esta dirección -escribió en una servilleta de papel las señas de un hotel del extrarradio de Dusseldorf- y nos trae al banco, vendré con otras dos personas. Luego nos acompañará al aeropuerto, pues hemos de volar a Zürich para terminar la operación y a la vuelta del viaje arreglamos lo suyo.

Debido a que se celebraba un importante certamen comercial en la ciudad, me costó bastante esfuerzo encontrar un automóvil de alquiler de las características adecuadas. Finalmente conseguí un Mercedes 600 de color blanco, algo anticuado, que se había quedado sin alquilar por tener averiada la calefacción.

Al día siguiente ya estaba en el lugar indicado media hora antes de lo acordado. A 15º bajo cero empecé a echar de menos la maldita calefacción. A las 08:30 exactas salieron tres sombras por una puerta lateral del hotel subiéndose al coche, todos en los asientos traseros. Por la voz reconocí a mi jefe.

-¡Vamos!

a las 09:00 paré ante la puerta del banco.

Al bajarse reparé en que mi jefe cargaba con una enorme bolsa de mano y sus dos acompañantes con sendas cajas de instrumentos musicales. Antes de abandonar el coche me echó un gorro de lana.

¡Ponte esto!

Lo hice mecánicamente, era un pasamontañas de color rojo con agujeros para ojos y boca.

Los minutos se hicieron eternos, los peatones miraban con curiosidad aquel flamante Mercedes blanco parado ante la puerta del banco, con el conductor agarrado al volante y cubierto con aquel llamativo pasamontañas; pronto se formaron corrillos de curiosos y desde la esquina de la calle empezó a acercarse un policía bastante intrigado por lo que podía estar pasando.

No pude más, apreté el acelerador a fondo y abandoné el lugar dejando rueda. Devolví el Mercedes la misma mañana y pasé el resto del día escuchando las noticias por si decían algo sobre el atraco.

Sonó el teléfono, era Mariano, antes de que yo pudiera abrir la boca para expresar mi indignación por el lío en que me había metido, me soltó él su bronca:

-¡Pero qué has hecho hombre!¿Por qué te has ido, dejando tirado a tu jefe y sus clientes? Si no llega a ser por un empleado del banco que los ha llevado en su coche hubieran perdido el avión. Naturalmente no va a aceptar ninguna excusa ni explicación; no quiere volver a verte y me ha encargado que te diga que puedes quedarte con el cambio del dinero que te dio para alquilar el coche, pero que le hagas llegar el pasamontañas que te prestó cuando estabas tiritando de frío. Él le tiene cariño y lo usa cuando va a esquiar, aprovechando sus viajes a Suiza. Por suerte el negocio que estaba tratando con la Filarmónica de Zürich se ha llevado a cabo, si no te hubiera puesto una demanda judicial por daños y perjuicios.

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