Camina, caminante de las avenidas y calles de la amargura, sin rumbo sin dirección, sola con la soledad, con muchos ojos de crítica alrededor, hablando, diciendo, juzgando, pero ¿que podía hacer ella? Era su único trabajo, la vida no había sido un buen cómplice con ella. Sin duda alguna aunque era su trabajo, no amaba lo que hacía. Pocas personas viven de lo que aman, más ella vivía de lo que odiaba, de lo que odiaría toda la vida. Los ocasos de cada día eran para ella la misma muerte venir a prisa, sin respetar quien era o cómo era. Falda corta, escote pronunciado, tacones de aguja, perfume barato y un lunar en la mejilla derecha, era el uniforme perfecto para llamar la atención de los transeúntes masculinos que caminaban por las calles después de culminar un día laborioso. No es mujer, es un objeto con precio, sin derecho a rebaja. De noche a madrugada, su jornada no era normal, pues era nocturna, la necesidad de mantener 3 hijas y a su madre en cama, la obligaba a trabajar de lo única oportunidad que tenía. Lentamente los días, los meses y los años pasaban y la salud de a poco se iba deteriorando, sin embargo la preocupación del alimentar 3 bocas hacía que siguiera tan desprestigioso trabajo, bueno para muchos, ese trabajo era desprestigioso, lo peor, sin embargo era lo único que podía hacer y con lo que ganaba algo de dinero. Muchos hombres, clientes de ella, a los cuales les ofrecía su materia prima, se propasaban con ella, incluso lastimando su integridad física, sin embargo era más su amor por la familia. Durante el día no quedaba de manos cruzadas, en la mañana trabajaba en algunas casas realizando limpieza, 5 casas por día, de 7 a 12 del mediodía, luego de pasar a traer a sus hijas al colegio e irlas a dejar a casa, por la tarde, realizaba el trabajo que realmente la llenaba, ser madre. Mucha gente que sabía su situación maternal, se preguntaba ¿acaso puede ser madre una mujer con un trabajo de esa reputación?, sin embargo a ella y el foco de críticas no le importaba, ser madre era el mejor trabajo, su verdadera vocación. Al terminar lo que verdaderamente la llenaba, se dirigía por la noche al trabajo del sustento diario. Al pasar los años el cuerpo se deterioró, la fuerza no era la misma, y una enfermedad silenciosa acababa lentamente con ella, sin darse cuenta. Su madre ya había muerto y sus 3 hijas habían crecido y cuando por fin decidió dejar tan desafortunado trabajo, la enfermedad silenciosa había avanzado, tan complicada era su salud que tan solo pocos días quedaban de vida a tan noble mujer. ¿Noble? ¿Por qué noble? ¿Acaso el trabajo que ejercía, si puede llamársele trabajo, era noble y digno? No era el trabajo que ejercía lo que la convertía en una mujer noble, fue su corazón y las ganas de velar por el bienestar de su familia la que la convirtió en una mujer así. Hoy rosas secas son la compañía de esta mujer sobre su tumba, porque para la sociedad, lo más importante es el título o licenciaturas que el corazón de cada persona.
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