REFERENCIAS
Muy Sr. mío,
He recibido su atenta carta en la que me solicita referencias sobre nuestro antiguo empleado, el Sr. Bartleby.
El Sr. Bartleby trabajó con nosotros durante los últimos diez años. Durante ese tiempo, recorrió diferentes departamentos de nuestra organización y en todos ellos desarrolló sus tareas de forma seria y disciplinada. Ahora mismo goza de una sólida preparación y una amplia experiencia.
Durante estos años, el Sr. Bartleby se encargó de organizar y ejecutar personalmente, la ardua tarea de selección y eliminación de las cartas muertas. Su labor consistía en abrir, leer y hacer desaparecer miles de cartas, que por desgracia jamás llegaron a su destino, y que después de vagar irremediablemente por todo el país en busca de su objetivo, nunca son abiertas y leídas por sus destinatarios, bien sea por qué ya no existen esas personas, ni esas direcciones, o fueron mal escritas, o el tiempo las borró. Murieron por qué el error las persiguió desde que fueron escritas, persistiendo hasta el fin.
Noticias que ya pasaron, mensajes de amor. Recortes de periódicos. Flores secas. Anillos y monedas escondidos entre los pliegues del papel. Despedidas. Poemas escritos a lo lejos, con la esperanza de ser recitados en el silencio de otra habitación. Invitaciones de boda y fotografías de niños recién nacidos.
El Sr. Bartleby será recordado por ser una persona de carácter solitario y silencioso. Prácticamente invisible, pero a la vez, laborioso y dedicado.
Mientras estuvo con nosotros su actitud siempre fue respetuosa con sus compañeros y sus superiores, aunque su terquedad en ciertos asuntos resultaba a veces muy irritante, puesto que por desgracia para él, no goza de facilidad para relacionarse con los clientes, que en nuestra organización son de todo tipo, al fin y al cabo, somos un servicio público.
Sin duda, su personalidad se vio afectada por el desempeño de su trabajo diario. Prácticamente no salía de su cubículo. A menudo, ya estaba allí cuando todos llegábamos. Nadie le veía salir a comer, o regresar, y solo de vez en cuando, un viaje fugaz a la fuente de agua. Su luz siempre estaba encendida. Como no descansaba ni para almorzar, estaba prácticamente en los huesos y continuaba desmejorando.
Vestido siempre con la misma chaqueta gris. Era una sombra al fondo del pasillo.
Y aunque nadie lo notó, es cierto que en los últimos años su aspecto anodino y lúgubre resultaba desolador.
Lamentablemente, el nuevo equipo de gobierno acordó la supresión del departamento de cartas muertas, debido a la mecanización de la labor de selección de los códigos postales, lo que ha provocado la drástica reducción del número de este tipo de incidencias. Fue por ese motivo que el Sr. Bartleby tuvo que abandonarnos.
Personalmente creo que su oferta es una nueva e inmejorable oportunidad para el Sr. Bartleby. El trabajo que usted le ofrece, como escribiente en su despacho profesional de Wall Street, le permitirá sin duda, dejar atrás sus pesares, su soledad y sus sufrimientos, y quien sabe, tal vez poder emprender una nueva etapa más próspera y digna.
Créame cuando le afirmo que, con sus defectos, el Sr. Bartleby no merece su actual situación de desempleo. Le insto a concederle una oportunidad, pues es riguroso y pulcro en su trabajo. Dedicado en cuerpo y alma a su labor y extremadamente pacífico.
Tal vez, le sorprenda esta última recomendación tan franca y directa, sobre todo después de algunos de los rasgos del carácter del Sr. Bartleby que antes le he expuesto, pero siempre ha pasado que son las personas más desvalidas y solitarias las que despiertan mayor ánimo de protección.
Por desgracia, no tengo competencia para disponer de los empleos que ofrece nuestra organización y por esa razón no se pudo emplear al Sr. Bartleby en ningún puesto vacante, aunque a riesgo de ser demasiado sincero le confesaré que si hubiera tenido alguna posibilidad, hubiera preferido no hacerlo.
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