8:00 am, corriendo para no llegar tarde a la oficina. Entre calles maltrechas y veredas añejas los pasos apresurados de la empleada se dirigen al edificio público.
Al abrir la puerta se encuentra con caras apesadumbradas por la intriga que acarrea un episodio inesperado. Varios policías con carpeta en mano toman nota de los hechos relatados por el personal.
En minutos van llegando con esmero trabajadores acongojados por la demora que les acarrea dejar a los niños en la escuela, el tráfico de cada día o vaya a saber uno.
La pregunta de todos -¿Qué sucedió?, ¿Quién llegó primero? ¿Quién avisó a la policía?
El portavoz esencial de la historia narra detalle a detalle la secuencia de lo sucedido en tan endeble edificio estatal.
En un breve tiempo se disponen en una ronda de conversaciones deduciendo cuál fue el motivo del ingreso a las oficinas. De pronto, se acerca un agente consultando los datos de todos los presentes en el lugar para la confección del acta. Cada uno da su edad, nombre, apellido. En un trozo de papel que sirve de borrador el policía escribe presurosamente para luego pasar en limpio los datos recogidos.
Las fotografías para las pericias incurren en todo el escenario. Comienzan los desplazamientos dentro del pequeño espacio. Primero algunas tomas a la ventana que da a la calle del costado del edificio, luego a la puerta principal, los estantes, la escalera y así sucesivamente.
Transcurre el tiempo y ya con un poco de cansancio se acaban las palabras, los chistes, y las deducciones.
Cuando llega el momento final del operativo se puede regresar a las oficinas, se observa el cerrojo dañado en la puerta de uno de los departamentos institucionales, computadoras boca abajo en los escritorios, la pintura salida del marco del umbral y un detalle suspicaz en los sellos de la oficinista. El lugar encontrado de estos elementos no eran los habituales y el fechador estaba cambiado.
Durante esas semanas empleados estatales luchaban por un puesto de trabajo digno en el ente provincial. Varias personas aturdidas por tantos papeles anhelaban legalizar sus títulos para ser reconocidos en las áreas deseadas.
¿Sería ese el motivo de las personas que incurrieron en las oficinas? Solo la imaginación de aquellas almas pueden entrelazar los indicios sin poder tener la respuesta de lo sucedido aquella mañana.
Hasta el día de hoy los relatos e intrigas quedaron sin resolver. ¿Pasará otro hecho sin descubrir en el ámbito estatal?
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