LA INVENCIÓN DEL AMOR DE JOSÉ OVEJERO

LA INVENCIÓN DEL AMOR DE JOSÉ OVEJERO

«Y ahora subo las escaleras, salgo a la terraza y siento el aire seco de la madrugada que limpia mi cara del entresueño producido por el alcohol y la hora tardía.  Un murciélago zigzaguea por encima de las cabezas de mis amigos, como si los inspeccionase inquieto desde lo alto, y vuelve a desaparecer en las sombras.  Es de noche, en Madrid, en mi terraza, estamos bebidos, en ese momento que tanto me gusta en el que la gente discute sin mucho tino, en el que todos están más alegres o más tristes de lo que se permiten a diario, sin llegar a ser violentos ni a romper a llorar ni a cantar.  La noche (más bien el amanecer, porque hay un filo rosado que bordea el cielo allí, al otro lado de Madrid, más allá de la estación de Atocha, de Vallecas, de los paralelepípedos alineados sobre lo que, desde aquí, parecen los confines de la ciudad) se ha vuelto lenta, como nuestras   lenguas, como nuestros párpados, todos los movimientos ligeramente ralentizados; la mano de Fran atusando sus propios cabellos mientras dice: «No sé, tío, no sé», probablemente porque ya incluso se le ha olvidado de qué estaban hablando y sólo le queda esa pesadumbre que arrastra de un día al siguiente, y que se le escapa en cada broma o que aveces, cuando se pone melancólico pretende que es pesar por el estado del mundo y no el luto por sí mismo, por las propias ilusiones difuntas, que lleva desde hace tanto tiempo».  

¿Quién puede imaginarse que Clara, la protagonista de esta historia de amor poco convencional no haga parte del grupo de alicorados amigos que debaten de política, de sus miserias o alegrías, del sin sentido de sus vidas en una tertulia?  Eso sería lo lógico, que ella estuviera allí, quizá escuchando sus palabrotas o viéndolos desenvolverse como son o como aparentan ser.   Esta historia se desarrolla en Madrid,  una ciudad real, con gente real, en situaciones cotidianas y comunes.   Lo que no es común es que Samuel se enamore de una mujer a la que nunca conoció, que una mentira que él mismo inventó lo lleve a enamorarse de verdad, de una mujer de carne y hueso.   

Al leer las primeras líneas se piensa ¿qué le pasará a este hombre que sube las escaleras de su terraza?, al parecer como de costumbre, ¿qué pensamientos se le cruzarán por la cabeza?

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