…se leía en un cartel escrito a mano en la puerta de calle.
Toqué el timbre una tarde y salió un hombrecito de estatura mediana y una sonrisa melancólica y por demás de amigable.
– Bienvenida, te estaba esperando.
Escribía de sus sueños de viajes a la luna, recetas para ser feliz y cartas a sus nietos imaginarios. Cuando por fin logró arrancarme un cuento me regaló un escrito que decía: me voy dejando huella en busca de otra chispa que no apague mi fuego.
Al otro día un cartel “se alquila”.
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