Cada lunes acudo al taller de escritura en vez de tenerte entre mis brazos y hacerte el amor. Ocupo ese tiempo que ayer dedicaba a amarte. Antes, sentado en aquella barra, inicio el ritual, el camarero cojo me desprecia, me sabe perdedor, <¿vas al taller de escritura?>, ¿cómo no decir sí?. Después subo a la planta que hay encima de mi oficina, me siento frente a ese «¿excornudo?» y le oigo hablar de estilos, de metáforas. Yo siempre estoy callado, recordándote. Hace tanto que me dejaste.
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