No hay mejor cura de humildad que un taller de escritura. Creía que mis palabras tenían algo especial. Todo el mundo extasiado con mi prosa. Entonces te das cuenta del camino por andar. Aunque solo importa la tormenta creativa que allí se desata. Relámpagos de relatos desde ideas aparentemente sin sentido, que al final florecen. Leer en voz alta a los muertos y a los vivos. Respirar la literatura desde lo más profundo de nosotros mismos. Escucharnos y escribir lo que nuestro corazón susurra.
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